Capítulo III de la telenovela “Pitucos con plata…”
En este melodrama del PentaGate todos los varones empleados arribistas tienen un solo nombre: Hugo, Jorge, Iván…, a diferencia de los aristócratas ejecutivos que tienen dos nombres: Carlos Alberto, Carlos Eugenio, Manuel Antonio… Para los dueños de Penta, su ex empleado – un espinita – Hugo Bravo es, nada menos, que la reencarnación de Judas que, por su traición y “deslealtad” está llevando al dios Mamón a los tribunales de Pilatos. Hay otra versión del evangelio – la iglesia católica llama “apócrifos” – que presentan una versión gnóstica de Judas, por la cual lo presentan como el mejor discípulo de Jesús – cumple su misión de entregar a Jesús para que salve a la humanidad –. En el caso de Hugo Bravo, para los dueños de Penta es el traidor que vende a sus amos en provecho propio y, para otros, es el apóstol que lleva a cabo el cometido de destapar la olla de robos, abusos y pillerías de Penta-UDI – como debiera llamarse, en realidad, este partido -.
Para los que vienen de sintonizar – por azar, intencionalmente o por consejo de amigos – les recuerdo los dos mandamientos principales del “dios mamón”, el único que tiene altares en las catedrales regentadas por curas pedófilos y potentados de este país, “amar el billete por sobre todas las cosas y cagarse al prójimo cada vez que quiere”. Hugo Bravo, el Judas chileno por antonomasia, no tenía nada de pobre como su antecesor en el evangelio: sus amos le pagaban la “irrisoria”, suma de $35.000.000 mensuales – tres veces más que un diputado y cien veces más el ganado por una persona que recibe un sueldo vital – y es como para compadecerlo, ¿no le parece, querido lector?
Una vez que Bravo se sintió traicionado al serle el apoyo en un juicio por fraude al FUT, se quebró una amistad de larga data de fieles servicios a los dueños de Penta. Tal vez se equivocan los que creen que don Hugo, por no tener un apellido “bancoso” era malquerido y despreciado por los “Carlos”: muy por el contrario, los tres formaban una “santísima trinidad”, o sea, actuaban al unísono y, al fin y al cabo, Hugo resolvía los problemas prácticos – manejaba la chequera, escribía las boletas o pedía a las personas favorecidas con el favor del dios Penta a que las entregaran y, los relacionaba con el martillero, Jorge Valdivia e Impuestos Internos. No olvidemos, sin embargo que, como dicen algunas herejías, el dios-hijo estaba un poco más abajo que los dos Carlos: “el padre y el espíritu santo”, y nunca lo invitaban a almorzar con algún personaje importante – recordemos la millonaria cena a donde concurrieron personalidades como Andrés Velasco, cuya genial exposición costó, nada menos, que $20.000.000, a mi modo de ver, muy poco para un sabio de ese calado. Bravo tenía que conformarse con “rotos” de un solo nombre, como Iván o la angelical senadora germana, Ena.
El martes 13, Hugo Bravo protagonizó una concurrida conferencia de Prensa – situación que nunca había soñado cuando era un gris gerente de Penta y lo hizo al estilo de un gran conferencista y brillante Senador – y comenzó a lanzar dardos envenenados contra los políticos implicados en el PentaGate: a la pregunta de un periodista por qué algunos personajes negaban haberlo conocido, la respuesta no se hizo esperar y fue lanzada con una risa tan sonora y sardónica, que aún tiene paralizados a sus clientes políticos. Posteriormente, lanzó a la piscina a la pastora senadora temuquense, dejando a la luz que había recibido aportes – esta bella y santa dama, dechado de virtudes, tiene al gallo ronco de puro cantar -.
A quienes que nuestro personaje, protagonista de este capítulo, es una persona temerosa y servil con sus jefes, se equivoca, pues en el juicio por despido arbitrario está pidiendo como indemnización la suma de 2.300 millones de pesos: varias veces el Loto de un feliz ganador -.
Rafael Luis Gumucio Rivas
14/01/2015
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