De existir en Chile un potente, valiente, imaginativo y consciente movimiento de trabajadores, una Central Unitaria por ejemplo, las calles ya estarían ocupadas por centenares de miles de emputecidos asalariados que exigirían no solo que se termine la sinvergüenzura que ya escala con rasgos estructurales, es decir, culturales, sino que se termine de inmediato toda operación política y/o de inteligencia para evitar que pescados y pescadas grandes, salgan al baile de la corrupción que ha abusado de sus poder durante un cuarto de siglo para burla de la gente.
De existir en Chile un movimiento estudiantil valiente, audaz, inteligente, decidido, experimentado en la lucha contra el orden, que haya sido capaz de encabezar tanto por su extensión geográfica como por la lucidez de sus dirigentes y la bravura de sus integrantes, movilizaciones de una masividad pocas veces vista, lo más probable que ya estaría llamando a protestar mediante un paro nacional indefinido contra la corrupción que se ha enseñoreado del mundo de la política, para burla de la gente.
De existir en Chile una izquierda abierta y decididamente anti neoliberal, cuyas más destacadas organizaciones hayan acumulado un no despreciable experiencia de lucha no solo durante los diecisiete años del tirano, sino en el cuarto de siglo que ya suma la extensión de la dictadura por otros medios, en cuyo lapso haya hecho denodados esfuerzos por encontrase cara a cara con las condiciones objetivas que hoy están diseminadas por doquier, lo más probable es que esas huestes rebeldes y heroicas ya habrían salido a las calles y habrían copado los caminos y ciudades determinados a terminar de una vez por todas con un sistema que ha creado y reproducido sus inmundicias para burla de la gente.
Pero no. En Chile no existe organización de trabajadores capaz de dirigir y encabezar sus luchas, exigencias o reivindicaciones. La trampa neoliberal desactivó por la vía de la infiltración, de la compra, el arriendo y la cooptación a muchos de los dirigentes que en el último tiempo se han dedicado a hacer un discurso mentiroso cada uno de mayo, y a llegar a acuerdos con los poderosos, traicionando sistemáticamente a sus asociados.
Sí existe un movimiento estudiantil que en un momento tuvo las agallas y la inteligencia para poner en jaque el Plan del sistema que no contemplaba aquello que colma las agendas legislativas, que fue capaz de formar en la lucha a centenares de dirigentes jóvenes, preparados, audaces, valientes, que logró articular lo que se llamó el movimiento social y que se expresaba en las reacción silvestre de la gente que vive, sobrevive, en condiciones subhumanas en pueblos y localidades envenenadas por gases, metales y otros hedores. Pero este movimiento estudiantil, por alguna razón misteriosa desapareció de las calles, de las opiniones, de la pelea.
Tampoco existe una izquierda en Chile. Existen tantas como auto referidos de izquierda existimos. Tal es la paradoja de la izquierda, que incluso en la Nueva Mayoría hay quienes se definen de esa manera. La izquierda hoy da para un barrido y para un fregado. Para frito y caldillo. Desde quienes sueñan con un AK 47 y ocho cargadores enmontañados en alguna selva, hasta quienes creen que es posible avanzar hacia la estrella luminosa del socialismo por la vía de ir ganado espacios desde dentro de La Nueva Mayoría, pasando por lo que añoran al camarada Pol Pot, a papito Joseph o al presidente y líder eterno Kim Il Sung. Y en medio, el verdadero pueblo de izquierda, allendistas genuinos, los que pusieron, han puesto y pondrán los muertos, muy bien gracias…
No hay quienes asuman la responsabilidad de convocar al pueblo a protestar de la manera más airada contra la podredumbre que lo domina todo y resulta paradojal que estemos a la espera de que algunos fiscales hagan la pega que le corresponde al mundo social, en especial a la izquierda.
Las redes sociales están jugando un rol para romper el cerco informativo y la inacción. Por estas nos enteramos que en el misterioso archivo de SOQUIMICH habría más de cincuenta dirigentes políticos de la Nueva Mayoría, entre ellos, se dice, la senadora Isabel Allende y el senador Juan Pablo Letelier, y que incluso puede llegar a La mismísima Moneda.
De ser así, estaríamos al borde una implosión del sistema de imprevisibles consecuencias sin que se asomen opciones de una salida democrática. Lo que queda es el arreglín entre los cuestionados políticos, prácticamente todos, para echarle tierra a lo que quede aún oculto y, de nuevo, arrancar hacia adelante.
En ese sentido, la convocatoria presidencial a la Comisión Engel, fue demasiado apresurada y explicable solo por la necesidad de urgencia que hay en el sistema. Se notó demasiado la impericia política de los ministros que debieron aguantar un poco hasta saber la real profundidad del abismo que se abre delante de sus pies.
Desmoronado éticamente el Congreso y moralmente la presidenta, ya es bien poco lo que queda.
Las tímidas convocatorias hechas para protestar contra la corrupción no tiene nada que ver con lo que debería ser una vasta movilización mayúscula en que el pueblo se pronuncie de la manera más embroncada posible y anuncie la expulsión de todos los que han permitido la podredumbre que ya comienzan a hacer nata.
Pero no pasa nada.