¿Dueños de la férula te piden que riegues el extenso patio, a pleno sol, con una cuchara de té. Sabes que es imposible. ¿Por qué, entonces, insistes en aprobarlo y recomendarlo?
Nunca han fructificado los intentos de detener la rueda de la Historia, por mucho que algunos grupos hayan dejado incluso su vida en ello. Tarde o temprano -a veces más temprano que tarde-, los cambios y nuevas propuestas en el ámbito de las estructuras sociales imponen sus términos y se radican en el seno de las comunidades.
Por eso, cuando una nueva idea, o tal vez cierto exagerado modernismo, irrumpe en algún lugar del planeta y logra establecerse como asunto normal, demorará poco tiempo en extender su impetración de ciudadanía en otros sitios. Además, si la nueva idea es tomada en brazos por los sectores jóvenes, sabrá instalarse de manera definitiva en el territorio que quería conquistar, pues en corto tiempo será aceptada por el resto de la sociedad.
Así ocurrió, por ejemplo, con la validación de la vida en pareja fuera del matrimonio convencional establecido por los ‘pastores’. La globalización impide quedar ausente del cuadro de honor planetario en determinadas materias. Recordemos que hasta mediados del siglo anterior se consideraba “situación irregular” (y criticable socialmente) ‘amancebarse’ sin libreta de matrimonio, es decir, habiéndole hecho el quite a una pasadita por el Registro Civil para firmar un par de documentos que validaran la unión ‘amorosa’. Los jóvenes –fundamentalmente estudiantes universitarios que comenzaban compartiendo pieza y pensión- rompieron el esquema, y en tiempo breve el ejemplo cundió entre todos los niveles etarios de nuestra sociedad.
Los esfuerzos de políticos y prensa pertenecientes al ámbito conservador, así como los pontificados de las iglesias (católica y cristianas), poco y nada obtuvieron en esa materia. Batalla perdida. Mejor dicho, batalla ganada por el ‘modernismo de la era tecnológica’ ya que, en realidad (si queremos fungir de ecuánimes y racionales), no es posible aceptar -de todo aquello ofrecido por la globalización- sólo lo que nos conviene, o lo que cuadra con nuestros particulares preceptos morales, religiosos o económicos.
La píldora anticonceptiva es un claro paradigma. La mujer logró (es mi pensamiento al menos) su plena liberación cuando pudo controlar la natalidad y, con ello, decidir cuándo y con quién podía tener relaciones sexuales sin temor a embarazarse ni guillotinar su futuro laboral. Una pesada mochila histórica y bíblica que fue tirada al basurero de la Historia.
Si te abres al mundo, debes permitir que llegue a tu alrededor todo lo que el mundo ofrece. En ese caso, habrá de ser la sociedad misma quien decida cuál o tal asunto tomar, y cuál desechar. Ya lo dije: la sociedad en su conjunto, y no un grupo de supuestos iluminados