Hoy estamos más o menos bien, Ud. y yo, más o menos
Conviviendo en este país y este mundo por primera vez sin larga vista.
Ud. y yo convivimos y conmorimos con Rodrigo Rojas.
En esos años, antes y después
Pudimos haber muerto incinerados como Rodrigo Rojas,
Pudimos morir degollados como Nattino, Parada o Guerrero,
O como Tucapel Jiménez,
O, antes, en un almuerzo en La Habana, en diciembre de 1963, con Ernesto Che Guevara, Pepe Nagel, Barría y Elmo Catalán. Eran años de alzados, atentados y cañonazos anti Habana, lanzados por “El Enamorado”, buque de guerra norteamericano frente a la nueva capital del Che Guevara.
Pudimos haber sido periodistas de Moneda y haber sido bombardeados allí el 11 de septiembre.
Pudimos morir en el bombardeo de la planta de Radio Candelaria, el mismo día 11,
O solicitando reconocimiento y apoyo en Moscú, Berlín, Budapest, Sofía, Varsovia, Pyongyang y Vietnam, que después se nos olvidó.
O en la madrugada en que me secuestraron miembros del Covema, hace exactamente treinta años.
O en los Hornos de Lonquén, con la familia Maureira.
Pudimos estar desaparecidos, con Juan Mayno, en Villa Baviera, la tan admirada por Hernán Larraín y Jaime Guzmán,
O asesinados por la tortura como Eugenio Ruiz Tagle en Antofagasta.
O de un balazo como José Córdova en Iquique
O de varios como mi compañero de Indap, Nelson Flores, acribillado en el patio de su casa en presencia de su esposa y de sus hijos.
Pudimos haber sido lanzados al mar, vivos o muertos,
Con trozos de cemento clavados en los pies,
Como el compañero Director de Obras de Cartagena en 1973.
Pudimos ser fusilados en las paredes de un cementerio como Pepe Carrasco
O de alguna manera en las viejas oficinas de Fortín Mapocho o en las calles durante las protestas,
O en una u otra reunión clandestina o semiclandestina, siempre ilegales, ¿por qué no?
O a la vuelta de un viaje a Cuba como Jecar Neghme, en 1989.
Pero morimos un poco cuando nos persiguieron,
Nos desterraron,
Nos decretaron no regresar en un papel firmado por el propio tirano,
Nos encarcelaron al regreso,
Nos amenazaron de muerte,
Y morimos muchas veces cuando mataron a nuestros camaradas
Y sobre todo cuando apresaron a nuestro hijo
Y dejaron la justicia pendiente
Para hablar de las maldades de Cuba y Nor Corea
Y de lo perverso que es matar un par de leones que van quedando en Zimbawe
O dispararle a un elefante como el rey beodo de España,
De lo malo que son los del Estado Islámico, que queman y degüellan como aquí
¿Y han visto al nuevo gordo Kim?
Y de lo rico que fue Stalin. Sin duda, era dueño del corazón de Neruda, Guillén y Miguel Hernández
Y de lo perverso que era Muamar El Kadafy, que tenía un harem de lindas guardaespaldas
Y ahora su hijo que, sin falta, debe ser ajusticiado en Trípoli o Bengazi, en estos días, por poco democrático, como su papá, es decir sin leyes y tribunales y a patadas.
Y de lo malo que fue sesenta años Raúl Castro, pero se le ha pasado desde que Obama ofreció a sus congresistas invertir por ahí por Camagüey.
Ahora el único malo, o bueno, sigue siendo el anciano y respetado hermano mayor
Y de lo últimas y sin apoyos que son las Presidentas de Brasil y Argentina, una que ganó recién las últimas elecciones y la otra que está ganando las que vienen.
No merecen vivir en la Desa, fijaté, vagínate!
Y del crimen que comete una niña de quince o trece después de ser violada por un tío borracho
Y del mal que se hace cuando una madre embarazada y enferma aborta a un monstruo de dos cabezas sin cerebros, engendrado por una naturaleza sabia impulsada por un divino creador
Que los amaba tanto y los había hecho a su imagen y semejanza.
Y que ahora puede irse a los infiernos
Porque los vaticanos clausuraron el limbo ordenados por Benedicto XVI hace poco tiempo.
Aunque ustedes no lo crean,
A cualquiera de nosotros le pudo suceder.
A Ud. o a mí
Y no habría dicho nada el obispo de Valparaíso, don Duarte García de Cortázar
Cura con cara de conquistador de viejas, cura con cara, cara dura cura
Que respinga la nariz asociado a su socio en sociedad, el pastor Soto de los canutos momios.
Dicen que hoy se murió el más grande asesino de la historia de Chile
¿Cómo se llamaba el segundo de Truman, el segundo de Hitler, el de Bush, el de Somoza o el de Videla?
A todos ellos, también a los de Chile, los hemos dejado atrás, aunque sea por edad.
En este país donde hasta un Cid es condenado por violador de niños.