Tanto su hijo biológico como el político – Sebastián Dávalos y Rodrigo Peñailillo, respectivamente – no han dejado tonterías y pillerías por hacer: el primero, nunca se va a comprobar si es sonso, “Macabeo”, pillo o un genio de la estafa; el segundo es, a ojos de la sociedad, aún más peligroso que el primero, pues se había convertido en el líder indiscutido de apoyo a la Presidenta, una especie de Potenkin de la zarina Catalina II, pero el desafortunado Peñailillo ni siquiera va a tener un acorazado que recuerde su nombre – a lo mejor, terminará encerrado en Cabrero, jugando al galán rural, en la plaza del pueblo -.
La última noticia que tenemos de Sebastián Dávalos es que, según la PDI, todos los archivos de su computador, que utilizaba en La Moneda, están borrados – pienso que nos están tratando de tontos, pues más que nadie, los técnicos de investigaciones pueden recuperar del disco duro cualquier información, salvo que también haya desaparecido – y cuesta saber si está muy mal asesorado o bien, es un genio viviente.
Rodrigo Peñailillo tampoco logra salir de la noticia cotidiana: en primer lugar, el director de Impuestos Internos, Michel Jorratt, no sólo de haberlo presionado para que el SII desistiera de presentar una querella contra la SQM, El Salar, sino que también “hiciera desaparecer los archivos, si fuese necesario, con una flota de camiones”. Para rematar, en estos últimos días, el ex director jurídico de SII, Cristián Vargas, confirmó las presiones por parte del gobierno para evitar que se querellaran contra algunos personeros de la Nueva Mayoría, involucrados en el caso.
En la historia, más importante que los personajes son los procesos sociales, en consecuencia, no son sólo las pillerías de sus vástagos – biológicos y/o políticos – sino, sobre todo, la incapacidad para unirse a los movimientos sociales, lo cual ha llevado a la grave crisis institucional que asola, actualmente, al país.
Los hijos de grandes personajes históricos han sido, en su mayoría, bastante funestos: Rafael Sotomayor, el ministro “todopoderoso” en la guerra del Salitre”, tuvo un hijo que llevaba su mismo nombre, quien fue el culpable de la “Matanza de Santa María de Iquique”, en 1907; Federico Errázuriz Zañartu, el padre de la “alianza liberal”, su hijo, también llamado Federico, era un pillín y putero y alcanzó la presidencia en la República Parlamentaria – cuando doña Gertrudis, mujer de don Federico Jr., fue a reclamarle al arzobispo Crescente Errázuriz – su pariente – por las aventuras amorosas y extraviadas de su marido, sólo atinó a sonreír, pues eran públicos sus devaneos; Manuel Montt Torres, un tirano portaliano, tuvo a su hijo Pedro, que también fue Presidente y, durante su mandato mandó masacrar a los obreros de Santa María de Iquique – decisión tomada junto al ministro del Interior, Rafael Sotomayor -.
Don Arturo Alessandri tuvo varios hijos, casi todos muy brillantes en sus profesiones, pero su hijo Jorge fue el único que llegó a ocupar el sillón presidencial; según su propio padre, era un personaje bastante neurasténico y solitario – el antiguo Diario Clarín lo llamaba, en sus titulares, “la señora” < hoy sería un poco discriminador haberlo tratado de homosexual> – y amante del dinero y, como buen derechista que defendía los intereses de los ricos, hizo un gobierno de los gerentes – muy parecido a los de su émulo, Sebastián Piñera -; don Eduardo Frei Motalva, reconocido estadista, de gran cultura general, tuvo un hijo bastante ignorante – apenas conocía La Mecánica Popular, también fue Presidente en un gobierno bastante desastroso; Entre los hijos de Augusto Pinochet, su hijo del mismo nombre destacó por la estafa perpetrada contra la empresa de armamento FAMAE, que fue investigada por la comisión en la Cámara de Diputados y que provocó la ira de su padre – en ese entonces comandante en jefe del Ejército – manifestada en un “ejercicio de alistamiento y enlace” en la práctica, un verdadero golpe de Estado.
Afortunadamente, hay algunos hijos de Presidentes que se han mantenido en segundo plano, lo cual ha sido muy útil para este país, pues es poco razonable el creer que las capacidades y políticas no se heredan, pues normalmente ocurre lo contrario. El gran problema en Chile es que estamos tan atrasados en historia que aún vivimos en la monarquía absoluta de derecho divino, es decir, que el poder se hereda de padres a hijos – claro a nosotros, los borregos de siempre, cada cuatro años nos preguntan si queremos que ocupe el sillón tal o cual delfín de un prohombre de las castas plutocráticas.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
24/08/2015