No está de más reiterar que la historia no usa ni calco, ni copia, sin embargo, tanto en 1972 los camioneros, dirigidos por León Villarín, como los de 2015, liderados por José Villagrán, son los mismos fascistoides, digitados y pauteados por la ultraderecha . Antes, el protagonista fue el Partido Nacional, conducido por Sergio Onofre Jarpa, hoy, por la cara visible de la UDI, Hernán Larraín. Se trata, en ambas situaciones, de pretender paralizar el país, cortar la vía de acceso de norte a sur, generando caos e incertidumbre y, de esta manera indigna tratar de ampliar el frente de masas que detengan los cambios y provoque un golpe blando.
En 1972, era la famosa táctica de los mariscales rusos, una forma de pronunciamiento para sacar al Presidente legalmente y, en la actualidad, se trata de darle todo el poder a una especie de “Primer Ministro”, Jorge Burgos; en ambos períodos, los democratacristianos han jugado un papel fundamental -; es imprescindible refrescar la memoria: el líder de la CODE, en esa época, era Eduardo Frei Montalva y no Onofre Jarpa; ahora, la derecha sabe bien que si no arrastra a los democratacristianos tienen pocas posibilidades de triunfar en sus pretensiones de poder.
No se podría ocupar la calle, en el caso de los camioneros, sin la complicidad de los “fachos” pobres, aquellos que le chupan las medias al patrón y que les encanta que los mangoneen y que siguen al que les grite más fuerte, los que están convencidos de que, por ejemplo, Sebastián Piñera no roba porque es muy rico; muchos de estos especímenes siguen siendo parte del “ejército” de viudas del “Tata”.
Villalín y Villagrán utilizan, en la estructura, el mismo discurso, palabras más, palabras menos y se presentan como independientes, muy bien aleccionados por sus tutores de la derecha dura, y afirman no pertenecer a ningún partido político y se presentan como líderes gremiales que se identifican, nada menos, que con la nacionalidad chilena, además se victimizan a fin de lograr el apoyo de las clase media y la movilización de los fachos pobres. Refresquemos la memoria: el nacionalismo chauvinista estuvo en la ideología del Partido Nacional y, ahora, en la UDI.
Tanto en la década 70, como hoy, la Radio Agricultura sigue jugando el papel de agitadora y movilizadora de la ultraderecha: baste escuchar al chascón Fernando Villegas, a la “morenita” Cecilia Pérez – tan “apreciada” por el racista Carlos Larraín -, al milico Sergio (Checho) Hirane y, sobre todo, a Joaquín Lavín y a Évelyn Matthei – esta dama, siempre enojada, quiere comerse viva a la Presidenta de la república – El Mercurio juega el papel de alabar al ministro Jorge Burgos por su “incansable labor” a favor de la derecha; los demás medios de comunicación, escritos y de televisión no han jugado otro rol que el de exaltar, a punta de ditirambos, el desfile y la “proeza” de los camioneros, en detrimento de las verdaderas protestas sociales populares, las de los estudiantes.
Los camioneros de hoy no sacan nada con camuflar, pues apenas comienzan a pronunciar algunas palabras ante los medios de comunicación, se les sale la mentalidad autoritaria e, incluso, genocida, respecto a los mapuches – uno de ellos expresó, muy orondo, que el punto central de su reivindicación como gremio era la aplicación de la ley antiterrorista en la Araucanía, como si la aplicación de las leyes liberticidas tuvieran el don de solucionar un conflicto, que ya se arrastra por casi un siglo; incluso, se atrevieron a amenazar al ministro del Interior señalando que volverían a manifestarse en las calles si no se cumplían sus peticiones de imponer mano dura a estos pueblos originarios – que ellos llaman “terroristas” -.
Los democratacristianos no tienen caso: siempre terminarán utilizados por la ultraderecha fascista, racista y xenófoba que está acostumbrada a comandar a “sus indios de servicio”. Así ocurrió en los 70 y está pasando hoy.
No hay caso: el gobierno ha terminado invadido por los mismos personeros de la Concertación, principalmente de los democratacristianos, cuyos únicos arte y objetivo es el de “transar sin parar” y, además, repartirse el botín del Estado.
Nada bueno se puede esperar de este gobierno en el conflicto de la Araucanía, en primer lugar, porque no entiende su naturaleza política y, en segundo lugar, porque le limita sólo a comprar tierras y aplicar la represión. El problema de fondo, como bien lo expresó el intendente Francisco Huenchumilla, es la autonomía del pueblo mapuche, es decir, varias naciones dentro del mismo Estado.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
29/08/2015