Diciembre 28, 2024

Telescopio: extrañezas de la ciudad

Es siempre curioso para mí como viajero, observar y comparar lo que ocurre en éste, mi país de origen, y las experiencias del país en que habitualmente resido. Hace unos días veía en la televisión una entrevista a quien es la única persona que cumple condena por haber realizado abortos–un ex enfermero naval–y me impactaba la claridad con que exponía su caso, la convicción que mostraba de que lo que hacía era justo, y su fuerte denuncia de la hipocresía con que en Chile se aborda el tema del aborto.

 

 

La experiencia de este hombre me llevó enseguida a compararlo con un médico de Montreal, el ahora fallecido Dr. Henry Morgentaler, quien en los años 70 fue a parar también a la cárcel por efectuar abortos (la ley canadiense entonces permitía el aborto terapéutico, pero colocaba tantos obstáculos, entre ellos la necesidad de aprobación por un comité de tres médicos y su realización en ciertos hospitales, que muchas mujeres veían pasar semanas sin poder acceder al procedimiento, en los hechos imposibilitándolo). Morgentaler desafió la ley instalando su propia clínica. Eventualmente sin embargo, la justicia debió desistir de perseguirlo y en 1988 la ley de aborto fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema canadiense. Para el espanto de muchos que auguraban que sin legislación se desataría una suerte de “epidemia abortiva” y que poco menos que todas las mujeres iban a abortar o que el procedimiento se iba a transformar en un método anticonceptivo más, lo cierto es que las estadísticas revelan que el porcentaje de mujeres que recurren al aborto en Canadá es similar al de otros países donde su práctica es legal.

 

En todo caso, en base a la experiencia del aborto terapéutico canadiense, es de esperar que si se legisla en igual sentido en Chile, no vaya a ser que vista la tendencia de sectores del gobierno a negociar casi todo con la oposición o a buscar algún acomodo con las iglesias, al final el aborto terapéutico que se apruebe tenga tantas trabas que lo hagan impracticable.

 

Otro tema que me lleva a hacer comparaciones es el del caso Penta y la conexión entre negocios y política, una conexión que conlleva la semilla de la corrupción. Este es en verdad un problema global, en el caso canadiense, al menos en la provincia de Quebec, se instituyeron ya en los años 70 normas que establecen que sólo las personas naturales pueden hacer contribuciones a los partidos y candidatos. En Chile se discute esa posibilidad, pero no hay seguridades que se vaya a instituir. Lo cierto es que cortar el financiamiento por parte de empresas sería un gran avance y es de esperar que en esto el gobierno no haga concesiones a la derecha (aunque, también a partir de la experiencia en la provincia de Quebec, allá como en todas partes rige también eso de “hecha la ley, hecha la trampa” y hace unos años algunas empresas aportaban indirectamente haciendo que algunos de sus empleados contribuyeran a un partido, dinero que la empresa les reembolsaba, sin embargo el ardid fue descubierto. En Chile para evitar esas martingalas el Servel tendría que ser dotado de amplias atribuciones investigativas y de sus correspondientes recursos, ya que si una cosa queda clara del caso Penta es que los que se embarcan en maniobras corruptas diseñan formas muy creativas para llevarlas a cabo).

 

La reforma laboral es también algo comparable, al menos en ciertos aspectos. Por de pronto, la prohibición de contratar empleados que reemplacen a los huelguistas existe también desde los años 70 en Quebec sin que ello haya sido objeto de mayor drama (a excepción de los trabajadores del gobierno federal y de las empresas reguladas federalmente como los bancos y las telecomunicaciones, en Canadá la mayor parte de las relaciones laborales son de jurisdicción provincial). Y algo importante que la propuesta reforma laboral chilena no contempla: allá se es bien explícito en indicar cuáles empresas o rubros deben tener turnos de emergencia o de mantenimiento, sólo aquellas que proveen servicios esenciales a la población, esto es la salud, el transporte público, la electricidad y remoción de nieve en invierno. Aunque en Canadá el grado de sindicalización también ha declinado en los últimos tiempos (alrededor de un 15%), aun es mayor que en Chile y los sindicatos todavía tienen cierto peso. Me llama la atención eso sí que la reforma propuesta aquí indique que los beneficios que un sindicato obtenga no se hagan extensivos a lo trabajadores no afiliados, una disposición puesta allí seguramente para incentivar la afiliación. Sin embargo creo que en esto es mejor como es allá: una vez que un sindicato se establece en una empresa a todos sus trabajadores, estén o no afiliados, se les descuenta por planilla su cotización sindical, por supuesto esto trae consigo que los beneficios obtenidos por el sindicato alcancen a todos incluyendo los no afiliados (aparentemente injusto ya que ellos no se movieron por el beneficio) pero por otra parte ellos han contribuido al financiamiento del sindicato. Una cosa por otra, como se pudiera decir.

 

Por cierto no todo ha de ser reflexión política en estos viajes que como peregrinos en busca de los signos de un pasado añorado, hacemos regularmente una gran parte de los que una vez salimos al exilio y por diversas razones nos fuimos quedando por esos nuevos parajes.

 

Camino por los lugares alguna vez conocidos, las “picadas” de tiempos juveniles (las que aun existen en este país arrasado por eso que se hace llamar la modernidad) y trato de reconocer viejos paisajes urbanos. Caminando por el Parque Bustamante me maravilló que aun esté en pie un viejo aviso de neón de Champaña Valdivieso aunque no sé si aun se ilumina en la noche (en Montreal aquellos viejos letreros tienen categoría de patrimonio cultural) en Santiago había muchos otros, uno de RCA con un reloj numérico en la Alameda cerca de Plaza Italia, en el mismo sector otro de Orange Crush que en su versión más antigua (renovada en los años 60) presentaba a “Crushito” un negrito que portaba una botella de la bebida en una bandeja. La firma estadounidense que fabrica la bebida removió al personaje en esos años cuando no fue ya más “politicamente correcto”.

 

Y por cierto cada vez tengo la intención (que nunca puedo concretar) de descubrir el porqué de algunos nombres curiosos en la ciudad: Tropezón y Resbalón en el sector oeste de la metrópolis están en el tope de la lista, aunque también me ha llamado la atención en este viaje que uno de los buses del Transantiago anuncie que va a Villa El Abrazo (imitando talvez a la Villa Cariño de la canción del famoso grupo Los Wawancó de los años 60: “Villa cariño, bosque, alojamiento / bastan cuatro ruedas y luz de reglamento…”). Esto de un barrio celebrando lo que parece ser un primer paso en el camino hacia la intimidad me parece muy interesante y novedoso, sólo espero que por allí surja una Avenida del Beso (en los hechos en la hermosa ciudad de Guanajuato, México, existe un Callejón del Beso, a cuya entrada siempre hay unos niños dispuestos a contarle a los turistas–a cambio de algunos pesos o dólares–la historia de por qué el singular nombre), y si queremos ir más lejos una Calle del Atraque, y bueno, culminar con una Plaza del Coito, aunque probablemente una tal cosa haría enfurecer a los hipócritas de siempre, que por cierto en este país abundan.

 

 

 

 

 

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