Es ya de dominio público, pues se ha extendido viralmente por las redes sociales como una mancha de aceite, una gravísima acusación que pone en duda y en serio cuestionamiento los estudios de la carrera de medicina y la titulación de médico de Michelle Bachelet, en manos de un desconocido ingeniero físico, devenido en todo un ‘caza Bachelet’, a esta altura una verdadera ‘mosca cojonera’ para el gobierno de la mal llamada Nueva Mayoría, Rodolfo Novakovic Cerda.
A decir verdad, llama profundamente la atención, dada la contundencia y gravedad de tal acusación, que hasta ahora -con lo fácil que resultaría hacerlo- no se haya producido una rápida y contundente respuesta pública por parte del Supremo Gobierno, cuando no directamente por parte de la afectada, la Excma. Sra. Presidenta de la República de Chile. Ya sabemos, como decían los nazis (Joseph Goebbels), una “mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Asimismo, no debe llamar a engaños el hecho de que tamaña acusación no haya tenido –aparentemente- el esperable eco en los medios de comunicación generalistas chilenos, precisamente, porque dada la (hiper) concentración en unas pocas y poderosísimas manos, hace que la ciudadanía -especialmente la más activa políticamente- hoy por hoy virtualmente prescinda de casi todo el sistema mediático -incluido los medios más ‘progre’- y se informe mayoritariamente a través de subalternos y paralelos medios de comunicación (social) y de autocomunicación de masas (redes sociales y los blog, en asambleas y/o mediante el boca a oreja, etc.); pero no por ello menos eficientes a la hora de transmitir algún contenido de interés noticioso, especialmente del tamaño y el calibre de éste. Ya vemos cuán lejos ha llegado algo que empezó como un simple y miserable bulo o mito urbano.
Ahora bien, de tener algún grado de verosimilitud lo sostenido en la mentada acusación estaríamos -lejos- en presencia de un verdadero terremoto político grado 10 en la escala de Richter o mercal de incalculables consecuencias: el mayor escándalo de impostura, defraudación y engaño de la historia política de nuestra república. Por muchísimo menos –créanme- se derrumbó en Alemania el promisorio liderazgo de Karl Theodor zu Guttenberg, acusado de plagio en su tesis doctoral, quien se vio obligado a dimitir en 2011, luego de recibir “enormes presiones para que fuera fiel a su compromiso con los electores y a la seriedad y confianza que siempre dijo defender”.
Y, por lo demás, lo que hace particularmente grave el hecho es que, más allá de minar y defraudar gravemente las confianzas y fe pública –que también-, en donde se fundan las bases de nuestra convivencia social, S.E. ha desarrollado funciones profesionales propias de la profesión médica, como pediatra y epidemióloga en el Servicio de Salud Metropolitano Occidente y en la Comisión Nacional del Sida (CONASIDA); con lo cual, además, habría, supuestamente, incurrido en cierto concurso delictivo, a saber, suplantación de funciones, ejercicio ilegal de la profesión, al tiempo de que de falsedad documental. Hasta donde entiendo.
Igualmente, es preciso tener consideración que el atributo profesional (médico en este caso) ha sido, precisamente, una de las principales articulaciones sobre los cuales se estructuró el atípico y meteórico liderazgo o ‘milagro electoral’ de la Sra. Bachelet; una cuestión no menor, especialmente, en un país que padece de titulitis, pues la educación es un poderoso vehículo de ascenso y movilidad social y en donde la carrera de medicina ha gozado -desde siempre- de un enorme prestigio social por ser una de las más importantes y exigentes de las carreras liberales del país andino, cuyos egresados y profesionales, por ende, son símbolo per se de probidad, capacidad y compromiso.
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Y ella S.E. lo sabe de sobras, de ello da cuenta el siguiente vídeo que en su momento, también, circuló viralmente por las redes sociales:
Por lo demás, más allá de cualquier otra consideración y de algunas ostensibles contradicciones y lapsus líguae en los que se ha incurrido, claramente, en este tema, la gravedad del asunto amerita ser zanjado -insisto- con la premura y rotundidad que han faltado, solamente a partir de la verdad (‘toda la verdad y nada más que la verdad’) y con total transparencia, aunque duela. No podría ser de otro modo.
Pues, así como la verdad valida las normas de sinceridad que funda la base de la interacción y convivencia humana que fundamenta ‘lo social’ (Van Dijk, 2009), la transparencia constituye uno de los pilares fundamentales del Estado de derecho.
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Tampoco podemos perder de vista que en gran medida la grave crisis de re-presentación y de le-gitimidad que afecta al sistema y a sus instituciones, pasa en buena medida, precisamente, por el serio cuestionamiento a la calidad e idoneidad de los representantes de las élites políticas o ‘casta’ chilensis.
Ya lo decían los griegos hace más 25 siglos, la ética y la política van de la mano del conocimiento (por la articulación que hacían entre el conocimiento (e ideas) y la conducta y ética públicas), por lo que no podemos, bajo ninguna circunstancia, estar gobernados por delincuentes y sinvergüenzas, como tampoco por (supuestos) mentirosos. Pues no es ningún misterio que el sistema democrático-representativo-(neo)liberal ha colapsado y que la gente, sencillamente, yo no le cree, ni a él ni a sus adláteres.