El gigantesco incendio del sábado 12 de abril de 2014 que arrasó barrios enteros en algunos de los cerros más pobres de Valparaíso y, sobre todo, sus terribles consecuencias para la población más desvalida, tiene como causas estructurales la pobreza, la gigantesca desigualdad social imperante en Chile, el capitalismo dependiente, el modelo neoliberal y el desinterés real de quienes han gobernado el país durante las últimas cuatro décadas por disminuir la desigualdad social y por adoptar medidas eficaces que reviertan la profunda decadencia en que se encuentra el otrora principal puerto del país.
Valparaíso, ciudad que siempre ha abrigado una población mayoritariamente pobre, ha visto acentuar su pobreza en las últimas décadas. Su base productiva fue destruida por la dictadura: la desindustrialización, además de la posterior modernización y privatización del puerto, junto al conjunto de transformaciones neoliberales, acarrearon terribles secuelas de cesantía, trabajo precario, miseria, delincuencia y destrucción de su tejido social1. Gran parte de los porteños vive en condiciones de extrema fragilidad económica, social y cultural. Muchos son los indicadores que lo reflejan de manera irrefutable. A modo de ejemplo, basta recordar que el 22,6% de sus habitantes es considerado pobre; el 7,76% es indigente; el 71% de los trabajadores no tiene contrato laboral; el 80% de los jefes de hogar no accedió a la educación superior; el 71,4% de los egresados de la educación municipal no alcanza los 450 puntos en la Prueba de Selección Universitaria (PSU) y el 75% de las personas se atiende en los centros de salud primaria y en el único hospital público de que dispone la ciudad. Valparaíso es la capital regional con la segunda peor calidad de vida en Chile -después de Puerto Montt- según un estudio realizado por la Pontificia Universidad Católica de Chile en 20122. Panorama que ha llevado a algunos analistas a emitir juicios lapidarios sobre el porvenir de la ciudad: “Valparaíso naufragó como ciudad y el mosaico que resulta es inmanejable desde una racionalidad urbana integrada y equitable.