Diciembre 27, 2024

La democracia regresa a Grecia

protestas_grecia_500

protestas_grecia_500Mientras el primer ministro griego Yorgos Papandreu lucha por aprobar una segunda ronda de rigurosas medidas de austeridad, la plaza Syntagma de la capital se ha convertido en un modelo de democracia directa, en la que los atenienses se reúnen para expresar su indignación.

 

 

Cuando Stéphane Hessel escribió en “¡Indignaos!” que la indignación contra la injusticia debía convertirse en “una insurrección pacífica” quizás no esperaba que el movimiento de los indignados en España y el de los aganaktismenoi (indignados) en Grecia siguieran tan fielmente, tan pronto y tan espectacularmente su consejo.

La resistencia griega a las catastróficas medidas económicas era de esperar. A lo largo de la historia moderna, los griegos han resistido a la ocupación extranjera y a la dictadura doméstica con determinación y sacrificio. Las medidas impuestas por el FMI, la UE y el Banco Central Europeo con el acuerdo total, por no decir con la invitación, del Gobierno griego, han generado 11 huelgas generales de un día, numerosas huelgas regionales y actos imaginativos de resistencia.

Los medios de comunicación nacionales y extranjeros informaban ávidamente de los enfrentamientos entre los jóvenes y la policía antidisturbios que siguieron a las principales manifestaciones y dejaban una espesa nube de gas lacrimógeno sobre Atenas. Estas protestas, lideradas por los partidos de izquierda y algunos sindicatos, eclipsaban las manifestaciones contra la austeridad en el resto de Europa. Pero la incesante campaña de miedo llevada a cabo por los medios de comunicación afines a la clase dirigente, los expertos y los intelectuales de las élites difundieron el temor y la culpabilidad en la mayoría de la población y pronto lograron mitigar la resistencia.

Indignados en el ágora

Pero hace tres semanas, la situación cambió. Una variopinta multitud de hombres y mujeres indignados de todas las ideologías, edades y profesiones, incluidos muchos desempleados, comenzaron a ocupar la plaza Syntagma, la plaza central de Atenas frente al Parlamento, así como los alrededores de la Torre Blanca, en Tesalónica, y los espacios públicos de otras ciudades importantes. Las ocupaciones y las concentraciones diarias, que a veces han reunido a 100.000 personas, se han desarrollado pacíficamente, mientras la policía les observaba a distancia.

Estas personas, que se autodenominan “indignados”, han atacado el empobrecimiento injusto de los trabajadores griegos, la pérdida de soberanía que ha convertido al país en un feudo neocolonial de los banqueros y la destrucción de la democracia. Su exigencia común es que se marchen las corruptas élites políticas que han gobernado el país durante 30 años y lo han llevado al borde de la quiebra. No se identifican específicamente con partidos políticos ni con banderas.

Miles de personas se reúnen a diario en la plaza yintagma para tratar cuáles serán los siguientes pasos. Las similitudes con el ágora clásico ateniense, que se reunía a unos cientos de metros de allí, son sorprendentes. A los oradores que desean exponer sus ideas se les asigna un número y se les llama a la plataforma si sale elegido dicho número, como recordatorio de que muchas autoridades de la Atenas clásica se elegían al azar. Los oradores tienen un tiempo limitado de dos minutos, para que así puedan participar el máximo de personas.

Una democracia en acción

La asamblea se dirige con eficacia, sin los habituales abucheos en los discursos públicos. Los temas van desde cuestiones organizativas, nuevos tipos de resistencia y solidaridad internacional, hasta alternativas a las medidas tan catastróficas e injustas. Ninguna cuestión va más allá de la propuesta y del debate. En los debates semanales organizados, se invita a economistas, abogados y filósofos políticos a que presenten alternativas para resolver la crisis.

Se trata de una democracia en acción. Se concede el mismo tiempo a las opiniones del desempleado y a las del profesor universitario, se tratan con igual respeto y se someten a voto para su adopción. Los indignados han ocupado la plaza, en la que se desarrollaban actividades comerciales, para transformarla en un auténtico espacio de interacción pública. El tiempo que solía pasarse por la noche delante de la televisión se ha convertido en el momento para estar con los demás y hablar sobre el bien común.

Si la democracia es el poder del “demos”, es decir, el gobierno de los que no tienen ninguna cualificación especial para gobernar, ya sea riqueza, poder o conocimiento, esto es lo más cerca que hemos estado de la práctica democrática en la historia reciente de Europa.

De todos y de ningún partido 

Los articulados debates de la plaza Sintagma han desacreditado el mantra banal de que la mayoría de las cuestiones sobre políticas públicas son demasiado técnicas para los ciudadanos de a pie y deben dejarse a los expertos. La constatación de que el demos tiene más sentido colectivo que cualquier otro líder, una creencia fundamental del ágora clásico, ahora regresa a Atenas.

Los indignados han demostrado que la democracia parlamentaria debe complementarse con su versión más directa. Es un recordatorio oportuno, ahora que la confianza en la representación política se está sometiendo a una gran presión por toda Europa.

La respuesta del Gobierno del Pasok hasta ahora ha sido vergonzosamente débil. Los propagandistas de la clase dirigente culpan a la izquierda dividida de las protestas y la posterior violencia limitada. Pero esta táctica no funciona con los indignados, que proceden de todos los partidos y de ninguno en concreto. Se ha acordado una campaña dispuesta a detener el voto en el parlamento de las nuevas medidas que el presidente Yorgos Papandreu acordó con los banqueros y con la canciller alemana Merkel, que ampliarían y extenderían la actual recesión y aumentarían el desempleo como mínimo hasta 2015, un remedio mucho peor que la enfermedad.

Más cerca de Tahrir que de Sol

La reacción a estas medidas será el punto álgido del enfrentamiento entre las “fuerzas internas” y los indignados, que ahora llega a su partida final. Hoy, la multitud de Sintagma une sus fuerzas a los sindicatos en una huelga general y en una concentración que rodeará el parlamento. 

Syntagma ahora se encuentra más cerca de la plaza Tahrir de El Cairo que de la Puerta del Sol de Madrid. La experiencia de permanecer a diario en este lugar y de enfrentarse al parlamento ha cambiado la política de Grecia para siempre y ha hecho que las élites se preocupen por primera vez.

En griego, la palabra stasis significa tanto una postura erguida y recta como una revuelta o una insurrección. El nombre de la plaza tiene su origen en las manifestaciones del siglo XIX, que exigían al rey una constitución (syntagma). Esto es lo que repiten hoy los indignados: permanecen erguidos y exigen un nuevo orden político que les libere de la dominación neoliberal y de la corrupción política.

 

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