La reprobación a la gestión de la presidenta Bachelet se acerca a paso firme al porcentaje de votos que sacó en su innecesaria reelección: el 25%.
Enredada a más no poder en la intríngulis de mentiras, torpezas y desatinos de la que no se ha podido desligar, asiste conmocionada a la comprobación de que su gobierno no será lo que soñó en su departamento de Nueva York. Y su angustia se hace mayor.
Cada día aparecen nuevos casos de corrupción que lleva un peligroso curso de derrumbe de una cultura afianzada en una cópula permanente entre políticos y grandes empresarios, finalmente los mandantes que obtenían leyes por medio de millonarios pagos.
Ni las escasas explicaciones ni los prolongados silencios ni la esperanza de que los fiscales no lleguen tan a fondo, ha logrado detener el caudal de escándalos que ya han terminado por demostrar que en Chile quienes mandan son en realidad los que tiene el poder del dinero.
Y que toda ley que ha afectado a la gente, ha sido comprada en contante y sonante.
Se derrumba por el peso de su propia corrupción, un sistema político que hasta hace poco se decía como el más productivo de la historia, que había sacado al país del subdesarrollo. No ha habido personaje ligado a la Concertación que no haya repetido que esa coalición ha sido la más exitosa de la historia. Omitían que sus gestores y más empinados cuadros, eran financiados por el ánima de Pinochet.
Y por su parte, la ultra derecha auto asumida como la vigilante más enérgica de la moralidad, las buenas costumbres y la decencia, ha sido develada como una casta capaz de vender su alma al diablo con tal de mantener sus privilegios.
En rigor, debería revisarse toda la legislación sospechosa de haber sido comprada.
La cultura del cohecho diseñó el país del que disfruta el uno por ciento de la población, que se lleva el 31 por ciento de toda la riqueza. El resto, lo sufre.
La gente que creyó las consignas falaces, que se dejó seducir por las mentirosas fotos sonrientes y por las ofertas que jamás se cumplirían, ha sido engañada, pisoteada, mentida y estafada.
Resultó que las pretendidas diferencias entre la derecha y la Nueva Mayoría se verificaban no más en las cuentas corrientes en las que eran depositadas las erogaciones millonarias de sus mandantes.
Y el Congreso se transformó en un tinglado en el que se harían leyes para responder a quienes pagan por ellas y que dieron una vida miserable para quienes perdieron las aguas de su regadíos y consumo, para los que vieron contaminadas sus comunidades por el avance criminal de las mineras, de las generadoras de energía sucia y de las industrias productoras de mierda, moscas y hedores repugnantes, los que sufren de la depredación de los mares y la contaminación casi terminal de ríos y lagos.
Cada una de las leyes que beneficiaron a esas multimillonarias e inhumanas compañías, afectaron directamente la vida de millones de seres humanos. Todo a cambio de dinero en efectivo para sus campañas electorales, para sus viajes, sus cuentas telefónicas y sus reelecciones.
Si no fuera porque sería como dejar en manos del ratón el trozo de queso, lo que correspondería sería revisar todas las leyes corruptas que ha producido el Congreso corrupto, formado por políticos corruptos, hijos del cohecho y la sinvergüenzura.
Y en la corrosión del sistema que ha llevado a la más grave crisis política que se tenga memoria en la post dictadura, no se ha salvado ni siquiera la institución de la presidencia de la república, que es como decir, del trono del reino.
El drama no presenta visos de terminar. Más bien cada día aumenta su complejidad y alcances. Y aún cuando en un momento ya no sea posible encontrar más y más acciones reñidas con las leyes y las propias declamaciones de los ahora implicados, falta aún lo que traerá el día después.
¿Quién se hace cargo del buque? Considerando que la generación de repuesto a la que Michelle Bachelet debería dejar su legado de presidenta histórica quedó hecha añicos por la fuerza incontrastable de sus financiamientos ilegítimos, sus errores y arrogancia, ¿a qué echar mano? ¿A los dinosaurios que aún se dejan ver en los corrillos, los prepotentes de hace una década?
El problema de hoy es cruzar esta deriva angustiante cuyas cifras son de espanto. Pero por la vía que sea, un dejar hacer a la Justicia o un mea culpa masivo y contrito, solo va a permitir una solución de continuidad relativo.
Lo complejo es el futuro. Lo realmente arduo es como enfrentar las siguientes elecciones, todas las que vienen. Cosa curiosa, aún nadie dice Yo soy candidato, aún cuando en términos de tiempos electorales, las Municipales del año 2016 están encima.
Lo cierto es que el sistema pasa por uno de sus peores momentos: su presente hiede como la mierda y su futuro pesa como la noche.
La fuerza interna que mantenía cierta cohesión orgánica, la imbatible credibilidad de la presidenta, se trizó sin que aún se puedan prever sus consecuencias de largo plazo.
Por ahora, los manejadores del sistema se abocan con cuerpo y alma a diseñar un curso de acción que les permita dar vuelta la página y sostenerse sin mayores inconvenientes para concentrar sus energía en salir lo mejor parados posible.
Y en ese afán, dado que la sinvergüenzura y la mentira es horizontal, ya la derecha se ha cuadrado con el oficialismo: de ésta salimos juntos o no sale nadie.
Es que esta cultura tramposa, descarada y bipolar, sin uno no hay otro.