NO POR ANUNCIADA dejó de ser sorprendente la debacle del Partido Popular (PP) en las recién celebradas elecciones municipales y regionales españolas que, según todo indica, han cambiado el mapa político del país en el umbral de los comicios generales del próximo noviembre.
Al cargar con todo el peso de la crisis económica, los bárbaros reajustes, los crueles desahucios y el más elevado desempleo de la Unión Europea -todo a la vez- y sin perspectiva cierta de mejoría creíble, acompañado de los sucesivos escándalos de corrupción en sus rangos dirigentes, no otro podía ser el resultado a la larga para los herederos del franquismo, erróneamente entusiasmados por las cifras obtenidas en 2011, inmediatamente después del movimiento de “los indignados”.
A partir de entonces, y ahora se comprueba, comenzó a escribirse una nueva historia de España. Siempre algunos se negaban a reconocerlo y otros se mostraban escépticos ante esa posibilidad pues ya habían visto naufragar experiencias anteriores que por una u otra razón no llegaron a concretarse.
La saga de la llamada “transición democrática” desembocó en un bipartidismo que parecía eternizarse y donde, como ocurre generalmente en esos casos -cada vez uno de los partidos se parecía más al otro- y ambos, ensamblados, se convierten en los garantes y sostenedores del sistema, sus beneficiarios y aliados.
Los resultados electorales que acaban de obtener confirman que buena parte del pueblo español tiene esa percepción y adjudica a ambos partidos tradicionales defensores del sistema cifras más o menos parecidas, una vez sacadas las cuentas del descalabro del PP y de la difícil recuperación del PSOE, aun distante de los votos que un día llegó a tener.
No es casual, por tanto, que algunos voceros de ambos partidos y en algunos medios de prensa que representan y defienden las ideas conservadoras, de derecha y por un mayor acercamiento con Estados Unidos, se habla desde hace algún tiempo de la necesidad de una urgente alianza o entendimiento entre ellos como única forma de detener los avances y cerrar las brechas ante otras fuerzas políticas -sobre todo de izquierda- que emergen peligrosamente desde el movimiento PODEMOS, surgido durante las jornadas del 15M.
También a partir de aquella convulsión social sin precedente que puso fin a la luna de miel alcanzada por el bipartidismo durante tres décadas de postfranquismo, apareció el movimiento Ciudadanos, convertido igualmente en partido político y que según parece recoge a buena parte de los descontentos y decepcionados del PP, horrorizados sobre todo por los escándalos de corrupción sucesivamente protagonizados y amparados por el partido de gobierno, de los cuales quieren tomar distancia.
Obviamente, no se ha acallado ni se acallará hasta noviembre próximo el ruido mediático de la habitualmente ruidosa prensa española y sus pronósticos respecto a los futuros comicios generales. Mientras algunos tratan aún de convertir los deseos en realidad –como si nada hubiera pasado- no son pocos los que presagian al menos el fin del bipartidismo, otros se extienden en la posibilidad de cambios más profundos o desde distintas posiciones coinciden en que a partir de ahora España no será la misma.
*Licenciado en Ciencias Sociales y graduado en Relaciones Internacionales. Fue Director General de la Agencia de noticias Prensa Latina (1073-84). Subdirector del diario Granma (1984-2004). Ha sido colaborador de diversas publicaciones nacionales y extranjeras.