En los grandes centros financieros de Londres, Nueva York o Europa, los analistas financieros escriben sesudas crónicas que están cuidadosamente dirigidas a difundir en el resto del mundo, los avances de la recuperación económica respecto a Estados Unidos y Europa,incluso de España (que se prepara para las elecciones), cuyo PIB se estima que al término del año 2016, será de € 1,12 billones de euros, € 8.000 millones más alto que el del año 2008, en una nueva promesa por cumplir. Una serie de suposiciones interpretan positivamente indicadores como el desempleo, el índice de servicios o la baja inflación, como factores que alentarían la recuperación económica.
Los indicadores sociales, para efectos del análisis de las cifras, casi nunca se mencionan en los análisis, lo cual permite obviar una enormidad de carencias en servicios y prestaciones como salud, educación, vivienda, etc., que han sido eliminados del gasto público para equilibrar las cifras, reproduciendo el fenómeno de la pobreza y los efectos nocivos en la población, ya sea en Estados Unidos, Europa o Latinoamérica. Como ejemplo tenemos a nuestro propio país, tal vez con menos consecuencias dramáticas que en otras regiones, que da cuenta de un aumento de la delincuencia. Son las recesiones económicas las que tienen una directa relación con dichos aumentos, como lo señala claramente un reciente estudio de Brian Bell, profesor de la Universidad de Oxford, Anna Bindler, investigadora del CEP y Stephen Machin, profesor de economía de la Universidad de Londres.
Si consideramos como serio el dato oficial de la baja del desempleo en EE UU., debemos ser cuidadosos porque no incluye los millones de personas cesantes que no figuran en dichas estadísticas mensuales, porque son parte de la fuerza laboral que ha estado cayendo y que tocó recientemente una baja en 38 años de 62,6%. Son personas que ya no buscan trabajo, porque los empleos son de mala calidad, parciales, no están dentro del ámbito de la competencia del trabajador, o por pérdida de la calificación laboral. En Chile durante el gobierno de Piñera, se hizo creer a la población que se habían creado un millón de buenos empleos, sin embargo, aún no explican, y esta pregunta la hizo incluso un economista de la propia derecha conocido de Piñera, de cómo, dónde y quiénes fueron favorecidos con esos empleos estables y bien remunerados que crearon. No olvidemos que el 70% de los trabajadores chilenos tienen un ingreso que promedia los $ 350 mil pesos y que el 60 % de los profesionales egresados de universidades o Institutos técnicos, no trabajan en lo que estudiaron, lo que dice que algo está mal.
Respecto de Estados Unidos se señala que el desempleo ha bajado un 5,3%, y que la inflación acumulada es de 1,6%, etc., cuando el salario por hora trabajada ha subido un 0,2% como tasa mensual, no obstante, las remuneraciones siguen perdiendo poder adquisitivo, lo que es contradictorio. El salario mínimo federal alcanzó su punto máximo en 1968 en US$ 8,54 (en dólares de 2014). Desde su último crecimiento en 2009, a los actuales US$ 7.25 por hora, el mínimo federal ha perdido cerca de 8,1% de su poder adquisitivo por la inflación. Cerca de 20,6 millones de personas (el 30% de todos los trabajadores por hora, no autónomos mayores de 18 años) están “cercanas al salario mínimo”, y los salarios en general se mueven entre US$ 7,50 y US$ 9,47 la hora. Este aspecto es vital porque existe una distorsión de la inflación en EE UU., que hemos comentado en otras notas, donde abundan los subterfugios como censar un producto que puede contener 16 onzas y aún cuando mantiene el precio, luego lo rebajan a sólo 13 onzas. Otro caso son las rentas urbanas que han subido un promedio de 3,73% anual desde el año 2000 y nada de eso parece afectar la inflación que tiene una complicada forma de cálculo y que anota a 1,6% anual.
El aplanamiento del ingreso del trabajador es un fenómeno mundial de un modelo en crisis que ha provocado un problema monumental, la caída de la demanda. En general, las remuneraciones han subido muy marginalmente, lo que en Chile ha permitido que ostentemos el primer lugar en endeudamiento de Latinoamérica. Según un estudio de Euromonitor International, la relación entre la deuda y el ingreso de los hogares en América Latina es de 31,5% y para el 2019 el ratio alcanzará el 40%, sin embargo, entre las economías latinoamericanas, la que tiene el mayor endeudamiento de las familias es Chile, que se ubica como la nación con el ratio más alto de 71,7%, seguido de Venezuela 59,2%, Brasil 32%, México 21,8%, etc. Nadie debiera sorprenderse con este dato si considera que el 70 % de la población tiene ingresos promedios de $ 350 mil, lo que no alcanza para vivir, obligando a los chilenos a endeudarse en bancos y casas comerciales, con enormes utilidades para dichos empresarios.
En consecuencia, lo que conviene dejar en claro, es que el intento de recuperación de la economía de Estados Unidos a fines del 2014, porque mejor ni hablar del 2015, no proviene del ahorro. La gran mayoría de los norteamericanos no tiene capacidad de ahorro y se ha medido que el 52% de los mayores de 55 años no tienen ahorros. Cuando aumenta el consumo lo hace sobre la base de un mayor endeudamiento, que en términos generales ha subido un 30%. La perdida de prosperidad del gigante del norte trae una ruta muy marcada, la tasa anual de crecimiento entre 1950-1990 fue 3,74 %, entre 1991-2000 fue 3,45%, entre 2001-2007 fue 2,45%, y entre 2010-2014 fue 2,21%. El incremento de la productividad promedio anual entre 1948 y 2007 fue de 2,5% y entre 2010 y 2014 fue 1,2 %. Aquí no hay milagros, la estructura de la desigualdad en Norteamérica ha crecido, y olvídese de que crecerá al 3,5% o 4%, eso es fantasía.Este incesante declive en las ventas al por menor es grave porque no está ajustado a la inflación (restar la tasa de inflación), y por lo tanto, no es el síntoma de una simple recesión. Un colapso de esta magnitud y duración en una economía de consumo, puede ser el síntoma de una Gran Depresión.
La preocupación por subir las tasas, tiene que ver con un problema a escala mayor, que esconde la discusión respecto a si las bajas tasas de interés en Europa, Reino Unido y Estados Unidos, etc., están creando burbujas, las que finalmente podrían estallar con consecuencias desastrosas. Una nota reciente dirigida a los clientes, por los economistas de Morgan Stanley, sostiene que sí es posible que la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo estén causando que aún no haya inflación al mantener los tipos de interés cercanos a 0% durante un período prolongado, y que se podría estar infravalorando la inflación, cuyo efecto se muestra en las inversiones con tasas negativas que hemos comentado en anteriores oportunidades.
Después de cada flexibilización monetaria o expansión del dólar, sobreviene una masa de dinero que genera desequilibrios porque infla los activos financieros donde se forman las burbujas, que es la real preocupación por subir las tasas. Como efecto de aquello, se produce la revalorización del dólar que es un objetivo buscado por la banca para recoger las enormes utilidades provenientes de los grandes créditos a las empresas, principalmente de las grandes sumas en créditos otorgados a los países que se endeudaron en dólares a tasas que volverán a subir, mientras la gran banca recibió dinero de la FED casi a costo cero, todo siempre y cuando, no exploten las burbujas.
El efecto negativo que genera un dólar alto producto de las expectativas de tasas más altas, afecta las exportaciones de la industria dentro de Estados Unidos y caen las utilidades de las transnacionales instaladas en el extranjero, incluso la banca comercial puede verse afectada. Casi 400 empresas del S&P 500 que habían publicado resultados del segundo trimestre hasta la semana pasada, lograron resultados muy bajos en general, con caídas superiores al 1%, representando por primera vez una tendencia negativa desde el 2012 y la más severa desde 2009. Sin embargo, para el poderoso mundo de las finanzas de EE UU., se trata de un daño menor, residual porque lo esencial son las utilidades que recibirá la gran banca respecto de créditos multiplicados sobre la base de US$ 4,5 billones de dólares colocados por la FED, lo cual cierra el circuito de las colosales utilidades que van al bolsillo de la elite del 1% que es socia de la FED, en una práctica que vienen realizando por más de un siglo y que algunos denominan como ciclos.
Cuando Abraham Lincoln, primer presidente republicano requirió dinero para financiar la guerra civil iniciada en 1861, los tradicionales banqueros que financiaban las guerras, Rothschild J.P. Morgan (John Pierpont Morgan) y otros se excedieron en el cobro de intereses. Lincoln decidió ignorar el privilegio de los bancos privados de imprimir dinero, y ordenó emitir billetes dólares estatales, los “Greenback”. No sobrevivió mucho a esa osada acción, el 15 de Abril de 1865 fue asesinado a balazos en el teatro Ford en Washington. El sucesor de Lincoln, Andrew Johnson, puso fin a la producción de billetes por motivos desconocidos.
John F. Kennedy, unos meses antes de ser asesinado había firmado la orden ejecutiva 111110, por la cual ordenaba la impresión de billetes de banco desde la FED (que es una entidad privada que opera con fines de lucro) bajo la tutela del Estado. Fue advertido por su propio padre, Joseph Kennedy, quién gritando le dijo, “Si haces eso ¡te van a matar!”. Ya estaban circulando unos 4.000 millones de dólares en billetes de baja denominación y estaban a punto de emitir billetes de más alto valor cuando un 22 de Noviembre de 1963, Kennedy muere asesinado a balazos en Dallas. Su sucesor, Lyndon B Johnson, puso fin a la producción de billetes de banco por cuenta del Estado, por motivos que aún son desconocidos.
Dos ex presidentes de los Estados Unidos, Abraham Lincoln y John F. Kennedy están unidos por el mismo designio fatídico. Sus muertes ocurren después que tomaron la audaz decisión de estatizar la emisión y el control del dinero.
He querido recordar estos dos episodios, porque el poder del dinero instalado en los Estados Unidos se inició en el siglo XIX, con poderosos hombres que fueron imprimiendo dinero desde la nada para crear el poder de un imperio financiero que dominara y se impusiera a cualquier otro país o región, incluido el poderoso mundo de la política, que ha sido comprado en todas partes, hasta el punto de declarar guerras desde las sombras y cuyo ejemplo más reciente, conocido por todos, fue la guerra desarrollada por George W Bush, contra Irak bajo el supuesto de la existencia de armas de destrucción masiva, lo que fue oficialmente desmentido por la ONU.
Los objetivos económicos y financieros que podemos observar en nuestros días, fueron advertidos hace muchos años por los propios congresistas republicanos como el senador, Henry Cabot Lodge, quien llegó a profetizar sabiamente, “una inflación colosal de los medios de pago” y que “la moneda oro iba a ahogarse en una marea de papel moneda no cambiable”. Otro senador republicano, Charles A. Lindbergh, padre del famoso aviador, dijo frente al congreso: “Esta ley establece el más gigantesco cartel del planeta […]” (en referencia a la Ley de la Reserva Federal), “así se legalizará el dominio invisible del poder monetario”.
Estos testimonios valen más que muchas cifras y dan una idea de la fuerza que está detrás del poder financiero instalado en Estados Unidos y sus conexiones con el resto del mundo mediante la globalización de las economías. Actualmente no existe una ideología capaz de desplazar el poderío financiero mundial, sin embargo, la formación de nuevas fuerzas económicas, políticas y militares están desarrollando nuevas esperanzas de un equilibrio más centrado del poder mundial, que puede precipitarse si colapsa el modelo neo liberal por auto destrucción. Pero nada es gratis, no hay nada peor que un gran coloso herido de muerte.
Mario Briones R.