Noviembre 18, 2024

Camioneros de Pinochet… raya para la suma

 

Representan y son parte del lote de chilenos que se ha adueñado de todo lo que existe en el país. ¿Qué más desea?

El episodio conocido como ‘movilización de camioneros’ efectuada por un grupo de propietarios de empresas de transportes terrestres, cerró su actuación dejando en claro algunas cuestiones que hasta poco antes de la ocurrencia  de ese hecho se discutían como elucubraciones de la prensa independiente. 

 

 

En primer lugar, debe destacarse que la Presidenta brilló por su ausencia durante el proceso de gestación y puesta en marcha del evento “camionero’, cuestión  que a estas alturas de su mandato resulta difícil catalogar como “jugada política”, ya que más bien se olió aromas de incapacidad de manejo suyo en esa pequeña crisis (¿o fue temor?, ¿o se debió a consejos –imposiciones- de su ministro del interior representando al ‘bolicheri$mo’ del PDC y del PPD?).  En el aire aún flota ese el olorcillo a pachulí de entreguismo barato.

Jorge Burgos venía buscando notoriedad pública desde los tiempos en que participaba como panelista en algunos programas de opinión política emitidos por la televisión chilena. Tuvo algunos aciertos menores, pero no logró su objetivo principal… hasta que la DC lo impuso en La Moneda como ministro de defensa. Nada más cercano a la real ideología y pretensiones del susodicho, quien en la época de la dictadura fue un disimulado  admirador de Augusto Pinochet, aunque se cuidó en no emitir juicios que la prensa pudiese publicar. Jaime Ravinet le había marcado el camino, el cómo y el cuándo. Y él fue un excelente alumno.

En los avatares de la tal ‘movilización’ de propietarios de camiones, Burgos jugó a placer el rol que le apetecería tener de manera permanente y oficial: Primer Ministro, derribando el presidencialismo que engalana a la política nacional, y transformándose en una especie –perdóname Alemania- de Konrad Adenauer o de  Helmuth Köhl (aunque su intento, a no dudar, es el de constituirse en émulo de Winston Churchill). 

Sin embargo, en honor a una prudencia necesaria, bueno es aclarar que lo de Burgos no resulta ser cuestión de pretensiones personales sino, más bien, obedece a los efluvios que escapan del alma de su partido democristiano, el cual lleva en su historia la impronta de la Falange franquista, el totalitarismo beato y la huella bíblica de un Sanedrín que pareciese haber tomado todas las  colinas de la tienda de Tomic y de Leighton, avalando la presencia de comerciantes en las puertas del templo.

Otra cuestión que se ha clarificado con este asunto de los camiones viajando en caravana  desde las tierras de Leucotón, Galvarino y Caupolicán hacia Santiago, es la innegable concomitancia de semejanza -en lo económico- a lo mostrado por personajes del duopolio político Alianza-Nueva Mayoría (como Ricardo Lagos Escobar, Sergio Bitar, Gutenberg Martínez, Ignacio Walker y un  largo etcétera ex concertacionista),  asociados a los intereses de la franja predadora neoliberal fundamentalista que ahora, temporalmente, banderean ambiciosos empresarios sureños, cual es el caso de los Egido y los Pérez, epítomes de la avanzada totalitaria de familias que desean apropiarse de tierras ancestrales pertenecientes a una nación que habitaba Chile desde muchas décadas antes que hiciera su irrupción el sanguinario invasor europeo. Tierras que, por lo demás, fueron  oficializadas como propiedad del pueblo mapuche a través de acuerdos firmados y protocolizados por el Estado de Chile ante organismos internacionales.

Pero, si algunos empresarios agrícolas adquirieron ‘legalmente’ las tierras de manos del Estado, ¿qué culpan tienen realmente? En ese aspecto, tal vez poca, pero develada la infracción y descubierta la inmoralidad, deberían devolver tales terrenos a sus dueños legítimos, y el Estado –por cierto- tendría que resarcirles el gasto económico realizado no sólo en la compra de los terrenos sino, además, en las inversiones económicas que pudiesen haber efectuaron en ellos. Nada barato resultaría para el fisco, pero sin duda se trata de algo  justicieramente necesario.

¿Sería una solución efectiva al enrevesado conflicto en la Araucanía? Me atrevo a responder negativamente, pues creo que a muchos de los propietarios de empresas de transportes terrestres (no ya de ‘camiones’, sino de ‘flotas’), les anima un espíritu de totalitarismo eficaz, en cuanto a desear TODO el poder, no sólo una parte del mismo, sino la completa panorámica del poder absoluto. A la antigua… a la manera del colonialismo europeo rampante. A la manera de la UDI. A esos individuos no les satisfaría acuerdo alguno. Quieren todo, sin ambages ni restricciones. Todo. Incluyendo su presente y su futuro, amigo lector.

Si hacemos un rápido recuento, confirmaremos –sin lugar a error- que esos propietarios de medios de transporte terrestre son parte viva del grupo –minoritario pero poderoso- que lleva décadas (quizás siglos) como dueño del país. Son parte del lote privilegiado que ya tiene todo, o casi todo, pues a él le pertenecen la Salud, la Educación, la Constitución, la Banca,  las FFAA, las policías, las iglesias, las tierras, el mar, los bosques, las islas, los glaciares, las aguas, las carreteras, la prensa, los minerales, el Congreso, La Moneda, los tribunales… ¿qué más desea poseer entonces? ¿Las vidas de dieciséis millones de chilenos, y también las vidas y el futuro de quienes son su descendencia?

Los propietarios de camiones –de flotas camioneras sureñas- demostraron ser parte activa del grupúsculo que cree contar con permiso divino para expoliar a  placer a millones de habitantes en esta austral franja de tierra. Por ello actúan en descampado honrando el fracaso de sus representantes aliancistas, en especial el de aquellos energúmenos -ya carcamales- llamados ‘coroneles’ (vástagos del pinochetismo), que burbujean en una sede partidaria ubicada en Santiago, en la comuna de Providencia, en la calle Suecia, y en los alrededores de Punta Peuco y de Casa Piedra.  

Todo lo dicho -junto con el vergonzoso entreguismo del gobierno beneficiando exclusivamente intereses de empresarios y latifundistas-, fue resultado inequívoco de la acción protagonizada por escasas familias propietarias del 90% del transporte terrestre de la zona centro sur chilena, así como prístina y desnuda quedó también a ojos del público la actitud mayordomil efectuada por políticos de la coalición conocida como ‘Nueva Mayoría’. 

En cuanto a la pusilánime actitud adoptada por Michelle Bachelet durante el conflicto, es tema que amerita un artículo distinto…el que seguramente alguien, más pronto que tarde, escribirá, enfatizando en un hecho irrefutable: a través de Jorge Burgos, la DC  -con el apoyo del sector laguista y a nombre de la derecha económica- dio un golpe blanco al interior de La Moneda. Al menos durante este segundo mandato de Bachelet, el presidencialismo ha sido enviado a las cloacas. 

 

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