Don Sebastián no heredó de su padre más que un buen recuerdo en su círculo de amigos demócratas cristianos y en el ámbito de los funcionarios de Cancillería de mediados del siglo pasado. De su señora madre, de apellido Echeñique o Echenique, tal vez más pero no mucho ya que hay los Echeñique con harta plata y los con montos reguleque e incluso escasos. Mi mamá tenía también apellido que empezaba con Eche o Etche (“Casa” en vasco) pero algo así como ni un cobre en los bolsillos.
Para explicarse su actual riqueza personal (unos 2.500 millones de dólares, más de cien mil hectáreas, muchas cultivables, todas explotables) no puede uno dejar de considerar su azarosa vida lindante o más que eso con la justicia, es decir lindante con la justicia y la injusticia.
Aún joven, en tiempos de la dictadura, su primera y gran aventura económica fue la de interventor en el Banco de Talca…Se sabe que allí inventó empresas de papel para prestarse dinero con fondos del mismo banco intervenido. Sentenciado, huyó de la justicia hasta que, en tiempos en que los tribunales brillaban por su ausencia o su miopía, pudo reintegrarse a la vida pública.
Poco antes, en el inicio de la dictadura, había partido a estudiar becado a los EEUU y su reciente y joven esposa, para acompañarlo con algo, según ella misma ha declarado, hubo de emplearse como niñera o tejedora. ¿De dónde entonces pecatas meas?
Lo del Banco de Talca le sirvió mucho al joven emprendedor.
Ya en los 80 vino el encargo en EEUU de las tarjetas de crédito, de su patrón en ideas, el ex ayudante en Economía Política de don Pancho Pinto en la U.de Chile y después traficante naviero de cadáveres, de apellido Claro y nombre Ricardo, que el imaginativo, ya no muy joven emprendedor, tradujo en invento y dinero propios.
Después, para qué decir, LAN de pasajeros, LAN de mercancía (en especial al Caribe), aventura que le trajo investigaciones de la justicia internacional con sanciones y todo, por delitos reiterados. E innumerables empresas, entre ellas Bancard y Chilevisión, que entregaron boletas chuecas a Penta y Soquimich y realizaron operaciones fraudulentas.
Más tarde, funcionarios de su confianza (subsecretarios y otros) acusados hoy de coimeros y tráficos de influencia, y su estrecha relación de todo tipo con los dueños de Penta y, antes, de las farmacias coludidas, en una de las cuales era accionista.
Lo de Martelly, Peñailillo, Rosenbluth, Velasco, MEO y, más lejos, Michelle Bachelet, son pelos de la cola. Como comparar con Paulmann al bolichero de la esquina.
El destacado columnista de El Mercurio, Carlos Peña, se pregunta el domingo 23 a qué se deberá que, a diferencia de los candidatos a delincuentes de Penta, Soquimich y Caval y sus parientes cercanos, como la Presidenta, al ex Presidente Piñera el escándalo de sus ilegalidades y antiéticas maniobras empresariales (su “trayectoria más bien pícara” la llama Peña) parece no afectarlo en lo más mínimo.
La respuesta es sencilla e histórica: ¿Le afectaría a la Carlina que se supiera que se supo recién, en agosto de 2015, que tuvo dos clientes personales más que los que, en vida, se le habían atribuido como encamados con ella? ¿Cambiaría el prestigio de esta antigua Señora Warren ante los ojos de sus admiradores, viejos santiaguinos de más de 70?
En ambos casos, en el de la respetada Tía y en el del ex Presidente, sólo se trata de una raya más para la famosa tigresa y una para el conocido tigre.