La iglesia católica se ha creído siempre la heredera del emperador Constantino, en consecuencia, se considera un poder terrenal y que tiene a su haber los más atroces crímenes contra la humanidad: Las Cruzadas, La Inquisición y las Guerras de Religión, sin contar con el aplauso del nazismo y del fascismo por parte del Papa Pío XII. Hoy es más difícil la instauración de una teocracia pues, por fortuna, la mayoría de los Estados en el mundo son laicos – nada más funesto que los famosos monoteístas, herederos de Abraham -.
En tiempos de mi abuelo, Rafael Luis Gumucio Vergara, un conservador limpio y honesto, que no tuvo ni un fundo propio y sí muchos hijos, la mayoría de la directiva del Partido Conservador – al cual pertenecía – estaba integrada por muchos curas a quienes les importaba más el poder de la iglesia que la religión predicada por el Nazareno. Este Partido practicaba el clericalismo puro, es decir, evitar la aprobación de cualquier ley que perjudicara a la iglesia y su poder – afortunadamente, este Partido fue siempre minoritario en el Congreso y nunca tuvo, dentro de sus filas, un presidente de la república, aunque sí lograron paralizar, en múltiples ocasiones, el avance de leyes laicas sobre la base de las triquiñuelas de que no podía cerrarse el debate hasta que no hablara el último diputado < mi abuelo, en ese tiempo diputado, fue el rey de ese juego distractivo > -.
En 1925, el muy pillín laico y masón, el Presidente Arturo Alessandri Palma logró la separación de la Iglesia y el Estado aunque, como decía el arzobispo Crescente Errázuriz,”la Iglesia nunca se ha separado del Estado”, y así ha sido hasta nuestros días: obispos y curas, no sólo presionan a los feligreses sino, sobre todo, a los diputados y senadores que se llaman cristianos – desafortunadamente, yo milité en dos partidos que llevaban el apellido “cristianos”, uno de ellos, la DC y otro, muy avanzado <creo que utilizar el término religioso en política es un abuso> -.
En gran parte del siglo XX, la iglesia de Constantino practicó el clericalismo sobre la base un miserable y ramplón anticomunismo que, incluso, la llevó a aliarse con el fascismo-nazismo y, posteriormente, con Juan Pablo II, el Papa polaco, a convertirse en un elemento fundamental del derrumbe del socialismo realmente existente.
En Chile, la iglesia cuenta con dos partidos que dicen llamarse cristianos: la Democracia Cristiana y la Unión Demócrata Independiente – esta última de corte fascistoide y corporativista -. No nos debe extrañar el hecho de que un grupo de obispos, cultores de “mamón”, que les gusta más el dinero que el culto del “pobrete” de Nazaret – siempre he pensado que detrás de la hipocresía de estos pollerudos y un culto a la plata y al “mandoneo y masajeo” de niñas y niños débiles hay un miserable ateísmo materialista gris y miserable –estos malditos son la causa de la huida de los fieles de. No huelen a cordero sino a lobos.
En tiempos de la república, cuando había dos partidos católicos – conservadores y la democratacristiana – estos curas prepotentes y seguidores de “mamón”, amenazaban a los inocentes corderos electores con la excomunión si no votaban por el candidato de un partido católico, que asegura su sufragio para votar en contra, en ese tiempo, del proyecto de ley de divorcio – la iglesia lo consideraba poco menos que satánico, pues atentaba contra el sagrado vínculo matrimonial -.
Recientemente, en el Diario de comerciantes y ladrones El Mercurio, aparecen dos inserciones de obispos de “mamón”: la primera, del sector más reaccionario, en pleno siglo XXI, amenaza con la excomunión a diputados y senadores que voten a favor del aborto terapéutico; la segunda, de La Conferencia Episcopal, un poco más refinada en su documento, ataca también el proyecto del gobierno.
Otrora, la Democracia Cristiana tuvo el valor de no aceptar injerencias y clericalismos en Chile: por ejemplo, Eduardo Frei Montalva mantuvo y promovió el aborto terapéutico – existía desde 1930 – y, además introdujo la contracepción, por medio del uso de píldora y de dispositivos intrauterinos. Desafortunadamente, algunos democratacristianos siguen a estos “pollerudos” de “mamón”, pues asistimos a la decadencia de este partido, hoy corroído por la influencia de la mafia neoliberal, introducida por los Walker, los Martínez y otros.
Esta ofensiva del clericalismo tiene cero posibilidades de éxito en el mundo de hoy. Personalmente, siento mucha pena de que la iglesia del Cardenal Raúl Silva Henríquez, de Alberto Hurtado y de Manuel Larraín, sea dirigida actualmente por un italiano reaccionario, Ricardo Ezatti – cuesta discernir si es un fascista o un tonto – y que unido a una Conferencia Episcopal donde predominan los discípulos del pedófilo y abusador Fernando Karadima, se haya convertido en una parte de la conspiración fascistoide contra los cambios.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
06/08/2015