Invitado a la Feria Internacional de Guadalajara, el escritor argentino Andrés Neuman (1977) presentó la antología de poesía: Vendaval de bolsillo (Almadía, 2014) y la novela: Una vez argentina (Alfaguara, 2014). En entrevista exclusiva con +Claro, Neuman conversó del regreso literario (y literal) a México y Buenos Aires (desde 1991 vive en España).
-Andrés, ¿cómo te sientes de regreso en México?
– Considero a México mi segundo país latinoamericano, después de Argentina, es el país al que más veces he viajado, el que más quiero, donde tengo más amigos, lo siento propio, es un país de contrastes que no te deja un minuto sin estímulo y reflexión.
– ¿Qué atmósfera percibes en la FIL Guadalajara 2014 dedicada a Argentina?
– En el ámbito literario para mí fue muy especial estar en el año dedicado a Argentina, la FIL estuvo más llena de amigos que nunca. Pero lo más importante y palpable fue que la denuncia por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotnizapa se impregnó en el estado de ánimo de los lectores y escritores. Tengo la sensación de que las nuevas generaciones de estudiantes mexicanos se han identificado con las víctimas y ha habido una inflexión, un punto de esperanza entre el infierno de Iguala, creo que se ha producido una inflexión en la consciencia política colectiva, los jóvenes no están resignados a la violencia que sufrimos en Latinoamérica, la desaparición forzada no se puede aceptar, yo como argentino no he podido evitar recordar a los desaparecidos de nuestro país.
-La delegación argentina en la FIL puso en la mesa la defensa de los derechos humanos, pienso en las Abuelas de Plaza de Mayo. En la FIL, Estela de Carlotto anunció la recuperación del nieto 116 y se reunió con los padres de los 43 estudiantes, ¿qué piensas ante la invitación de las Abuelas de Mayo a un encuentro literario?
– Me parece una idea inmejorable, el que víctimas de distintos tipos de genocidio puedan comunicarse entre sí. Para una víctima reciente, el hecho de recibir un apoyo moral, estratégico, práctico, incluso político de las Abuelas de la Plaza de Mayo, puede ser el único alivio confiable para los padres que perdieron a sus hijos en Iguala, y la única voz en la que pueden confiar fuera de México, imagino que un padre que tiene un hijo desaparecido desconfía de todo mundo, excepto en alguien a quien también le asesinaron a su hijo. Argentina tardó décadas, fueron idas, vueltas y retrocesos, después de la dictadura militar iniciaron los juicios contra las juntas militares, juicios muy parciales y tibios, se absolvió a todos los mandos medios y bajos del ejército, fueron juicios simbólicos, por lo menos con el presidente Raúl Alfonsín (1983-1989) se consiguió encarcelar a la alta cúpula militar, el país se expió simbólicamente, pero inmediatamente después llegaron los indultos.
– ¿Por decreto de Carlos Saúl Menem?
– Al final del gobierno de Alfonsín, se dio marcha atrás con la Ley de Obediencia debida y Punto final. Alfonsín fue una mezcla de honestidad, timidez y debilidad, preparó el camino para el indulto, pero no llegó a tanto, Alfonsín dejó un mínimo y controvertido legado de memoria histórica, que directamente Menem lo deshizo todo, fue el peor presidente de la historia democrática de Argentina (1989-1999), Menem fue decisivamente amnésico. En toda la travesía del desierto las únicas voces que no declinaron fueron las Madres y las Abuelas de Mayo, en términos de preservar la memoria cuando nadie quiere recordar son el mejor ejemplo posible para Latinoamérica.
– ¿Por qué reescribiste la novela Una vez Argentina?
– Una vez Argentina cuenta la historia del siglo XX a través de pequeñas anécdotas de distintos ancestros, rastreando los momentos históricos del país y cómo coincidieron con la vida de mi familia. En contrapunto, es el relato de mi infancia, un reencuentro entre mis recuerdos de niño y la memoria de mis ancestros.
– El escritor argentino Leopoldo Brizuela, en entrevista, me dijo: “Estoy trabajando en una época anterior a mi nacimiento, levemente anterior, el lector nunca se enterará que son personajes de mi familia” (Clarín 12/12/2014). ¿Dialogará la novela de Brizuela con Una vez Argentina?
-Leopoldo es mi gran amigo, sintonizamos mucho en varias cosas, por supuesto en nuestra literatura; es hermoso el vínculo generacional que plantea Leopoldo en tu entrevista, como también lo es el hermanamiento que imaginás entre mi libro recién llegado y su libro por venir, que nuestros libros sigan formando nuestra familia. La peculiaridad literaria de Una vez Argentina, la pequeña novedad que he tratado de introducir, radica en que es una autoficción prenatal, todo lo narrado en el libro –la mayor parte- no lo vi, ni lo viví. Metafóricamente heredé la memoria de mis ancestros y los convertí en primera persona: “yo es una multitud y mi memoria es el resultado de las memorias pasadas, todos somos un eslabón de biografías ajenas”. También implementé una maniobra fantástica: el relato de mi nacimiento –en primera persona- como si lo recordara perfectamente, es una autoficción poco convencional.
– ¿La fotografía que te tomó Daniel Mordzinski en posición fetal detonó la metáfora del nacimiento?
– No se me había ocurrido, tienes razón. Estábamos caminando con Daniel –fotógrafo un argentino expatriado, él también está fatal e inevitablemente involucrado a Argentina-, le mostraba el barrio de mi infancia en Buenos Aires, mientras le contaba a Daniel cómo era San Telmo 20 años atrás, entramos a un bar inofensivo, vimos la mesa de billar, y de pronto, en medio de una epifanía, Daniel me dijo: “quiero hacerte una fotografía en la mesa pool”. Seguramente pensó en la referencia de mi libro de poesía El jugador de billar, en lugar de pararme junto a la mesa, y hacerme el “canchero” posando para la foto tipo “Pool Neuman”, en homenaje al actor Paul Newman. Daniel pidió al dueño del bar que apagara la luz –increíblemente le hacen caso, en lugar de corrernos a patadas del bar-, cerraron las puertas de los baños para no interferir con la oscuridad del fondo, en dos minutos convirtió el bar en un escenario de teatro, sentí la necesidad irracional de acostarme en la mesa.
– ¿Hasta llegar a la posición fetal que salió en el libro Bogotá 39?
– No lo tenía elaborado, uno no camina con una teoría encima, la teoría va revelándose cuando ya es demasiado tarde, menos mal, porque escribiría programas en lugar de escribir literatura. Al principio me acosté humorísticamente sobre la mesa de billar –con las manos detrás de la cabeza, como si tomara la siesta-, cuando Daniel comienza a fotografiarme con la luz de la mesa encima, comencé a sentirme pequeño, vulnerable, doliente y débil. Me dio miedo la situación, le pedí a Daniel que interrumpiera la sesión de fotos, pero capturó el instante mientras era un ovillo fetal, estaba somatizando la vuelta al barrio, la fotografía resumió lo difícil que es para mí regresar a San Telmo.
– Cambiando de tema, tus libros de poesía no se encuentran fácilmente en Latinoamérica, ¿por qué publicaste una antología para regresar a México?
– Precisamente me dolía que los libros de poesía sean difíciles de localizar, o los vendan muy caros. Los libros deben costar una cifra pequeña y moderada. Me martirizaba la idea que mis libros importados fueran excesivamente caros en México y Argentina, desde hace algunos años tengo la política de trabajar con editoriales independientes de cada país, que hagan ediciones a precios populares. Esto forma parte de mi proyecto estético, de nada sirve que tengas preocupaciones sociales y tus libros sean muy caros, aunque el precio libro no es decisión del autor, uno puede intervenir de cierta forma, de lo contrario es una contradicción ideológica. Vendaval de bolsillo viene a cubrir un hueco de mis libros que no llegaron a México.
– ¿Cómo organizaste los poemas escritos entre 1998 y 2013 para Vendaval de bolsillo?
– Como si fuese un libro de poemas unitario, están organizados por bloques temáticos y metafóricos, no por un orden cronológico, quería que los poemas se asociaran simbólicamente entre sí. Lo más importante de Vendaval de bolsillo son las ilustraciones de Alejandro Magallanes, él tiene la virtud y el talento de coescribir los libros que ilustra, si mi libro tiene un valor es por la coherencia visual, la sensibilidad y ternura de los trazos de Magallanes.
– Nuestra amiga Ariana González me dijo: “Al leer ‘Palabras a una hija que no tengo’ de Neuman, recordé el poema ‘Aún no mi madre’ de Owen Sheers”, ¿qué significó para ti traducirlo?
– Lo interesante es que Owen Sheers y yo escribimos poemas parecidos antes de conocernos, el poema Aún no mi madre de Owen tiene más de diez años y Palabras a una hija que no tengo, lo publiqué por primera vez hace doce años, el tono poético se parece. Cuando conocí el poema de Owen Sheers lo traduje como mucha emoción y naturalidad porque lo sentí muy mío, cuando Owen y yo nos encontramos, no podíamos creer que habíamos escrito –él desde Gales y yo desde Granada- poemas tan familiares, sin habernos leído ni conocido, faltaban 10 años para encontrarnos y yo hiciera la traducción de los poemas de Owen, es uno de los milagros que permite la poesía y los azares que a veces encuentran las palabras.
– ¿En qué dirección podemos escribirte?
– En mi cuenta de twitter: @andresneuman, en mi blog Microréplicas, o en mi página oficial: www.andresneuman.com
– Gracias por la entrevista.
– Gracias a vos. Conversar contigo siempre es una fiesta de complicidades y asociaciones. Pocas veces sucede eso con las entrevistas, que en nuestro caso prefiero llamar diálogos.
*Entrevista publicada originalmente en la edición impresa de la revista mexicana +Claro (febrero, 2015). Se reproduce en Clarín.cl con autorización del autor y de www.masclaro.mx