La señal que entrega el airado mundo social, tan caro para el imaginario comunista, algo le dirá a la tienda de Neruda y Marín. Centenares de miles de estudiantes, profesores y trabajadores inundando las calles con una exigencia que no tiene que ver con simples reformas o promesas de mejoras, sino con un NO rotundo al modelo, tiene un peso importante en elocuencia.
Lo que palpita es una sola consigna: no más neoliberalismo, la exigencia del fin de una cultura que no ha hecho sino pauperizar a la gente, que ha quitado derechos adquiridos a los trabajadores, que ha mantenido a millones viviendo de créditos eternos, y permitiendo que los viejos terminen sus vidas útiles sumidos en la miseria y el abandono, despreciados y humillados, solo por referir algo de su heredad.
Ya se ha visto y demostrado que desde dentro del sistema que por un cuarto de siglo no ha hecho sino perfeccionar lo que fundó la dictadura, corrigiendo aquello que producto del tiempo y de la lucha social ha debido ser adecuado, modificando lo que ha requerido de una necesaria modernización, pero siempre tendiendo a profundizar y mejorar lo hecho por el tirano, no se puede hacer nada a favor de sus víctimas.
La Concertación se entregó en cuerpo y alma al legado pinochetista aún cuando en sus discursos aún destellen palabra como cambio, reforma y compañero, todas ellas desprovistas de sus significados esenciales, ahuecadas, vacías y solitarias.
La Concertación derivó en un referente de derecha vestido con ropajes izquierdistas, donde los poderosos encontraron el apoyo necesario para no solo continuar como si durante la dictadura no hubiera pasado nada, sino que mejor aún de cómo estaban en tiempos del tirano.
La Concertación ofreció la paz asocial a un precio de ganga. Liquidó la prensa cáustica, cooptó o hizo trizas sindicatos, federaciones y confederaciones, desarrolló estrategias represivas evidentes y encubiertas, amansó a ex dirigentes por la convincente vía de los altos estipendios y el broche de oro de esa estrategia, fue fichar al Partido Comunista cuando el desgaste de la primera fase concertacionista no se sostenía de anquilosado y terminal.
Este segundo aire bautizado como Nueva Mayoría intentaba domar al movimiento social que había eclosionado a pesar de las prevenciones anteriores.
La casta dirigente suponía que la gran influencia comunista en el movimiento social, permitiría que éste se sumara al proceso que se iniciaba con la decisión de la actual presidenta de volver a postularse al cargo, convencida como estaba ella y los retoños que alguna vez la sucederían, que sus números eran imbatibles, eternos, inmarcesibles y perfectos. O que, por lo menos, sus expresiones más agudas bajarían en intensidad.
Pero algo pasó. Las cuentas no coincidieron.
En pocos años la otrora imbatible fuerza comunista en los movimientos sociales, en especial entre los estudiantes se vino abajo estrepitosamente hasta el extremo de que casi no hay representantes en la CONFECH, y no se sabe de Federaciones estudiantiles que sean dirigidas por los otrora imbatibles jotosos, a menos que se entienda por algo el tener a la CONES y la Vicepresidencia de la FECH, entre sus cuadros.
Entonces llegamos al momento histórico en el que se desata la mayor rebelión popular contra el modelo. Pescadores, trabajadores portuarios, forestales, de la salud, del transporte, estudiantes, profesores, entre otros gremios, además de los pobladores cansados de vivir entre la mierda, están empujando hacia un estado de crispación social solo visto en los tiempos del tirano.
No pocas voces comienzan a repetir la necesidad de concertarse para impulsar un Paro Nacional de la civilidad, de la ciudadanía, el pueblo o lo que sea.
Todo este escenario se despliega en un contexto definido por la mayor crisis del sistema político que tiene al 20% del Senado bajo la mira de los fiscales y a un número aún incierto de diputados a punto de ser formalizados y procesados.
Cada día suma a más personalidades de la política a los escándalos del financiamiento irregular de sus campañas y de sus vidas privadas; se descubren actos de vergonzosos cohechos que explica en gran medida la legislación que ha favorecido a los grandes empresarios; los más empingorotados ultraderechistas son procesados por las reiteradas trampas hechas en el sistema impositivo; altos dignatarios de la Concertación aparecen mezclados en chanchullos y negociados propios de delincuentes comunes.
Es un escenario en el que aumenta en grados importantes la sensación de que el sistema se cae a pedazos, en el cual las conductas extrañas y erráticas de la presidenta Bachelet agregan condimentos que contribuyen a una sensación de que aquí no manda nadie, que el gobierno camina solo por el impulso natural de la inercia de las instituciones del Estado.
Mientras la presidenta sigue a la caza de la siguiente selfie con la selección nacional del fútbol creyendo extrañamente que ese acto contribuye a granjearse la simpatía perdida de la gente. La presidenta da la sensación de no estar. Peor aún, de no querer estar.
En este escenario la teoría bípeda del PC contribuye con algunos grados más a la sensación de caos, de que nadie escucha, que nadie quiere resolver nada, en el que se impone como cuestión de la política un amurrado y ególatra ministro que asume sobre sus hombros una decisión en contra de millones. Una especie de reyezuelo convencido de que lo asiste toda la verdad y toda la razón por gracia divina
Así, llevados los profesores a una radicalización de sus posturas, a pesar de la dirigencia PC que lo conduce, aumentan las contradicciones de la teoría de los pies separados. Sin ir muy lejos, la diputada del PC Camila Vallejo critica hoy a los profesores por no haber aceptado la mano que se les daba desde la Comisión de Educación, aunque, he ahí la otra patita, tampoco considera buena idea que el Ejecutivo la presione.
En esta imagen se ve de manera nítida lo extraño e infructuoso de no elegir un lado y optar por quedar bien con dios y con el diablo de manera simultánea.
Pero en política, y en todo el resto si las cosas son de verdad, hay que elegir un lado, una arista, un rincón, un bando, un ala. Hasta en la cama esta decisión es un hecho relevante.
Por eso decidir por la vía aparentemente cómoda de servir a dos señores, ser de manera simultánea yunque y martillo, deberá tener sus costos al corto, mediano y largo plazo y por el momento no va a resolver nada.
La agudización de la crisis del neoliberalismo y la superestructura que lo administra, deberá buscar su salida. Y va a depender de los actores sociales, de su capacidad política y de su audacia, el que las cosas irrumpan a su favor.
Ya hemos dicho que las marchas no son eternas y lo único que cambian es el tránsito vehicular de las calles.
Hace falta que la gente se ponga de acuerdo en aquello en que es posible. Las derivaciones de la teoría que queden para cuando haya tiempo.
La urgencia de hoy se resume en la necesidad de amplios acuerdos programáticos que levanten una consigna, una sola, que tenga la magia de seducir a millones en la decisión de sacar a la casta dominante de sus poltronas y comenzar a fundar un país sobre la base de todo lo que la gente que ha sido víctima de esta cultura, defina como necesario para el presente.
También para el futuro, pero sobre todo para el presente. La vida es hoy.
La condición esencial para esta decisión es que hay que elegir un lado. Uno solo.
En vez de proponerse con un pie en la calle y otro en la Moneda, más le valdría al PC poner los dos pies en la tierra.