¿Puede un grupo de jóvenes cambiar el curso de la política internacional? Lo sucedido en Egipto, en Libia, en Siria… lo que sucede en España, en Grecia, en Chile… sigue siendo analizado con lupa por la elite del poder. Han descubierto que no todo estaba controlado.
Tratan desesperadamente de desacreditar esta revolución, sin líderes. Atípica. Tratan de sofocar este incendio surgido de la nada. El motor de casi todas las revoluciones suele ser el hambre, por encima de la injusticia y la falta de libertad tal vez. En este caso no. Hay muchos tipos de hambre y la falta de un futuro puede ser de las peores. La clase política, el sistema (si quieren llamarlo así) tiene tantas ansias de controlar el futuro a su favor que lo han ahogado, lo han extirpado de la ecuación. Solo hay futuro para ellos, sus fortunas, el poder.
Sarkozy, como socio laureado de este club o este sistema, ha llegado incluso a desatar el tema tabú: “controlar internet” de una vez por todas. Ha llegado incluso a prohibir la mención de facebook o cualquier otra red social en los medios de comunicación franceses y pide que todos los gobiernos sigan su ejemplo. Facebook se ha convertido en enemigo. En una vena que hace circular la sangre de los jóvenes indignados del mundo. Este invento nacido de la guerra fría, creado para las comunicaciones militares en caso de una guerra nuclear, ha terminado siendo el peor enemigo de la esclavitud moderna, de los dictadores modernos. Comunicación, usada por los jóvenes para entrelazar su indignación ante la corrupción política, ante la falta de ideas, ante la inmovilidad de la justicia, ante la corrosión de los ideales. Ante la mentira.
Por desgracia, los políticos controlan el resto de los medios de comunicación, los sindicatos, las empresas, la economía… La opinión pública vive amaestrada. Por eso los jóvenes salen a la calle porque es el único espacio que les han dejado. Pero ¡vaya espacio! es el más contundente, el mejor, el más amplio.
Me gusta verles en las calles, que salgan de una vez, salgamos de una vez todos unidos, única forma de generar la fuerza suficiente.
No seamos ingenuos; les aguarda toda una estrategia para acabar con ellos.
De entrada el palo, el golpe, la presión policial. Luego el agotamiento, simplemente no hacerles caso hasta que se vayan a casa de una vez y la gente se olvide de ellos y de lo que pedían. Dejar las vías libres, para que los corruptos sigan barriendo la libertad.
El bombardeo en medios de comunicación, tachándolos de violentos, diciendo que son ellos los que pegan a la policía, que la policía se defiende, que los manifestantes son malos porque no permiten el paso a los trabajadores del parlamento, de las cortes… dirán que atacaron con botellas, hasta con tijeras… dirán todo lo que sea necesario para que la gente les vea mal, y termine siendo la gente la que les expulse de la calle.
La corrupción que permite la violencia policial sin medida y con toda impunidad, también falseará cargos, encarcelará con falsos testimonios y testigos. Asegurarán que son ellos los defensores y los atacados, que son estos melenudos impertinentes y descontrolados, rojillos anacrónicos con la hormona suelta los que están creando el problema.
Dividirán, haciendo que se peleen en público un grupo con otro, indignados contra 15M y viceversa. Divide y vencerás… y por supuesto, introducirán en todos los grupos elementos violentos, elementos que hagan el trabajo sucio, que reconviertan esta revolución en una rabieta sin sentido, agresiva y antisistema. Gente que atacará a la policía para obligarles a cargar con todo lo que tengan a la mano. Convertirán el movimiento en algo negativo. Llenarán los grupos de otros grupos controlados por la policía y el sistema, temeroso de perder su capacidad de control. Harán cualquier cosa.
Que no se dejen engañar, que no desistan, que los indignados jamás devuelvan el golpe por muy duro que esto pueda parecer. Que aprendan de Gandhi, que al final expulsó al imperio británico de la India, algo que en esa época muchos aseguraban que era imposible. Consiguió su objetivo sin violencia, con tenacidad, insistente y sobre todo, en la calle.
Que los movimientos no se cansen de gritar, que sigan adelante, demostrando su pacifismo, sin actos violentos, que no caigan en la trampa. Que las cámaras no tengan ni una sola imagen de violencia de los indignados que llevarse a la boca.
Que no se dejen engañar, que usen internet mientras les sea posible, antes de que lo cierren y lo opriman, antes de que la cacería de brujas cibernética comience.
Que no se aburran, que no se rindan, que no dejen la calle. Que griten fuerte y alto, lo más alto y lo más fuerte que puedan, que se escuche en todo el mundo y se contagie esta indignación que es universal.
Todo el mundo está harto, todo el mundo comparte esta desazón, esta amargura creada por tanta corrupción, tanta mentira, tanta falsedad. La clase política está acabada, pero sigue ahí, controlándolo todo, con más fuerza si cabe porque se siente más vulnerable. Sabe que está débil, que la gente ya no les cree.
Esta “revolución española”, como la llaman fuera de España, tiene muchos ojos y esperanzas, las de de miles, las de de millones de jóvenes que solo pueden verla en la televisión. Es una chispa capaz de a encender la higuera, si no, no estarían los políticos tan nerviosos. Es una esperanza de cambio, pequeña, pero poderosa. Que no se deje pasar esta oportunidad de conseguir lo imposible, lo que todos creen imposible. Si se deja ir, el futuro de toda esta generación estará abocado a la esclavitud moderna. Su futuro seguirá prisionero de los caprichos de unos cuantos.
Este movimiento es esperanza, algo tan extraño ya en estos días que suena hasta peligroso. Esperanza de un cambio sin dirección ni cabeza, porque es es lo que es, esperanza pura en un cambio. Da igual si es en una dirección o en otra siempre y cuando se acabe con la corrupción y la tiranía de un sistema agotado.
Esta revolución no tiene partidos políticos, no tiene cabezas parlantes, ni sindicatos o radicales profundos. No tiene líderes que salen en debates electorales. Tiene sangre, la de los jóvenes que hierve, que seguramente, terminará en la calle, en el suelo, tras los golpes de la policía.
Es indígnate ver lo que ocurre y no hace falta tener 20 años o estar sin trabajo para estar molesto, para tener esta sensación tan negativa respecto a los políticos, sus palabrerías, sus excusas, sus mentiras… cada día más relamidas, más obvias, más absurdas, más insultantes.
El sistema no es tan duro, ni tan hermético. Se puede cambiar, se puede tirar el muro, se puede derrumbar este gigantesco pedestal, porque no es tan fuerte como nos lo quieren pintar. Es frágil en el fondo, tanto, que con solo salir a la calle y gritar ya se le hace temblar.
Que no decaiga este espíritu, ni estas ganas de cambio, porque esa es la sangre del futuro. Esperemos que no se derrame en esas mismas calles. No lo permitamos. La esperanza no es peligrosa y nunca debe ser aplastada por la corrupción. Que no se ahogue esta revolución que brilla con fuerza, brilla con la timidez y la pequeñez de una estrella en la distancia, pero que está haciendo soñar a muchos que ya se habían olvidado de soñar.
Pablo Jato
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