La corrupción generalizada en que ha incurrido la casta política tiene múltiples aristas: legal, política y moral. Pero la devaluación moral de la casta es tan grande que nadie se plantea renunciar a cargos y privilegios autoconferidos o alcanzados por malas artes. La corruptela de la casta política tiene una dimensión legal. En efecto, es ya una realidad consolidada que prácticamente todos los aportes financieros de los grupos económicos a la casta política tenían como origen un fraude al fisco.
Las elecciones son un acto jurídico, es decir una expresión de la voluntad popular destinada a producir efectos jurídicos. Una violación masiva de la Ley electoral indudablemente anula las elecciones en virtud del dolo involucrado.
Hay empresas como Codelco que tienen millonarios egresos como “donaciones y estudios fuera del rubro operacional de la empresa”; eso es lisa y llanamente apropiarse de lo ajeno.
La corrupción es también política y por varias razones.
Personas como Andrés Velasco que se autodefinen como de centro izquierda recibiendo dinero de los grupos económicos pinochetistas reflejan un fraude político a los ciudadanos. Lo que dicen no es verdad, se está engañando a la ciudadanía bajo remuneración económica.
No se necesita ser muy suspicaz para colegir que todos los que recibieron donaciones secretas millonarias sabían quién les dio y evidentemente asumieron compromisos con la mantención del modelo neoliberal, particularmente en lo que perjudica a los ciudadanos y que es dialécticamente lo que enriquece a los grupos económicos. Esto permite explicar porque el Congreso le regaló el mar de todos los chilenos a cinco familias.
Los grupos económicos sobornaban institucional y regularmente a la casta política en su conjunto. No hay izquierdas ni derechas, simplemente hay asalariados de la burguesía parasitaria. Usted no vota realmente por un pensamiento o ideología, lo estafan políticamente, usted vota por un empleado de los grupos económicos.
La corrupción es también moral.
Por mucho que se respete la diversidad ética y se rechacen los totalitarismos morales, es evidente que hay consensos básicos compartidos, para que la vida social puede desenvolverse. Todos debemos vivir de nuestro trabajo, esta es la forma de ganarse la vida. El hijo de la presidenta, ya sabemos que usando el nombre de su mamá, pretendió enriquecerse de un zarpazo, una movida y punto. La presidenta, cuyo cargo era clave para la movida no le ha formulado reproche ético alguno y cuando se trata de un hijo de la persona que ocupa la primera magistratura no es un asunto privado como pretendió hacernos creer el ministro José Antonio Gómez.
Ningún partido político ha sancionado a nadie, aunque la corrupción surge a borbotones. Esperan los resultados judiciales. Es decir reducen el estándar ético a las exigencias mínimas del derecho penal. Ergo todo aquel que no es delincuente condenado tiene estatura ética para ser autoridad, no le parece que la vara de la exigencia esta en el suelo?.
La devaluación moral de la casta política es tan grande que nadie se ha planteado siquiera la posibilidad de la renuncia a los cargos ilegítimamente alcanzados. Es más, hay dirigentes como Jovino Novoa proponen públicamente pactos de impunidad. Esto es el llamado a construir un estado delictual, un estado que no hace cumplir las leyes, sino que dictaría leyes para dejar impunes delitos, que como decían los juristas romanos son “quia mala in se” (malos en si), como lo es apropiarse del dinero del estado (todos los chilenos) o hacer trampas en las elecciones.
Chile no toleró el estado terrorista de Pinochet, no podemos tolerar un estado delictual, que sería la máxima perversión de la cosa pública.
Los parlamentarios, por ahora, deben renunciar a los cargos que han alcanzado ilegítimamente. Si, como todo parece indicar, la corrupción alcanza a un sector mayoritario del Congreso hay que llamar a elecciones anticipadas.
ROBERTO AVILA TOLEDO