Noviembre 19, 2024

Reforma laboral y sus no esperadas consecuencias

 

En estos últimos días, el Congreso Nacional ha empezado a discutir el proyecto de ley que pretende “nivelar la cancha” en las difíciles relaciones laborales chilenas. Se espera que con esta nueva legislación, los sindicatos obreros tengan más fuerza y capacidad organizacional y con esto, ellos puedan tener un poder de negociación capaz de enfrentar el enorme poder de los empresarios. Se desea adoptar la legislación laboral que hoy existe en países más ricos y más desarrollados.

 

 

 

Es necesario añadir que esta estructura legal propuesta no es más ni menos que la recomendada por la Organización Internacional del Trabajo, OIT, organismo especializado en este tema dentro del sistema de las Naciones Unidas. No obstante estas buenas intenciones reformadoras, si ellas se implementan como están enunciadas, probablemente tendrán un efecto sumamente negativo en el desarrollo económico del país. Es altamente probable que la producción de bienes y servicios nacionales se reduzca sustancialmente y con esto se reduzca también el crecimiento del producto bruto nacional.

 

Empresarios ineficientes y abrumados por la anterior reforma tributaria ya han dejado de invertir. La inversión en bienes durables y de capital se ha desplomado estrepitosamente en los últimos meses. Ahora, es probable que si la reforma laboral se aprueba como ella ha sido propuesta; muchos empresarios cerrarán sus negocios, sacarán sus capitales de Chile y los invertirán en acciones y bonos emitidos en los países desarrollados. Con todo esto el desempleo nacional aumentará significativamente y esto agravará el estándar de vida de la población nacional.

 

¿Pero por qué medidas lógicas y racionales como la reforma tributaria y la reforma laboral producen efectos no deseados por la actual elite política chilena y con todo esto la economía en vez de crecer se paraliza?

 

Hay varias razones para tratar de explicar este peculiar y no esperado resultado. En primer lugar es preciso señalar que la inmensa mayoría de los empresarios chilenos son empresarios pre modernos y que pertenecen al capitalismo denominado “capitalismo primitivo”. Estos capitalistas primitivos administran lugares de trabajo injustos, ineficientes y poco productivos. Los directivos de estas empresas son individuos sumamente ricos, aparentemente modernos pero, y este es un gran pero, con mentalidad, valores, actitudes y motivaciones propias de comerciantes medievales. Ellos así están muy lejos de los estándares propios del empresario moderno o también llamado empresario “weberiano-schumpeteriano”. Los empresarios nacionales, en su inmensa mayoría están acostumbrados a implantar modelos de producción, donde la productividad de los trabajadores sólo se consigue mediante el uso de la represión, el miedo y la inexistencia de sindicatos efectivos y bien organizados. Es así como el estilo de mando es autoritario, patriarcal y patrimonial.

 

En segundo lugar, la gran mayoría de la fuerza laboral nacional se ha acostumbrado a sobrevivir esta explotación extrema, mediante ritmos de trabajo lento y poco productivo. Este mecanismo defensivo de hacer el menor esfuerzo posible, se ha fincado y enraizado en el código genético de la fuerza laboral chilena desde hace ya más de cinco siglos. i En efecto, la única manera de sobrevivir en las encomiendas agrícolas y en las faenas mineras de la época de la conquista y colonia española, fue mediante el trabajo lento. El esclavo agrícola o minero que laboraba por interminables horas y bajo el látigo de sus verdugos, por lo general moría al cabo de un par de años de esclavitud. Tan enorme fue la mortandad de los nativos, que los españoles fueron forzados a importar millones de esclavos africanos. El trabajo lento fue así una exitosa estrategia de sobrevivencia y esto fue aprendido e internalizado en el carácter nacional y hoy día, es en gran parte responsable por los bajos índices de productividad laboral existentes en el país.

 

En tercer lugar, es también responsable por los malos resultados de la economía nacional, la escasa eficiencia, eficacia y productividad de la administración pública nacional. Esto tanto a nivel central, regional y municipal. La falta de organización adecuada del sector público nacional, impide que el Estado sea capaz de guiar y apoyar efectivamente el esfuerzo productivo nacional. Por lo tanto, las fallas del sector privado no pueden ser aliviadas por el sector público. El aparato estatal está dirigido y administrado por individuos seleccionados y contratados no por sus méritos personales y sus capacidades organizacionales, gerenciales y empresariales; sino por amistad, parentesco y particularmente por su afiliación política y otros atributos nepotistas. Además la burocracia estatal no es sólo ridículamente pequeña y mal financiada, sino también ineficiente y corrupta. Esto en gran parte explica el consuetudinario mal funcionamiento de los servicios públicos. La educación, la salud, el transporte público, la vivienda, la seguridad pública, la justicia, etc.; no operan como ellos deben funcionar. Tal vez, el ejemplo más patético de ineficiencia funcionarial es el caso del transantiago, la construcción del puente Cau Cau así como también los intentos estatales por construir viviendas para pobladores pobres que han sufrido alguna catástrofe provocada por la naturaleza.

 

En conclusión, de esta forma, los tres motores de la economía chilena: el sector privado, la clase trabajadora y el sector público, no son capaces de tirar con éxito el carro de la economía. Esta economía se parece a un barco destartalado que no es capaz de escapar a tiempo de una tormenta que tiene las características para llegar a ser una tormenta perfecta. El país parece caminar como un sonámbulo derecho hacia un enorme abismo depresivo.

 

¿Pero cómo explicarse que esta Nueva Mayoría que se supone que cuenta con cuadros profesionales y técnicos de primer nivel sea capaz de cometer estos errores?

 

No hay duda que las intensiones y deseos de la nueva mayoría son apropiados, válidos y sumamente necesarios y pertinentes. La clase trabajadora es explotada miserablemente. El 80% de los chilenos viven angustiados y sufren existencias miserables. Están endeudados hasta el cuello. Por un lado reciben bienes y servicios de baja calidad y caros de parte del sector privado, y por el otro reciben bienes y servicios de mala calidad de parte del sector público. De esta forma la injusticia distributiva es global, generalizada, real y patente y esto debería ser apreciado y entendido por todos. Definitivamente los cambios son necesarios e indispensables. No obstante, la gran deficiencia de la Nueva Mayoría (fenómeno que fue exactamente igual con la Concertación) radica en el fundamental hecho que esta elite verdaderamente cree que el empresariado chileno es moderno. En otras palabras, capaz de adecuadamente adaptarse a las nuevas condiciones y demandas del entorno. Lo que los intelectuales de la Nueva Mayoría no entienden es que el empresario nacional es pre moderno. Por lo tanto, si se le reduce el lucro, no invierte. Si se fortalecen los sindicatos y así este no puede explotar a los trabajadores, entonces cierra el negocio y su capital se invierte en el extranjero. A los empresarios chilenos para mantenerlos contentos se les debe permitir el lucro de tipo usurero y sin pagar impuestos. Además se les debe permitir que este lucro sea gastado en consumo superfluo para así gozar de una vida lujosa y exclusiva. Naturalmente que para conseguir estas altas tasas de retorno de capital, los trabajadores deben ganar muy poco y deben estar desorganizados y sin sindicatos que protejan sus intereses básicos. Estas son las condiciones del empresariado chileno que se ganaron durante la dictadura, se consolidaron durante la llamada democracia y han convertido a Chile en uno de los países más desiguales del planeta.

 

¿Pero por qué las soluciones elaboradas por la Nueva Mayoría parecieran ser una cura peor que la enfermedad?

 

Un observador externo podría pensar que los líderes de la nueva mayoría son en verdad sumamente inteligentes y maquiavélicos. Así se podría elucubrar que sus políticas públicas están dirigidas no para solucionar los problemas reales del país, sino para crear condiciones objetivas y subjetivas necesarias para una verdadera revolución chilena. Algo parecido a la extraordinaria astucia y genio de Lenin que son suprema habilidad politológica, creó las condiciones suficientes y necesarias para que el corrupto régimen zarista cometiera garrafales errores uno tras otro y de esta forma, la cadena de errores creó un puente de oro para la exitosa revolución bolchevique en Rusia. Esta es una posibilidad politológica, pero ella es bastante improbable. Una explicación más concreta y realista parece indicar que la Nueva Mayoría (así como antes la Concertación) verdadera y sinceramente cree que el modelo neoliberal se puede reformar y mejorar. Se piensa que este modelo reformado es una verdadera solución estratégica para Chile. La elite política piensa que el modelo necesita algunas modificaciones menores y sinceramente cree que el modelo puede transformar a Chile en un país desarrollado, próspero y feliz en un futuro cercano. Se espera que en unos pocos años más el desarrollo integral se logrará. Tal vez para el año 2018, aniversario de los 200 años de la verdadera independencia nacional.

 

Los intelectuales, académicos y técnicos de la Nueva Mayoría creen que el liberalismo va a producir para Chile el mismo resultado que produjo para Europa del Norte, los Estados Unidos, Japón, los tigres asiáticos y China. No obstante, la intelectualidad de la nueva mayoría, no parece darse cuenta que el carácter nacional chileno es muy diferente al carácter nacional de los países nórdicos de Europa y al carácter confusionista de Japón, los tigres asiáticos y China. ii Aquí hay una gran diferencia entre caracteres nacionales. El carácter que orienta y dirige al empresario sueco, noruego, finlandés, holandés, islandés, dinamarqués y alemán; nada tiene que ver con el carácter nacional que orienta y dirige la conducta del empresario chileno. Esto ha sido documentado por una gran cantidad de trabajos académicos hechos en prestigiosas universidades de Europa, Canadá y Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX y luego confirmados por trabajos hechos por Naciones Unidas, el Fondo Monetario y el Banco Mundial en la segunda parte de siglo XX y primeros años del siglo XXI. También existe un abismo sicológico entre las características del empresario confusionista y el empresario chileno. Las actitudes, valores, motivaciones y conducta de los empresarios coreanos, japoneses y chinos, nada tiene que ver con los valores, motivaciones y conducta de los empresarios nacionales. Todo esto ha sido documentado por trabajos hechos por prestigiosas universidades chinas y japonesas. Hay toda una escuela de pensamiento dedicada a estudiar los “valores asiáticos” y cómo ellos han producido el fenomenal desarrollo de Asia. Nunca antes en la historia de la humanidad, un continente entero pasó del primitivismo y subdesarrollo a la modernidad en tan poco tiempo.

 

La triste realidad es que el empresario chileno, tiene un set de valores y equipo motivacional muy similar al que tienen los comerciantes del sur de Italia, Grecia, España, Irlanda, Portugal y naturalmente la enorme mayoría de los llamados empresarios latinoamericanos. Las elites empresariales latinas no tuvieron ni experimentaron la radical transformación cultural que produjo la reforma protestante en Europa durante los siglos del renacimiento. Por lo tanto estas elites empresariales no poseen el “observador interno” o el “observador imparcial” del que tanto escribió Adam Smith.iii Este observador imparcial no es más ni menos que la conciencia, que obliga al individuo a comportarse de acuerdo a estrictos principios de pensamiento y conducta moral y ética. Este empresario tiene tendencia a conducirse de manera que no perjudique al bien común. Se preocupa de organizar muy bien su trabajo y se somete a altos niveles de auto exigencia y productividad. Ama su oficio y trabaja en forma eficiente, constante y sostenida. No trabaja para vivir, por el contrario, vive para trabajar. Debido a su austeridad (y en muchos casos tacañería) y estoicismo, ahorra la mayor parte de su ingreso. Desprecia el consumo superfluo, la ostentación y lujos innecesarios. Invierte sus abultados excedentes en hacer crecer o expandir su empresa. Paga buenos sueldos a sus trabajadores no sólo porque existe un mandato superior sino que también es bueno para los negocios ya que crea una gran demanda por los bienes producidos por la clase empresarial. Es necesario enfatizar que este empresario no le tiene miedo a los sindicatos fuertes y bien organizados. Esto pues gracias a sus habilidades gerenciales y administrativas ha sido capaz de transformar a sus empleados y obreros en verdaderos socios del esfuerzo colectivo.

 

Las características culturales y sicológicas de los empresarios chilenos determinan que esta clase empresarial local, no es capaz de conducirse y actuar de la manera en que el liberalismo demanda a sus acólitos y creyentes. Esta es una simple verdad documentada por trabajos académicos escritos en Chile y en el extranjero. Esta es sin duda la razón principal de por qué el modelo neoliberal no funciona en Chile y no importan las reformas que se les hagan a las leyes, el modelo nunca logrará funcionar como los filósofos fundadores del liberalismo lo imaginaron. Lamentablemente los intelectuales, políticos y académicos de la Nueva Mayoría no parecen haber estudiado la extensa literatura que existe sobre este tema. iv Es probable que muchos de ellos se encandilaran con una ciencia social espuria e inútil y que se ha desarrollado en occidente en las últimas cuatro décadas. En el hecho, las ciencias sociales han equivocadamente tratado de seguir las teorías y metodologías de las ciencias exactas. Las aulas de clases y textos de estudio se han llenado de fórmulas matemáticas y de programas y modelos computacionales. Algunos extremistas metodológicos han llegado a proponer que el fenómeno social es similar al fenómeno físico; es decir, como un fenómeno virtual determinado por una o muy pocas variables y que puede ser medido, cuantificado, explicado y predicho con sofisticados modelos computacionales. La realidad social es muy distinta a la realidad física. En la realidad social confluyen miles de variables y factores que constantemente cambian y modifican el fenómeno bajo análisis. Un sólo ejemplo podría ser suficiente para explicar las enormes diferencias que existen entre el mundo físico y el mundo social, político y económico. En el mundo físico las creencias y opiniones del observador del fenómeno no alteran para nada el fenómeno bajo observación. Las ideologías y opiniones de un astrónomo no afectan para nada la conducta del planeta bajo observación. En cambio en el fenómeno social las opiniones e ideología del analista a menudo cambian y afectan el fenómeno bajo observación. Y esta es sólo una variable entre los cientos de variables o causas que determinan el fenómeno social bajo observación.

 

En occidente la ciencia social de las últimas cuatro décadas ha perdido soberanamente su tiempo y peor aún, ha ignorado la sabiduría económica, social y política acumulada por siglos de esfuerzos académicos que han seguido con dedicación y lealtad el método aristotélico de investigación. Es decir, elaborar hipótesis que explican un problema con el racionamiento lógico y deductivo y luego testar, comprobar y anular estas hipótesis con la honesta observación empírica e inductiva. En otras palabras, usando todas las herramientas del método científico de las ciencias sociales. En ciencia política los fenómenos politológicos tienden a repetirse cuando se dan antecedentes y circunstancias semejantes. Es por ello que en esta disciplina el análisis histórico siempre debe ser un componente básico y esencial en la importante tarea de verificar y nulificar hipótesis politológicas.

 

Desafortunadamente en las últimas cuatro décadas, las ciencias sociales en los países desarrollados de occidente, se desviaron de su tradición humanista. Se ha aceptado como válido la aberrante y equivocada idea de que el ser humano es un ente cien por ciento racional y que por lo tanto su conducta se puede estudiar utilizando los métodos cuantitativos, las matemáticas y modelos computacionales de las ciencias exactas. En el campo de las relaciones internacionales y asuntos financieros, esta estupidez de analizar y resolver problemas con fórmulas matemáticas se inició con la tragedia de Viet Nam. Esta aberración matemática continuó con la tragedia de Irak y Afganistán, y ahora recientemente ha hecho crisis con la tragedia de Libia y Siria. En el campo de las finanzas, los estúpidos métodos y modelos matemáticos argumentaban que por fin se había terminado el riesgo financiero. La gran recesión del año 2007 – 2008 fue producto de millones de decisiones equivocadas tomadas con el uso de fórmulas y modelos matemáticos. Estos absurdos modelos habían señalado que una mega crisis como la del año 1929, sólo podría producirse una vez cada cien mil años. Para terminar, es preciso señalar que hay muchos trabajos académicos donde se predice que el fracaso de los Estados Unidos en el medio oriente se debe al uso exagerado de modelos matemáticos y el rechazo de modelos sintéticos de análisis como los recomendados por Aristóteles, Maquiavelo, Marx, Weber, Parson, Scumpeter, Huntington y muchos otros.

 

Pareciera que muchos de los políticos, intelectuales y académicos de la Nueva Mayoría, fueron educados en Europa o Estados Unidos después de 1970. Si esto es así, ello explicaría el por qué estos líderes creen tan fervientemente en los beneficios del neo liberalismo, los métodos cuantitativos, los modelos matemáticos, la teoría de los juegos y sobre todo y muy especialmente en la teoría de la selección pública. Desafortunadamente, la fama y preeminencia de esta manera errónea de pensar sólo podrá ser destruida cuando en algunos años más el país caiga en una profunda depresión.

 

Para concluir este breve análisis se debe señalar que está más que claro que el empresario chileno sólo puede contribuir al desarrollo nacional cuando se le garantiza que tendrá suficiente lucro y que este lucro sólo puede venir de una explotación salvaje de empleados y obreros. En estas tristes condiciones, el fortalecer los sindicatos sólo podrá producir una cadena interminable de conflictos laborales. En necesario concluir que este tipo de turbulencia laboral extrema, normalmente se produce cuando el sistema económico ha entrado en su fase final de decadencia.

 

 

F.Duque Ph.D.

Cientista Politico

Puerto Montt, Junio 2015

i Es necesario señalar que la fuerza laboral era sumamente productiva y al mismo tiempo relativamente feliz en la parte chilena del imperio incásico, es decir la larga región que va desde Arica al río Bio-Bio. En efecto, hay decenas de trabajos antropológicos que señalan que en tiempos del imperio inca, el trabajo dedicado y productivo era una virtud que el Estado constantemente inculcaba a sus súbditos a través de la familia, el clan, la escuela y de numerosas otras instituciones públicas que hacían del trabajo colectivo verdaderas fiestas nacionales. Las grandes obras de ingeniería (tales como la construcción de campos de cultivo en la montaña, canales de irrigación, enormes ciudades, templos, edificios públicos y caminos) así como también las actividades de siembra y cosecha de los predios estatales; eran todas acompañadas por funcionarios estatales encargados de transformar el trabajo pesado en una gran fiesta pública. El trabajo inteligente y productivo de la masa laboral era así inculcado, supervisado y premiado por miles de funcionarios estatales que orgullosamente colaboraban por la grandeza del imperio. Naturalmente que con la llegada de los godos, toda esta infraestructura estatal destinada a conseguir alta productividad y satisfacción en la masa laboral, fue reemplazada por la más brutal y sanguinaria de las esclavitudes. Baudin, L. El Imperio Socialista de los Incas (6ª edición) Zig-zag, Santiago, 1940; Murra, J. La Organización Económica del Estado Inca Siglo XXI. Lima 1978; Espinoza, W. Economía, Sociedad y Estado en la Era del Tahuantisuyo Amaro Editorial, Lima 1997; Cartagena, H. El Camino de los Incas Vergara Editores, Buenos Aires, 1978; D’Altroy, T. Los Incas Ariel, Barcelona 2002; Girard, R. Historia de las Civilizaciones Antiguas de América Ediciones Istmo, Madrid, 1976.

ii El carácter nacional de pueblo judío en su aspecto sobre el desarrollo económico también tiene características similares al carácter nacional de los protestantes y de los confusionistas.

iii Smith, A. Teoría de los Sentimientos Morales Ed. Alianza, Madrid 1997. Pgs. 227 – 231; Smith, A. The Wealth of Nations The Modern Library. New York 2000. Chapter VIII “Of the Wages of Labour” pgs. 73 – 99 (en la página 90 se indica con toda claridad que los buenos salarios para los trabajadores y obreros son una enorme ventaja para la sociedad).

iv En los estudios de post grado de filosofía, sicología, sociología y particularmente ciencia política, dictados en las mejores universidades del planeta, uno de los enfoques más importantes era el enfoque cultural o también llamada Teoría del carácter nacional. A partir de 1970 con los cambios curriculares experimentados en occidente, el enfoque cultural dejó de estudiarse, discutirse y enseñarse como antes. Se pensó que la globalización, empujada por los Estados Unidos iba a homogeneizar la cultura del planeta y así pronto, los valores, actitudes, creencias y motivaciones iban a ser las mismas en todos los continentes. Muy pronto los enfoques tales como el conductista, funcionalista, cultural, racionalista, teoría general de sistemas, marxista, teoría de la dependencia, y cibernética, fueron drásticamente desenfatizados y reemplazados por la teoría de los juegos, teoría de la elección pública y finalmente por modelos matemáticos y computacionales para describir, explicar y predecir la conducta humana. Al parecer la mayor parte de la elite política chilena, es víctima de este fundamental cambio curricular.

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