Hay consternación. También, cómo no, indignación. Rodrigo lucha y se debate entre la vida y la muerte. Esperemos que gracias a la acción de sus cuidadores médicos, su juventud, y el apoyo de todos nosotros, pueda salir adelante. Pero, lo sabemos, no es solo Rodrigo. También está Paulina, agredida cobardemente en la cabeza con un bastón por otro miembro de Fuerzas Especiales (FE). Pero no son solo ellos. También fueron hace muy pocos, dos jóvenes, Diego y Ezequiel, baleados y asesinados en plena vereda, donde los videos muestran que estaban parados, esta vez, por un civil. Y claro, lamentablemente, no son solo ellos, nuevamente. Está el joven que fue impactado por una bomba lacrimógena a muy corta distancia, de la Usach, y que corre el riesgo de perder uno de sus ojos.
La lista de acciones desmedidas y violentas es larga. Y no sólo en Santiago. También en la novena región respecto a las comunidades mapuches y sus líderes. Estimado lector : ¿no le parecen sucesos gravísimos todos ellos? Podemos pasar por encima, banalizarlos, como lo hacen los medios de comunicación actuales en el país y sus periodistas, que se esfuerzan por “empatar” las cosas o por buscar bajo la alfombra lo que sea ¿Ha cambiado la práctica de las fuerzas policiales en las calles, su accionar, de la que tenían bajo dictadura? ¿Se volverán normales hechos similares a los vividos bajo el tirano Pinochet? ¿Serán banalizados como meras casualidades? La verdad, aquí al parecer no hay casualidades ni situaciones excepcionales. ¿Por qué no podemos acceder a los protocolos que usan esas fuerzas en casos de manifestaciones masivas? ¿Cuál es el trato semántico que dan esas fuerzas policiales a quienes se manifiestan o protestan?
Estos dolorosos hechos nos hablan una vez más de una creciente crisis de legitimidad. Es el capitalismo neoliberal y la política neoliberalizada los que hoy están siendo cuestionados e interrogados por los chilenos. No solo en sus bordes externos, sino cada vez más en su propio tronco y raíz: su ideología, su idea de democracia, sus políticas, etc. Estos sucesos de violencia represiva desde algunos poderes del Estado, así como los relativos a Soquimich, Penta, Caval, Aguas Andinas, Ley de Pesca, no son meros yerros de individuos que no saben conducirse entre sí. Tampoco es casual el trato que reciben ex presos políticos del régimen militar, en su mayoría en la vejez y con un largo sufrimiento a cuestas. Estas situaciones son el reflejo del agotamiento de la mantención de un esquema heredado y fijado en la Constitución del 80, que ha privilegiado al gran capital nacional y trasnacional, sus representantes, al mercado y sus dictámenes, por sobre los bienes comunes, la justicia social, las libertades civiles y políticas y la igualdad.
El ideario neo-liberalista –impuesto hace tantos años- ha sido capaz por ahora de colonizar tanto el quehacer político-administrativo, como el espacio del vivir cotidiano de muchos sectores del país. Lo vivido por Rodrigo nos mostraría al mismo tiempo las falencias del supuesto Estado de derecho en que viviríamos. Pareciera que limitase con el poder fáctico del gran capital y con aquel que posee el poder armado, financiado y mantenido por todos nosotros. Nuestra soberanía tiene fronteras con los invisibles límites que ponen la ley del mercado y las finanzas y sus defensores armados. La política nuestra se ha vuelto rehén de las condiciones capitalistas de producción. Y junto con ello también el derecho y sus expresiones. Todas ellas al servicio de la propiedad privada por sobre todo derecho a la vida.
No contento con eso, el modelo neoliberalista ha querido idiotizarnos. Es decir, que nos encerremos en nuestro privatismo; en nuestro “metro cuadrado”, para mirarnos el ombligo y no tender la mano al dolor y sufrimiento de los otros. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo seguirán habiendo Rodrigos, Paulinas, Lucianos o Matías Catrileo? ¿Hasta cuándo la cultura política pública estará alimentada aun por un protofascismo autoritario y no por la vigencia real de los derechos humanos y una paz justa? Los jóvenes y estudiantes desde la no-violencia activa señalan el camino, aunque desde el duopolio de la prensa y la elite de poder se los quiere desprestigiar, “ningunear”, reprimir o disolver. Ellos hacen realidad el canto del poeta: “Debo dejar la casa y el sillón. La madre vive hasta que muere el sol, y hay que quemar el cielo si es preciso, por vivir. Por cualquier hombre del mundo, por cualquier casa”.