Diciembre 27, 2024

Cuba y los Estados Unidos: Una victoria del realismo político

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos tiene trascendentales implicaciones para ambos países y para el conjunto de las relaciones interamericanas.

 

 

Ante todo, este hecho marca una rectificación histórica largamente aguardada y el reconocimiento de la legitimidad de la Revolución Cubana por parte de la potencia más poderosa jamás existente, después de tantos años de agresiones y vilipendios. Se trata así de un merecido premio a la resistencia del pueblo cubano, a la firmeza y la inteligencia de sus líderes, y al esfuerzo altruista de todos aquellos que, en cualquier lugar del mundo, han sido incondicionalmente solidarios con el proceso revolucionario en el país caribeño.

 

Pero me interesa aquí llamar la atención sobre el posible significado de este suceso en el marco más amplio de la política exterior norteamericana.

 

Históricamente dicha política ha sido el escenario de confrontación entre dos grandes visiones o corrientes de pensamiento diametralmente divergentes: el realismo y el idealismo intervencionista. El propio presidente Barak Obama se refirió a ellas el pasado mes de mayo, en un controversial pero interesante discurso en la academia militar de West Point.[1]

 

En una caracterización esquemática, el realismo aboga por una política exterior ceñida a la búsqueda del «interés nacional» y la seguridad del Estado. Al establecer una clara distinción entre la política interna y la política internacional, sus principales exponentes tienden a abogar por una conducción prudente de los asuntos externos y son contrarios a cualquier pretensión de superioridad moral misionera y de cruzada en el sentido de juzgar y cambiar el ordenamiento político, económico y social de otras sociedades. Por su parte, el idealismo intervencionista[2] en buena medida se define por oposición al realismo. Se consagró como una de las principales corrientes de pensamiento de la política exterior norteamericana con el gobierno de Woodrow Wilson (1913-1921)[3] y, en sus versiones contemporáneas más extremas y asociadas a los ideólogos neoconservadores, ha derivado en las conocidas doctrinas sobre el «cambio de régimen», «la injerencia humanitaria» y la «responsabilidad de proteger», aplicadas contra todos los gobiernos que han molestado o incomodado a los Estados Unidos a lo largo y ancho del planeta.

 

En los sucesivos gobiernos norteamericanos la política exterior nunca ha reflejado a alguna de estas dos corrientes en un estado puro y, en su lugar, ha tendido a ser el resultado de un eclecticismo tenso y sinuoso entre ambas posturas, en el contexto de un predominante pragmatismo.

 

Para el académico norteamericano Ted Galen Carpenter «la disposición de restablecer los vínculos diplomáticos con La Habana sugiere que quizás el sofocante enfoque wilsoniano de la diplomacia norteamericana pudiera estar finalmente debilitándose».[4]

 

Esperemos que efectivamente así sea y que la decisión anunciada por los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos constituya solo el comienzo de un proceso irreversible y extensible al conjunto de las relaciones interamericanas, mediante la construcción e institucionalización de un marco general de relaciones respetuosas entre todos los países del hemisferio occidental.  De llegar a feliz término, ello podría ser considerado en el futuro por los historiadores como el punto que dividió el antes y el después de la política de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, el verdadero nuevo comienzo de dicha política, tantas veces prometido por varios presidentes norteamericanos en diferentes épocas, incluido el propio Obama en la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago en el año 2009.

 

Sin dudas el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos enfrentará enemigos poderosos y recalcitrantes que ya están montando su contrataque para complicarlo, detenerlo y, eventualmente, revertirlo. Los insultos personales contra el Presidente Obama y otras autoridades de su gabinete se intensificarán. Pero todo apunta a que no podrán prevalecer, pues estas fuerzas están a contramano de la tendencia histórica y de los factores más profundos actuantes en las respectivas sociedades de Cuba y de los Estados Unidos que confluyen hacia una relación renovada y de normalidad.

 

Al comunicar la nueva política hacia Cuba, la Casa Blanca utilizó una frase significativa: “Hoy estamos renovando nuestro liderazgo en las Américas”.[5] Pero no se logrará tal liderazgo cerrando un frente de conflicto con Cuba y abriendo otro contra Venezuela o contra cualquier otro país latinoamericano y caribeño. La tendencia hacia una América Latina más justa, digna y unida es otro dato de la realidad a ser debidamente considerado por la política exterior norteamericana.

 

* Profesor e investigador

Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos

Universidad de La Habana

 


[1] Barack Obama: « Remarks by the President at the United States Military Academy Commencement Ceremony» (http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2014/05/28/remarks-president-united-states-military-academy-commencement-ceremony)

[2] Otros prefieren llamarlo «liberalismo», lo que, en mi opinión, tiende a crear confusión con otros temas y no refleja adecuadamente la esencia de la cuestión.

 

[3] En toda la historia de las relaciones interamericanas, es posible que el gobierno de Wilson tenga el récord de más intervenciones armadas y acciones injerencistas ejecutadas contra las naciones latinoamericanas, particularmente en la zona de México, Centroamérica y el Caribe.

 

[4] Ted Galen Carpenter: «The Cuba Opening: American Foreign Policy Meets Reality», The National Interest» (http://nationalinterest.org/feature/the-cuba-opening-american-foreign-policy-meets-reality-11883).

[5] The White House: «Fact Sheet: Charting a New Course on Cuba»: (http://iipdigital.usembassy.gov/st/english/texttrans/2014/12/20141217312123.html)

 

 

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