El paro de profesores y profesoras municipales está condenado al fracaso por diversas razones y circunstancias. Esto, va más allá de reconocer que la Concertación- ahora la Nueva Mayoría- se encargó de culminar, prácticamente, la labor de destruir la educación pública, empresa que la dictadura dejara inconclusa. Los gurúes del conglomerado del arcoíris se encargaron de liquidar con perversas políticas que beneficiaron al sector subvencionado.
Sin embargo, ello no es óbice para un profesor de izquierda, como el que escribe, denuncie que quedan en una nebulosa las motivaciones por las cuales los profesores del sector municipal están luchando, quienes se mantienen en paro hace más de un mes y que han provocado un daño irreparable a los alumnos y alumnas de estos establecimientos, de por sí deprivados y con graves carencias y déficits socioculturales.
Tiendo a pensar que el fin último de este movimiento oscila entre conquistar algunos mezquinos privilegios para poder mantenerse encastillados en su modesta ocupación por lo que dure su carrera profesional, no importando si vegetan o no; y no aceptar que el siglo XXI demanda plasticidad, flexibilidad, apertura constante al cambio y sus vicisitudes, creatividad, disposición a aprender y a desaprender, a empaparse de nuevos contenidos y metodologías; es decir, dinamizar cada día como si fuera aquél ya lejano, en que henchidos y henchidas de ilusiones y esperanzas, con una vocación luminosa- quiero creerlo- dieron su examen para titularse.
Resulta inaceptable que una de las razones esgrimidas de lucha sea el rechazo o el cuestionamiento a la evaluación ya sea de forma o de fondo, siendo que concorde la lógica, el sentido común y los permanentes estándares de los países avanzados de la OCDE la educación chilena está rezagada y sus rendimientos y desempeños son deficitarios, por no decir paupérrimos.
Y no es que la OCDE sea el único organismo que deba dictar todos nuestros baremos per se, tal como el Oráculo de Delfos o la Sibila de Cumas en la antigüedad; incluso, sugiero que miremos el modelo cubano y tratemos de recrear lo mejor, dejando de lado excrecencias y resabios ideológicos-; mas en un mundo donde, por fuerza, hemos de funcionar con mentalidad holística, no podemos no escuchar pronunciamientos críticos, que no son los únicos válidos, aunque si sabemos acogerlos con lucidez y apertura nos pueden orientar para un reenfoque y mejoras sustantivas.
Entre paréntesis, quiero recalcar la majadería y la cerrazón sobre-ideologizadas de ingenieros sociales, tecnócratas y heraldos del neoliberalismo, que insisten en el imperativo de observar y copiar el modelo finlandés, como si la historia no arrojara pruebas más que de sobra para demostrar que ciegos y sordos, caemos en el mismo yerro perpetuo: nuestros afanes simiescos de copia, que han fracasado hasta la saciedad; en vez, de aprender de Cuba, por ejemplo, que va a la vanguardia mundial en educación, y en otros ámbitos de la ciencia y el conocimiento.
Como profesor, sé que la modalidad actual de evaluación, no sólo no basta; sino que se ha prestado para que se generen mafias encargadas de hacer portafolios a los y las incapaces; amén del hecho de que es una mera fotografía, pero sin la continuidad ni engarce en el proceso educativo, de modo de dar cuenta efectivamente de los aprendizajes esperados, la cobertura curricular, las mediciones y evaluaciones que son precisas para determinar logros concretos.
Por dar otro ejemplo, se filma una clase, como uno de los aspectos que se ha de evaluar; por lo cual, se da el lapso para preparar un montaje a quienes no se desempeñan, de la misma forma profesional, durante el resto del año. A mi juicio, sí podría mantenerse la clase filmada con una fecha advertida con antelación; mas, ello habría que complementarlo con una o dos clases al azar- o más si fuese menester- y sin ningún tipo de comunicación previa, para contrastar los parámetros habituales y rutinarios versus la parafernalia que se despliega cuando hay que consumar una performance delante de la cámara.
Por consiguiente, si tomamos en cuenta que no hablamos de una entelequia, sino de una realidad concreta en la que se insertan y desenvuelven personas. Existe una obligación ética y moral, de aceptar las exigencias que tiendan a nivelar, o acercarse lo más posible hacia la excelencia, por muy gravosas que resulten las mediciones, evaluaciones, pruebas. Aunque habría que definir a priori el perfil antropológico del ser humano que deseamos formar, lo que está en consonancia con los valores, ideales y el paradigma con los cuales hemos de trabajar.
Retomando la idea que vertebra este escrito, quien no quiera hacerse cargo de tamaña responsabilidad ha de mirar hacia otros y nuevos horizontes laborales; garantizándoles justicia en las reglas de este proceso, acompañado de los tiempos y espacios para la preparación y el reforzamiento adecuados, tanto para quienes asuman el desafío como para quienes no lo acepten, y opten por abandonar el sistema.
Por otro lado, no es en la calle donde se conquistan las batallas por la educación; sino en el aula, donde necesitamos profesionales con una altísima cualificación, que todos los años, en vez de tener dos meses de vacaciones de verano y dos semanas de vacaciones de invierno, debieran asistir a perfeccionamientos impartidos por las universidades líderes en materia de las ciencias de la educación de óptimo predicamento.
Si en vez de responder al mandato de la sociedad, se llegase a postular posiciones mediocres y acomodaticias- que todavía yo no he escuchado afortunadamente- sobre que les van a arrebatar “días de descanso”, mejor nos quedamos todos y todas en la casa, y aprovechamos de terminar de sepultar la educación municipal, que agoniza patéticamente.
A despecho del planteamiento crítico que he formulado sobre el paro de los profesores y las profesoras, que está condenado al fracaso, y so peligro de contradecirme a mí mismo, hay que sospechar que La Señora B, y su cáfila de expertos o seudo expertos- según sea la perspectiva-, amén de la banda de rufianes instalados en el senado y en la cámara de diputados, no ha de dar al traste con el modelo del lucro en definitiva, que es el hilo principal del neoliberalismo; detrás de todo esto,- y perdón si me contradigo a mí mismo una vez más- advierto una coartada ideológica para grabar, a fuego, de una vez y para siempre, el correspondiente “QEPD” en la educación pública…¿Un jugada de la Nueva Mayoría, en concertación con la Alianza, y con sus lacayos del PC?… ¿Quién recuerda los casos Penta, Soquimich, Caval, Corpesca?… ¿Nueva Constitución?… ¿Recuperar el cobre y otros recursos como el agua?…