“Hay pánico, sin importar lo que ellas [ las autoridades ] se apresuren a hacer, esto simplemente no detiene la caída “, dijo Dong Tao , economista de Credit Suisse.”[1]
Como hemos señalado en otras ocasiones lo que ocurra en China, que es la segunda o según algunos la primera economía mundial, tendrá consecuencias globales. China es el principal comprador de materias primas y agrícolas y es el primer consumidor de cobre en el mundo. Ahora existe el temor que la brusca caída que están experimentando las bolsas, pase del mercado financiero a la economía real. Esto sería un duro golpe para economías llamadas “emergentes”, como la chilena, cuyo pilar es la exportación de minerales, especialmente cobre. En septiembre de 2014, cuando el congreso aprobó la ley de presupuesto, se estimaba un precio promedio anual de la libra de cobre en US$3.12 dólares, pero ahora el gobierno ha transparentado que espera un promedio de US$2.75 dólares, y el crecimiento del PIB que se había estimado en 3.6% anual para 2015, ahora oficialmente se espera solamente de un 2.5%; pero ya se han escuchado economistas advirtiendo que en Chile deberíamos esperar un crecimiento más cercano al 2% en 2015.
El voto NO a los nuevos recortes de gastos sociales y otras medidas de austeridad del pueblo griego, y el default (cese de pagos) en que se encuentra la nación helénica, con la posibilidad cada vez más cercana del “Grexit”, la salida de Grecia del Euro, provocaron inicialmente la caída generalizada de las principales bolsas de valores del mundo.
El efecto es particularmente grave sobre las bolsas en China, que ya habían comenzado un declive desde el 12 de junio, con una caída acumulada, a la fecha, de más del 30%. No obstante, hace apenas un mes en las bolsas de la nación asiática se alcanzaban las mayores cotizaciones en siete años, impulsadas en gran medida por el uso de dinero “dulce” originado en la “flexibilidad cuantitativa”, dinero prestado, que se dirigía a la compra de acciones; sin embargo ahora se precipita el declive de los precios ante el temor a un futuro estallido de una burbuja financiera.
Cientos de empresas que cotizan en bolsa han suspendido sus cotizaciones en los últimos días. El martes 7 de julio de 2015, después del cierre de los mercados bursátiles, se anunció el cierre de las cotizaciones de otras 173 empresas en Shanghai y Shenzhen. Los medios informaron que al mediodía del 8 de julio, 1.429 empresas (el 51% del total en los dos mercados bursátiles) habían dejado de cotizar por alcanzar su precio pérdidas diarias del 10%, el máximo permitido.
La prensa financiera indica que “la Comisión Reguladora del Mercado de Valores de China (CRMV) reconoció, mediante su portavoz, Deng Ge, que hay “pánico” en el mercado chino y una consiguiente tendencia a las “ventas no razonables”. Estamos ante el comienzo de un estallido, que las medidas de intervención urgentes del gobierno no han conseguido frenar, aún cuando incluyen la adquisición directa de títulos de grandes compañías, la detención de ofertas públicas y la reducción de tasas de comercialización. Se han hecho llamados a las empresas públicas a adquirir sus propias acciones, para estabilizar el precio y los censores han prohibido a los medios el uso de términos como “rescate del mercado” o “desastre de las acciones”. Pero hasta ahora todas las iniciativas han fracasado ante el pánico de los poseedores minoritarios de títulos por venderlos y desapalancarse de los créditos que permitieron sus adquisiciones.
Como consecuencia hasta ahora cerca de 3 mil millones de dólares del valor de los títulos de las empresas ha desaparecido.
Desde hace tiempo muchos analistas y economistas advierten la fragilidad en que se encuentra el modelo de acumulación del capitalismo chino, en especial por el sobre endeudamiento y la acción de la “banca en las sombras”, las sobrecapacidad de producción que implican endeudamiento al que no pueden hacer frente las empresas, y la burbuja inmobiliaria y financiera. Ello ha provocado un “agujero negro” que engullía hacia la especulación la mayor parte de las inyecciones masivas de dinero fresco con las que las autoridades pretendían dinamizar nuevamente el crecimiento de la economía, tratando de recuperar el crecimiento. El efecto acelerador de contagio del distante y relativamente pequeño país helénico sobre el gigante chino muestra la fragilidad de su economía ante sus propios problemas estructurales y los choques externos.
Desde hace tres días las autoridades del país asiático se esfuerzan por parar el derrumbe de las bolsas, sin éxito. Esto agrava el pánico, algunos analistas advierten que la intervención gubernamental fallida puede acelerar la caída bursátil. Muchos hablan de una repetición de la famosa crisis de 1929 en Wall Street. El propio gobierno chino había promovido la entrada de nuevos inversionistas, sin conocimientos financieros ni respaldo en caso de crisis. Son pequeños inversionistas que tomaron préstamos hipotecando su vivienda para invertir en bolsa, lo que de paso ayudó a inflar la burbuja; son estos inversionistas los primeros que se han contagiado del pánico y procuran deshacerse de sus títulos antes de perderlo todo.
[1] Financial Times, 7 de julio de 2015. China stock market rout deepens.
[2] PULSO. 8 de julio de 2015. Bolsa de Shanghai se hunde otro 5,9% a pesar de nuevas medidas para estabilizar mercados
Patricio Guzmán S.
Fundación Constituyente XXI