Los jóvenes universitarios, Exequiel Borvarán, de 18 años, y Diego Guzmán, de 26 años, son los nuevos mártires de la larga y ardua lucha de los estudiantes por el derecho a una educación gratuita, laica, de calidad y universal. Ambos pertenecían a la Universidad Santo Tomás, con sede en Valparaíso que, según las palabras del rector de esa casa de estudios, se caracteriza por la prescindencia a actos estudiantiles masivos y de protesta.
Giuseppe Briganti es el típico producto del lumpen-fascismo, que no ha sido erradicado de la mentalidad de algunos de los chilenos que rinden culto a la propiedad privada, colocándola por encima del valor de la vida humana. Este fanático culto al dinero, difundido especialmente por la UDI, por hijos de Guzmán Errázuriz, por los Piñera y por los plutócratas de las dos castas políticas en el poder, cuya miseria moral ha sido develada ante la ciudadanía por los escándalos de corrupción de los políticos por parte de los grandes empresarios, empleando el cohecho, el soborno, el fraude al fisco, el lavado de activos y las cuentas millonarias en paraísos fiscales y otras artimañas, utilizando el engaño y la codicia para mantener el poder económico sobre el político y, además, enriquecerse en forma ilimitada.
En la época en que luchábamos contra la dictadura de Augusto Pinochet en las Comunidades Cristianas de Base, se hablaba siempre del Pinochet que tenemos en nuestras almas y que, incluso inconscientemente, lo utilizábamos en nuestra relación con el otro – qué lejos está la iglesia de Ricardo Ezzati de aquella del Cardenal Raúl Silva Henríquez donde era la voz de sin los sin voz –. Ahora, después de 25 años de gobiernos de una supuesta centro-izquierda, volvemos al mismo punto de partida: por desgracia, los vicios de la dictadura se han traspasado a las élites plutocráticas gobernantes a tal grado que la condena de los Tribunales a un grupo de oficiales del ejército por haber servido de testaferro para el robo de millones de dólares del tesoro fiscal que, generalmente, iban a parar a las cuentas en el extranjero, del tirano y ladrón, Pinochet y su familia, ha pasado casi desapercibido ante la miseria moral de los émulos civiles del dictador, que no osan en difundir – incluso en las capas inferiores de la sociedad – la codicia, el acendrado individualismo, el sálvese quien pueda, la adoración de posesión de la propiedad como un becerro de oro y, sobre todo, el odio y el desprecio a cualquier cambio, por ínfimo que sea.
El joven Briganti, de 20 años, que es capaz de segar la vida de jóvenes de su misma edad, no es más que un subproducto de una sociedad sin alma, dominada por antivalores propios de lo que suelo llamar “el lumpen fascismo pinochetista” que, con el correr de los años, se ha ido inoculando en la Concertación de Partidos por la Democracia, transformando a algunos de los hijos de Salvador Allende en verdaderos sacristanes de la ideología de Pinochet.
Como ha ocurrido muchas veces en la historia, la corrupción pestilente de las élites penetra, con facilidad, en las capas medias, por eso no es raro que el asesino de los dos estudiantes use las armas para defender la propiedad y, según él, las drogas de su padre, así como también lucir la intransigencia y el odio a todo aquella persona que piense distinto o bien, que ponga en peligro el statu quo y el individualismo hedonista que forman parte de sus vivencias.
En medio de esta podredumbre ética, no es nada que muchas jóvenes de capas medias, en protestas anteriores – organizadas por la UDI Y RN – contra la reforma educacional, gritaban “querimos pagar, querimos pagar”. Giuseppe también forma parte de aquel sector que se ufana del analfabetismo político, inoculado por Augusto Pinochet. Afortunadamente, la mayoría de los jóvenes no tiene nada que ver con el estúpido “no estoy ni ahí con la política”, difundido por el arribista Marcelo “Chino” Ríos.
La muerte de Exequiel y Diego, lejos de detener la lucha de los movimientos sociales para terminar con el modelo heredado de Pinochet y tan bien administrado por los traidores a su pueblo de la Concertación, debe ser el acicate para expulsar del poder, de una por todas, a la plutocracia reinante.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
16/05/2015