Si bien, la historia no se repite y el eterno retorno no existe – salvo para los que creen en la reencarnación -, esta disciplina sí es muy útil para un estudio comparativo en los diversos procesos de crisis institucional, en que hay elementos comunes. Veamos algunos de ellos: el odio al parlamento, por ejemplo, en el caso francés, del 4 de febrero de 1934, que de no haber mediado la indecisión de tomarse el palacio de la Asamblea Nacional, por parte del coronel Francois de la Rocque, jefe de los cruces de fuego, la poblada lo hubiese tomado por asalto – afortunadamente, este conflicto tuvo una salida positiva, concretada en la creación del Frente Popular y su triunfo parlamentario en 1935.
En Chile, en 1924, el ejército cerró el parlamento – institución que concentraba el odio al régimen plutocrático – en el famoso golpe del “ruido de sables”. Quizás, una de la crisis más parecida a la chilena de hoy fue la italiana, que terminó con el aniquilamiento de dos partidos históricos – la Democracia Cristiana y el Partido Socialista -, en que Bettino Craxi – personaje similar a nuestro criollo personaje, Ricardo Lagos por el amor sin límites hacia su persona – que por una serie de errores fue apresurando la caída al precipicio de estos dos partidos que dominaron la política italiana de la posguerra.
No me agradan los lugares comunes – sólo sirven en literatura para escribir una bella antología – como la de Gustav Flaubert – por consiguiente, me parece una estupidez decir que la historia es maestra de la vida, sin embargo, no deja de ser interesante ver algunos de los errores cometidos por el entonces Primer Ministro italiano, Craxi, que se repiten en el caso chileno actual: por ejemplo, Jovino Novoa, uno de los principales implicados en el caso Penta-UDI-SOQUIMICH, tomó el mismo camino que el líder italiano, al usar la estrategia de desprestigiar a los fiscales, secundado por El Mercurio y por otros implicados, por la valiente y acuciosa investigación que llevan a cabo.
Muchos miembros de la casta están cometiendo el mismo error que Bettino Craxi al tratar de introducir la opacidad en estos momentos en que la ciudadanía pide transparencia total. Nada más torpe e insensato que atacar los juicios orales por ser televisados cuando, justamente, esta herramienta ha permitido educar cívicamente a la ciudadanía. Veamos un solo dato: en el programa dominical Tolerancia Cero, el 70% aprobó la actuación pública de los fiscales, mostrando que la ciudadanía está al corriente de los tres principales escándales – surgidos hasta – que copan la agenda política chilena.
Ante la desesperación por el descubrimiento de la dependencia de la política de los negocios, la casta política-empresarial busca a un salvador: nadie mejor que el ex Presidente de la república, Ricardo Lagos – coautor del acuerdo Lagos-Longueira – que le echó tierra a la mugre del Mop-Gate, y que hoy está comprobado, sólo sirvió para la colonización de la política por parte de los empresarios pinochetistas, que han convertido al parlamento en un prostíbulo donde los mercaderes del templo venden, compran y transan los bienes e intereses de todos los ciudadanos.
Al ex Presidente Lagos no sólo le debemos la herencia del Transantigo, sino también la despenalización de la colusión y, no en vano, los empresarios lo veneran como los pobladores de Jerusalén lo hicieron con Jesús, el Domingo de Ramos – a lo mejor, algunos de ellos creen que, para desgracia de Chile, el profesor Lagos va a resucitar al tercer día -.
Siguiendo la secuencia de la comparación entre la actitud de Craxi y la de las castas político-empresariales chilenas, es necesario recordar que también se intentó sepultar el escándalo italiano, por medio de un acuerdo parlamentario que amnistiara los juicios contra los políticos, que se convirtió en un verdadero búmeran, pues atizó aún más el odio popular contra las castas y sus partidos; en el caso italiano, la historia terminó en la disolución del Partido Socialista ya corrupto y en la división de la Democracia Cristiana en varias fracciones y, finalmente, el surgimiento de Forza Italia, partido del derechista Silvio Berlusconi. Craxi se autoexilió en Túnez, lugar donde murió, sin pena ni gloria, en el año 2000.
Si bien, los partidos democratacristiano y socialista guardan cierta similitud con los partidos políticos italianos aludidos, la crisis institucional chilena no tiene que seguir el mismo camino, pues aún, a mi modo de ver, existe una salida institucional que consiste en devolver el poder al pueblo, único detentor de la soberanía en la democracia, revocando el mandato de los parlamentarios – actualmente sólo representan el 8% de la ciudadanía – y convocando, de inmediato, a una Asamblea Constituyente que termine con la monarquía presidencial e instaure un régimen de equilibrio de poderes.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
06/04/2015