Para entender la historia es necesario vivir el presente. El gran historiador Marc Bloch, en su libro Introducción a la historia, explicaba que una visita suya a un pueblo de Francia prefería recorrer un edificio nuevo que a monumentos antiguos, así, un historiador no debería ser solamente un anticuario, un coleccionista de documentos ajados o un ratón de biblioteca, sino una persona que vibra con los hechos actuales y los utiliza para explicar el pasado, pues siempre existe una relación dialéctica entre el antaño y el presente.
A lo largo de mi vida he asistido, aun cuando sea de lejos algunas veces, a varios acontecimientos que han cambiado la historia: en 1959, la entrada de los “barbudos” de Fidel Castro a La Habana; en 1962, la crisis de los misiles, colocados por la entonces URSS, que estuvo a punto de provocar un conflicto atómico; En 1989, la caída del Muro de Berlín, hecho que marcó el fin de la “guerra fría” y el fin del imperio soviético; en 2002, la caída de las “Torres Gemelas”, en Nueva York. En el plano nacional, en 1970, el triunfo de Salvador Allende; en 1973, el golpe de Estado militar; en 1988, el triunfo del NO, en el plebiscito, fecha en que se votaba por la continuidad o no de la dictadura.
En historia siempre hay que distinguir el largo período, la coyuntura y el acontecimiento: el miércoles, 17 de diciembre, asistimos a un gran acontecimiento: la apertura de relaciones entre Cuba y Estados, luego de 53 años, pero aún nos falta ubicarlo en el escenario histórico, comprender y analizar muy bien sus antecedentes, jugar el rol de quienes lo gestaron y hicieron posible el acuerdo entre las partes, el Papa Francisco, José Mujica, Barack Obama y Raúl Castro.
Especial valor tiene, a mi modo de ver, el reconocimiento por parte de Obama de la inutilidad del bloqueo norteamericano a la Isla. Otro aspecto interesante es el rol jugado por el Papa actual y el gobierno de Canadá como facilitadores del Acuerdo.
No es muy conocido por el gran público un departamento cubano, destinado, fundamentalmente, a la relación con los cristianos – me correspondió la suerte de participar en encuentros previos a la visita de Juan Pablo II, y puedo dar fe de la capacidad de los especialistas miembros de este organismo para comprender el tema de la alianza entre los cristianos y los marxistas, pienso que a ese departamento se debe la inteligencia y tino políticos del gobierno de Raúl Castro – al cual se le debe, en gran parte, el buen resultado de las gestiones del Papa Francisco, sumando el que este Pontífice está jugando un rol similar al de Juan XXIII, es decir, abrir las puertas y las ventanas para que entre aire fresco.
Por cierto que aún resta mucho por avanzar y los obstáculos estarán siempre presentes: en primer lugar, el bloqueo sigue presente – igual que cuando se inició, en 1961 – y, para ponerle fin, es necesario el acuerdo de las dos Cámaras que, sabemos, tiene mayoría republicana; en segundo lugar, el peso de los cubanos que viven, mayoritariamente, en Florida, y cuentan con varios diputados y senadores que están ansiosos de participar en las negociaciones; en tercer lugar, es evidente que ambos países han experimentado cambios radicales durante estos 53 años: ya no existe el bloque soviético, y en América Latina hay una apertura, cada vez más marcada, a rechazar el bloqueo e integrar este país a los diferentes bloques que existen en el Continente.
Falta por dilucidar qué ocurrirá, luego de las expectativas que se han generado por el acontecimiento histórico, cómo se vislumbra en el mediano y largo período histórico, pero lo que sí podemos asegurar es que América se está convirtiendo en un Continente de paz.
Rafael Luis Gumucio Rivas
18/12/2014