Diciembre 26, 2024

Ahora nada es legítimo

Con el respaldo que vemos por estos días a los políticos, ninguna acción que asuman en adelante será legítima, y se hace digno de revisar las que tomaron en el pasado. Esas acciones pueden ser legales, pero van perdiendo legitimidad a ojos vista.

 

 

Las leyes que discutan en el Parlamento, las que salgan de ahí con estos representantes, que apenas se empinan en el 3% de aprobación, no pueden reclamar  ser acatados por el pueblo que los repudia en tan alta proporción.

Es cierto que fueron electos, pero ya no lo serían si el electorado universal se manifestara en el voto. Gutenberg  Martínez argumentó,  por diversos medios, que ya se perdió la mayoría de aceptación del gobierno, por tanto no se podía seguir adelante con un programa que fue aprobado por el 60% de los votantes y que hoy reconoce apoyo apenas del 24%. Según Martínez, habría que paralizar los cambios y volver atrás, es decir a la “Concertación”, a los arreglines con la derecha, a “recocinar” las reformas para que resulten neutras.

Pero si uno siguiera el argumento de Martínez, igualmente podría trasladar el resultado de las encuestas para autorizar, no una vuelta atrás, sino un salto hacia adelante, es decir sacar  adelante estas reformas.  Porque la otra lectura dice que la gente mayoritariamente se ha decepcionado de la política sórdida, venal y escandalosa, pero no de las reformas. Lo que  ha sucedido es que la gente ya no cree en nada ni otorga su apoyo a ninguno de estos grupos corrompidos, entonces lo único que les reivindicaría sería el que cumplieran fielmente el programa de gobierno, para el cual fueron electos, pero no el vaciar el agua sucia junto con la criatura, como propone el sector más  conservador de la Nueva Mayoría.

En este punto se debe tener más  cuidado, pues si se pregunta con más detalle y con más fundamento, se verá que la mayoría de los chilenos desean los cambios estructurales. Lo que la gente ha despachado en las encuestas es el desprecio por quienes tenían la misión de sacarlas adelante, es decir, contrario a la propuesta de Martínez, que consiste en usar la misma bañera,  con la misma agua sucia, esa agua  en la que nadie acepta más lavar a la criatura.

Va por este lado la salida para recuperar legitimidad. Lo otro es blanquear el sepulcro sin tirar al muerto maloliente a la fosa.

La derecha y los empresarios, los democristianos, y otros personajes de  similar discurrir, han aprovechado la caída de la presidenta Bachelet y la de su primer gabinete (víctimas de su propia inconsecuencia, de su torpeza y de su no muy  inocente soberbia, toda vez que pensaban que se podía hacer todo tipo de trapacerías, incluso estafar al fisco, y no tendría consecuencias, en un país donde pocos o casi nadie es o ha sido muy fiel a nada, ni siquiera en las formas, desde la izquierda más tremebunda hasta la derecha más furibunda).

En los sistemas extremosamente individualistas, la disolución de la “cooperación” (cohesión social) es un signo que aparece licuando las fuerzas “religantes” de manera inevitable, por tanto la opción del “caos orgánico”, condición propia de toda sociedad capitalista subdesarrollada, puede derivar fácilmente al “caos inorgánico”, condición propia de las sociedades subdesarrolladas en crisis sistémica.

Cuando las sociedades  deslizan  hacia el “caos inorgánico”, se tiene dos posibilidades de salida: un salto al origen democrático o un asalto por los poderes autoritarios; es decir una vuelta a la legitimación democrática mediante una refundación constitucional, o la usurpación del poder por una oligarquía represiva.

 

En el primer caso, se daría un período de fuerte  dinámica controversial, hasta dar con  nuevas fórmulas legitimantes de conducción para el Estado y la sociedad. En el segundo, se articularían los conocidos discursos conspirativos para generalizar la sensación de peligro inminente por parte de cualquier organización disidente respecto del orden imperante, cuya conducción la sustentan las elites medrantes.

La primera opción se hace viable sólo si la sociedad es capaz de presionar lo suficiente para imponer sus estrategias de recuperación democrática. La segunda opción se  hace viable si logran burlar nuevamente la buena voluntad de los dirigentes sociales con promesas elusivas o dilatorias y hacen uso exitoso de todo su aparato de comunicación y de seducción distractiva.

Esta lucha la veremos plasmarse en el futuro próximo con avances y retrocesos de una y otra barricada. No se dará una victoria total y definitiva de ninguno de los contendientes, la sociedad chilena sigue empatada en poderes agonales que dificultan una dominación plena del escenario de lucha política.

En esta confrontación, los desgastes pueden llevar a una especie de “crepúsculo veneciano”, en que todo decae en irresolución, los caminos se bloquean, las aguas se estancan y la sociedad no logra avanzar, pero sí retroceder respecto a otros países que sí han resuelto su conflictividad en nuevos y más altos niveles de cohesión social, con un proyecto político aceptable para todos a largo plazo.

Lo peligroso de Chile es que desde hace mucho vive inmerso en el corto plazo, como sociedad de negocios y no como sociedad en desarrollo.  Los PLANIFICADORES DE ANTAÑO ACOSTUMBRABAN A  ADVERTIR QUE SI TÚ NO PLANIFICAS, ALGUIEN PLANIFICA CONTRA TI.

 

 

 

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