Los bancos tuvieron al primer semestre de este año una ganancia de 2.267 millones de dólares, cifra que representó un crecimiento del 48 por ciento respecto al volumen ganado hace un año. Si revisamos con un poco más de atención esta cifra, veremos que surgen otros guarismos, que van configurando y representando una buena parte de la realidad nacional. Una de las caras del sistema neoliberal está expresada por el consumo y su alimentación, que es el crédito.
Hace poco menos de diez años la banca chilena de personas dio uno de sus últimos y tal vez mayores pasos con la bancarización, que no ha sido otra cosa que canalizar a través de sus cuentas y filtros los dineros de cada vez más chilenos. Un plan en gran escala de masificación, para una administración al detalle de cuentas de los más diversos orígenes, en las que pueden hallarse desde universitarios, microempresarios a pensionados. Todos, con un denominador común. Porque pese a la variedad de las condiciones de los cuentacorrentistas, un rasgo común los aúna: el volumen. Como el retail, este segmento de la banca se nutre de pequeñas cuentas pero, en conjunto, con grandes cantidades. Más de la mitad de las cuentas corrientes tienen un saldo promedio menor a los 240 mil pesos, en tanto casi el 70 por ciento un saldo menor a 720 mil pesos. Las citadas estadísticas nos refuerzan la idea que la banca también puede ganar en el país más desigual de la región: hay negocio también con los pobres, pero con millares de pobres o medio pobres.
Si atendemos a los números, veremos que en octubre de 2011 el número de cuentas corrientes de personas naturales llegaba a 2,2 millones, las que crecieron a prácticamente tres millones en agosto pasado. Un aumento nada despreciable del 36 por ciento en solo tres años.
Hay que considerar este crecimiento, el que empuja sin lugar a dudas el volumen de los negocios bancarios. A más cantidad de cuentacorrentistas se le agregan más y nuevos negocios, los que se extienden desde operaciones cotidianas de transferencias y depósitos, con sus respectivas comisiones, al negocio bancario por excelencia, que es el crédito y la deuda. El 2010 la banca tenía a 2,8 millones de deudores, sólo en préstamos de consumo. En agosto pasado llegaban a 3,4 millones, una cifra que de cierto modo está relacionada con el aumento en el número de cuentacorrentistas. La bancarización lleva consigo no sólo la administración de nuestros sueldos, sino el necesario ingreso al crédito y al consumo.
Y cómo no invitar a la cuenta RUT del BancoEstado. El proceso de modernización del BancoEstado corrió por este mismo carril: manejar las minúsculas pensiones y sueldos de, hasta la fecha, unos siete millones de trabajadores.
Este proceso ha ido creciendo de forma paralela con la incorporación de nuevas tecnologías, las que reducen costos laborales para los bancos. Y en esta modernización, la tarjeta es la gran estrella. Un vistazo a los números arroja las siguientes cifras. A fines de 2009 había 4,3 millones de tarjetas de crédito, guarismo que saltó a 6,3 millones en 2012. Sólo en dos años crecieron un 46 por ciento. Si este número aparece como excesivo, el uso de las tarjetas de débito es aún mayor. Hacia finales de 2009 habían 8,1 millones de estos plásticos: aumentaron a casi el doble, 15,1 millones, en 2012. Entre ese periodo las transacciones efectuadas en máquinas y cajeros automáticos también se duplicaron, las que pasaron de 142 millones a 312 millones.
Este proceso, que sin duda deja miles de millones a los bancos, no tiene sin embargo ninguna relación con la inversión en infraestructura. Los bancos han recortado costos no sólo en cajeros humanos, sino también en las mismas máquinas. Si hacia finales de 2010 habían 8.200 cajeros automáticos en Chile, hoy hay solo 7.877.
Las cifras están aquí y hablan por sí mismas. La ambición y la codicia no resisten más comentario.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 819, 12 de diciembre, 2014