La corrupción en Chile no sólo se manifiesta en las oscuras maniobras entre políticos y empresarios, que tanto han dado que hablar en los últimos meses, sino que también se manifiesta en otros ámbitos, verbigracia: AFPs, Isapres, farmacias, cuentas de luz y de agua. En esta ocasión, quiero referirme a dos entidades de servicios masivos: el Transantiago y las compañías telefónicas, que claramente caen en la corrupción, apropiándose del dinero de los usuarios de manera tramposa: ¿letra chica?, ¿libre mercado?, ¿aprovechamiento de las necesidades de la gente? Juzgue usted. Antes de ir a lo de fondo, recordar que corrupción significa vicio, alterar situaciones tramposamente, abuso, enriquecerse con dinero ajeno, ocultar información al contratar un servicio, embaucar, gatopardismo, etcétera.
La prensa informa que el Transantiago recauda alrededor de 1200 millones de pesos al año gracias a la caducidad de las tarjetas bip (con la cual se cancela el pasaje) que no se usan o no se cargan en dos años. Es decir, si usted tenía mil pesos o lo que sea de saldo y no lo utiliza en tal período, lo pierde. Su dinero pasa a engrosar los bolsillos del Transantiago, que además de prestar un pésimo servicio, día a día sus choferes y empresarios se burlan de la gente violando las frecuencias. Se compara esto con las personas que utilizan celular prepago, e incluso con las que tienen contratado un plan mensual de minutos telefónicos, móvil o fijo. O sea, si usted paga, por ejemplo, 10 mil pesos por 100 minutos y en un mes sólo ocupa 40 minutos, usted pierde los 60 restantes, que pasan a engrosar los bolsillos de las compañías telefónicas. ¿Se imagina usted comprando un kilo de pan y 10 torrejas de queso, en el almacén de la esquina, para el desayuno, y que al mediodía llegue el almacenero a pedirle la devolución del pan y torrejas de queso que no consumió? Si alguien paga por algo es el dueño absoluto de lo que compró y además tiene el derecho de utilizarlo en el tiempo que estime conveniente. Las leyes deberían defender el derecho del comprador de hacer lo que le dé la gana con su compra. No existe razón lógica ni de ninguna clase para que el Transantiago y las compañías telefónicas se apropien de los productos, que el consumidor compra, porque éste no los utiliza en un determinado lapso de tiempo. Lo grave de todo esto, es que los parlamentarios, que deberían dictar leyes para acabar con estas apropiaciones ilegítimas del dinero de la gente, hacen la vista gorda. Claro, a fin de cuentas los senadores y diputados cancelan sus facturas telefónicas y la bencina de sus autos con los impuestos de todos los chilenos… Saqueo por aquí y saqueo por allá.