¿Qué peor consejera en esta vida que la soberbia? Mucho más si ella proviene de un funcionario de un medio de comunicación, como es el caso de Canal 13, estación dotada de una incontrarrestable capacidad amplificadora, cuyo propietario es, ni más ni menos, que el hombre más rico de Chile. El mismo empresario que no tuvo empacho alguno en prestarle a través de su banco, más de mil veces el patrimonio de su pyme a la nuera de la Presidenta Michelle Bachelet, para que se comprara unos terrenitos en Machalí; el mismo empresario que semanas atrás utilizó su canal de televisión para trasmitir el festival de Antofagasta, con el evidente propósito de blanquear su deteriorada imagen en materia medioambiental en esa región, debido a los irreparables daños a la salud de los vecinos provocados por la existencia de un galpón de acopio y embarque de cobre, operado por su empresa Antofagasta Terminal Internacional (ATI).
Si alguien piensa que ya lo vio todo en televisión, es decir, ya se bancó más de medio siglo de esa televisión universitaria que dio paso a aquella obsecuente de la dictadura, que luego mutó a democrática por arte de magia, sin arrugarse ni hacer jamás el respectivo mea culpa por tan vergonzoso servilismo, sepa que la televisión actual posee un arsenal inagotable de recursos para defraudar a diario a sus audiencias. Misión que los diferentes canales se encargan de cumplir con ahínco. Sin claudicar jamás. En ello la televisión chilena es insuperable.
Como si no bastara la omisión que en plena época festivalera han hecho todos los matinales (con la sola excepción del portal T13), respecto a la realidad oculta de Viña del Mar, como el paro indefinido que llevan a cabo los médicos de la atención primaria municipal –que se tradujo en la suspensión total de las prestaciones en una veintena de consultorios, incluida la atención de pacientes crónicos, y el no despacho de medicamentos para todos sus usuarios–, el matinal de Andrónico Luksic, instalado en la recta Las Salinas, se permite cultivar la soberbia y la falta de respeto, como únicas respuestas posibles frente a una oportuna sugerencia de un televidente, a través de twitter.
En efecto, mientras esperaba la llegada de mi fisioterapeuta (quien me asiste en mi recuperación de un infarto cerebral), observé un evidente error ortográfico en el generador de caracteres del matinal Bienvenidos (C13), cuestión que enseguida me impulsó a tuitear al programa, advirtiéndoles del error, que consistía en la falta de tilde en la palabra QUIÉN, la que al utilizarse como pregunta, siempre debe llevar tilde, aun cuando no lleve signo de interrogación.
Como única e instantánea respuesta, la persona a cargo de responder los tuits, me hizo llegar el siguiente comentario: “Acá está el tilde que nos faltó: ´”, cuestión que causó mi perplejidad, dando origen a una breve conversación entre el suscrito y el operador de la red social del Bienvenidos. Mi postura se centró en que la soberbia no es buena consejera, y puse como ejemplo que ella llevó a TVN a su decadencia, luego de ser líder de sintonía; soberbia que se materializa cada vez que un medio de comunicación no escucha a sus audiencias, y que se “perfecciona” cada vez que un funcionario no es empático con un televidente (en el caso de la televisión).
Ante el anuncio de escribir esta columna, y dedicársela con todo cariño a los empleados televisivos de Luksic, recibí de parte de Bienvenidos algo muy diferente a una respuesta que reconociera con humildad su error, más bien un sarcasmo, una auténtica ironía: “Los escuchamos, los respetamos y siempre nos acercamos a quienes nos ven con humor y alegría. ¡Abrazo!”.
Por cierto, se agradece el sentido de humor y la alegría, pero, los televidentes esperamos algo más que eso de la televisión (aparte de que escriban bien los GC); esperamos que si los canales van a hacer un enorme despliegue técnico y humano para trasladarse a Viña del Mar, también tengan presente que esta es una ciudad mucho más activa que una mera playa con sus bañistas. Viña del Mar es una ciudad con serios problemas sociales, de pronto, es la ciudad con la mayor cantidad de campamentos a nivel nacional; sus calles son de las más peligrosas del país. Sus poblaciones ubicadas en la periferia de los cerros, aparte de surtir de votos a las diversas autoridades, tienen problemas de drogadicción, falta de empleo, abandono, calles sin pavimento, problemas de alcantarillado, basura, y suma y sigue.
Temáticas que de ser incluidas en la pauta de los matinales visitantes, pondrían en serios aprietos su amistad con la alcaldesa Virginia Reginato y su Concejo obsecuente, cuestión que tanto animadores como patrones, no están dispuestos a transar, ya que éstos sólo son capaces de ver a Viña como imperdible oportunidad de negocio, sin importarles jamás si a una pobre vieja hipertensa le dan su porquería de enalapril, o si a algún amputado lo surten de la vomitiva metformina para que la diabetes no se lo siga comiendo vivo. Esos pobres habitantes-electores-televidentes, por desgracia, no usan twitter, ni tienen el privilegio de contar con una tribuna donde poder narrar sus infortunios.
Perdón, tío Andro, me excedí. Ya llegó mi fisioterapeuta. Y ya no me complace ser ofendido por culpa de una miserable tilde, que, al cabo, a nadie en el Bienvenidos le preocupa.