Diciembre 26, 2024

Pedro Palou: “Pancho Villa quería desaparecer al Ejército para utilizar el dinero en el sueldo de los maestros”

Guadalajara.- En entrevista con Clarín.cl Pedro Ángel Palou (1966), escritor mexicano, habla sobre la novela No me dejen morir así: “Pancho Villa va descubriendo que la revolución no puede ser sólo ‘sufragio efectivo’, al principio fue maderista, lloró en el entierro de Francisco I. Madero. El maderismo no tiene ideología, su pragmatismo consistía en derrotar a Porfirio Díaz. El proyecto de Pancho Villa se enfocó en la tecnificación de la educación, en la salud pública y en la felicidad, de hecho habló muchas veces de la ‘felicidad’, en la entrevista de Regino Hernández, Villa declaró: ‘no podemos ser todos iguales, pero sí podemos lograr un país con menor desigualdad y con más oportunidades para todos’; Villa también dijo: ‘una vez que la revolución termine tenemos que licenciar a todas las tropas y desaparecer al Ejército para utilizar todo ese dinero en pagar el sueldo a los maestros, un maestro bien pagado es un apóstol, la educación nos va a salvar’, Villa le pagó el triple a los maestros rurales de Chihuahua”. Pedro Palou presentó No me dejen morir así (Planeta, 2014) en la FIL del Zócalo de México – acompañado de Paco Ignacio Taibo- y en la FIL Guadalajara 2014.

 

 

 

MC.- La estructura de “No me dejen morir así”, se parece un poco a “Pobre Patria mía”, por el monólogo póstumo de Pancho Villa y el memorial de largo aliento de Porfirio Díaz, ¿era un eco en el tono?

PP.- Superficialmente desde afuera parece el mismo tipo de monólogo, el tono se parece pero la perspectiva es distinta. La novela de Porfirio Díaz, si quitas el prólogo lírico, Pobre Patria mía está escrita durante los últimos cuatro años de vida del dictador con un capítulo medio loco porque tiene fiebre, se le aparece su mamá, Benito Juárez y Panchito Madero, pero Díaz está vivo. Lo interesante de No me dejen morir así es que te puede hablar un fantasma, es decir, sólo el primer capítulo te habla alguien que está en la antesala de morir, pero después te habla el muerto. Eso le da al libro una libertad enorme, sobre todo en el sentido cronológico, la memoria de un muerto seguramente es muy caprichosa, así que puede ir y venir, va a la infancia, regresa a la juventud, vuelve a la revolución, llega al presente inmediato, incluso en el último capítulo –sabía que debía cuidar la truculencia- me atreví a darle voz al cuerpo de Pancho Villa sin cabeza.

 

MC.- Después de las novelas: Zapata (2006), Morelos (2007), Cuauhtémoc (2008) y Porfirio Díaz (2010), ¿qué detonó contar la biografía de Pancho Villa?

PP.- Es muy distinta la biografía de Villa a las que había escrito, pensé que me quedaría en la trilogía, ahora se volvió en tetralogía. Descubrí que Villa es otro gran perdedor de la historia de México, son diferentes la revolución zapatista y la revolución villista, descubrí algo que me cambió la perspectiva –porque nos han repetido una y otra vez que Villa no tenía ideología-, hay una impresionante evolución psicológica y social en Villa, el revolucionario que se sube al maderismo en 1910, no es el Villa de 1923 con un pensamiento social muy particular y con un experimento social muy particular que es Canutillo, yo veo a Villa desde Canutillo.

 

MC.- ¿Había riesgo de contar la misma historia sobre Pancho Villa?

PP.- Claro que tenía miedo de repetir otra vez a Villa, todo mundo me decía: “¿será una biografía monumental como las que escribieron Friedrich Katz y Paco Taibo?”, les respondía: “no, de hecho será un libro pequeño”. Mi imagen literaria era Cartucho de Nellie Campobello, a quien Juan Rulfo reconoció como su maestra, era la maestra de la contención literaria, así tenía que hablar una persona del norte, no puedes hablar de un Villa haciendo peroratas como lo escribió Martín Luis Guzmán desde la perspectiva del intelectual de la ciudad; mi novela cuenta a un Pancho Villa íntimo, desde la contención de la gente del desierto.

 

MC.- Tu novela “Zapata” (2006) fue criticada por los hijos, nietos y bisnietos de Emiliano Zapata. En cambio, tu novela “No me dejen morir así” fue muy bien recibida por Paco Ignacio Taibo II y los descendientes de Pancho Villa, ¿te preocupaban las lecturas críticas de los historiadores del villismo?

PP.- Siempre preocupan, pero hasta se agregó en mi página de Facebook Rosa Helia Villa, creo que voy por buen camino. Siempre me preocupan las reacciones porque una novela mueve, es muy raro que en Morelos alguien hable mal de Zapata; en cambio, Villa sigue polemizando en Chihuahua como si estuviera vivo, en entrevistas algunas personas me decían: “usted está loco, cómo piensa escribir sobre este desgraciado bandido y criminal, asesinó a mi papá, o mi bisabuela se llevó a mi abuela a El Paso para evitar que se la robara Villa”, las familias han repetido las leyendas del Villa bandolero y roba mujeres hasta quedar en el imaginario. Por cierto, estoy convencido que el 90% de esas historias son inventos de la prensa carrancista, ellos construyeron la terrible imagen de Villa, se filmaron 43 películas de Villa, en todas sale bebiendo alcohol –y Villa era abstemio-, los villistas siempre salen robando, pero Villa les prohibía que robaran so pena de fusilamiento, Villa tenía un fuerte control del Ejército popular, creo que en la historia de México no existe otro Ejército popular tan interesante como el Ejército villista desde la época de José María Morelos, Eric Van Young estudió muy bien al villismo en La otra rebelión (FCE, 2006), era un Ejército multiétnico, indígena-campesino, el Ejército de Zapata era más homogéneo, probablemente el villismo sea el Ejército popular más interesante de la historia de Latinoamérica.

 

MC.- Llamó mi atención leer en tu novela al homónimo de “Eugenio Aguirre”, el novelista “descubrió” el destino de la cabeza cercenada de Pancho Villa en “El abogánster” (2014). ¿Era un homenaje a las novelas que abordaron la profanación del cadáver de Villa?

PP.- De hecho es el tío abuelo de Eugenio Aguirre, le pregunté: “Eugenio estoy escribiendo sobre tu pariente”, y se entusiasmó: “pero por supuesto puedes contar la historia de mi tío”.

MC.- El escritor Eugenio Aguirre acostumbra incluir los nombres de sus amigos en las novelas históricas…

PP.- Claro, yo soy un personaje en la novela Cantolla, aeronauta (2013). Pero en mi novela no le regresé el favor, en verdad existió el tío de Eugenio Aguirre. Ahora bien, en el tema de la profanación a la cabeza de Villa, la gente quiere descubrir una verdad que es imposible, no importa dónde quedó la cabeza de Villa, yo lo veo a nivel simbólico, para mí significa que en 1925 la cabeza cercenada de Villa es el proletariado sin cabeza que describió José Revueltas, no hay quién siga con la idea de hacer otra revolución. Este año, Era reeditó la narrativa de Rafael F. Muñoz (1889-1972) con un prólogo excepcional de Jorge Aguilar Mora sobre el significado de Vámonos con Pancho Villa (1931), su conclusión fue: “Pancho Villa es una energía social, ni siquiera era una persona, la gente no se iba con Pancho Villa, se iba con lo que representaba, porque no tenían nada que perder, era morirse de hambre, ser humillado por el hacendado y por el capataz, o irse con Pancho Villa que era una ilusión utópica de un país distinto para sus hijos”. Pancho Villa encarna una fuerza centrípeta social que no va a volver a tener ningún general o político en la historia de México, por eso Villa sigue vivo.

 

MC.- Si el legado de Emiliano Zapata fue la reforma agraria, ¿cuál era la aportación ideológica de Pancho Villa?

PP.- A lo largo de 13 años, Pancho Villa va descubriendo que la revolución no puede ser sólo “sufragio efectivo”, al principio fue maderista, lloró en el entierro de Francisco I. Madero. El maderismo no tiene ideología, su pragmatismo consistía en derrotar a Porfirio Díaz. El proyecto de Pancho Villa se enfocó en la tecnificación de la educación, en la salud pública y en la felicidad, de hecho habló muchas veces de la “felicidad”, en la entrevista de Regino Hernández, Villa declaró: “no podemos ser todos iguales, pero sí podemos lograr un país con menor desigualdad y con más oportunidades para todos”; Villa también dijo: “una vez que la revolución termine tenemos que licenciar a todas las tropas y desaparecer al Ejército para utilizar todo ese dinero en pagar el sueldo a los maestros, un maestro bien pagado es un apóstol, la educación nos va a salvar”, Villa le pagó el triple a los maestros rurales de Chihuahua, incluso terminó siendo un amante de la educación física, obligaba a los 600 niños de Canutillo para que aprendieran a nadar. En el ámbito rural, tecnificó el campo, inseminó al ganado de Canutillo, de no haber muerto en 1923 el experimento social de Canutillo se hubiera multiplicado en varios lugares del norte, porque responde al norte, así como Zapata responde al sur –y es entendible en ese tipo de tierra y labranza que funcionó muy bien durante los 14 meses de idilio zapatista-, Villa leía manuales técnicos sobre irrigación, hoy sabemos qué tipo de libros había en la biblioteca de Canutillo, cuando Regino Hernández fue a entrevistar a Villa lo encontró leyendo la Divina comedia, en 1923, es increíble para alguien que no había terminado el segundo año de educación primaria, obviamente era la Divina comedia de los clásicos de grolier.

 

MC.- Además de descubrir que Villa fue un gran lector y ver el catálogo de la biblioteca de Canutillo, ¿qué otro dato te sorprendió?

PP.- Yo tenía una imagen anquilosada de Villa, lo que me sirvió para quitarme las telarañas del intelectual citadino fue estudiar la historia local, ir a ver a los historiadores locales, porque Villa visto desde la microhistoria –como decía mi maestro Luis González- es muy distinto que verlo desde la macrohistoria. Qué pasó durante 13 años en México, claro que hubo una revolución, pero desde el lado interno de la vida familiar en Chihuahua lo que vivieron fue una guerra civil, se mataron entre hermanos. En mi investigación comprobé cuánto ganó cada sicario por el asesinato de Villa, de dónde venían el dinero –no de los presidentes Obregón y Calles-, sino de siete familias ricas de Chihuahua, obviamente Calles y Obregón se hicieron de la vista gorda pero ellos no lo mandaron matar, cambia por completo la historiografía, antes pensábamos que el asesinato fue igual que con Zapata, aquí no, fue una emboscada muy bien planeada desde el ámbito local.

 

MC.- Luego de cinco novelas sobre personajes históricos de México, imagino que repites la metodología: ir al lugar de los hechos, hablar con los historiadores locales y visitar archivos en México y Estados Unidos. ¿Cuánto tiempo tardas en cada investigación?

PP.- Un año, o año y medio, dependiendo de la novela, con Zapata tardé mucho más porque era mi primera novela histórica. Lo que hago es trabajar una hipótesis de lectura –como hace cualquier historiador- y esa hipótesis para no perder tiempo –de lo contrario te pasarías una vida investigando la historia de una novela- de inmediato la traspaso a una cronología, de hecho mis cronologías narrativas están publicadas en cada libro, porque son una especie de escaleta radiofónica, esa cronología me lleva a escribir escenas –al estilo cinematográfico-, elijo las escenas, las pongo en determinado orden y comienzo a escribir.

 

MC.- Al final de tu libro vemos una extensa bibliografía norteamericana sobre Pancho Villa, ¿cuál es el debate en Estados Unidos sobre la figura del Centauro del Norte?

PP.- Ellos tienen preguntas sobre Villa que no tenemos en México, ellos se siguen preguntando: “¿cómo Villa se salió con la suya y nos atacó?, invadió Estados Unidos, se fue y no lo pudimos atrapar”, incluso, los historiadores más serios se preguntan: “¿cuál era la intención de Villa al invadir Columbus?”, repiten tristemente –salvo Katz- la idea: “Pancho Villa estaba loco”, lo ven como un acto irracional. Sin embargo, se les olvidan las minas, se les olvida Cananea y la historia local, Villa está respondiendo cuando ataca Columbus a un tema central: le han cortado por completo el dinero y se venga radicalmente. Por eso para mí es importante la Expedición punitiva de Pershing, resultó fenomenal estudiar a Villa escondido en las montañas a punto de la muerte, pasó siete días sin comer, oculto en una cueva, ahí fue capturado y posteriormente fusilado Pablo López, el hombre más cercano a Villa. Al encontrarme con uno de los grandes historiadores del villismo, Max Parra, me permití reescribir un capítulo de Cartucho (1931), porque leí los originales de las tarjetas postales de Martín López, el hermano de Pablo López.

 

MC.- Finalmente, el 6 de diciembre se cumplieron cien años de la entrada de Emiliano Zapata y Pancho Villa a la Ciudad de México. Ahora que citas la reescritura de un capítulo de “Cartucho”, ¿reescribirías algún pasaje en tu novela “Zapata”?

PP.- No. Sin embargo, mi lectura de la entrada de Villa y Zapata a Palacio Nacional es mucho mejor que cuando escribí la novela Zapata (2006), porque ahora estoy convencido que los dos sabían qué querían, no sólo acompañaban al presidente de la Convención de Aguascalientes a tomar posesión, Villa y Zapata sabían qué querían, en 1914 había un presidente interino y estaban buscando una solución de largo plazo, probablemente nombrar a Felipe Ángeles como presidente de México –como decía Zapata-. Hoy en día, todos los historiadores están de acuerdo en que la policía más honesta que ha tenido la Ciudad de México fue la policía zapatista, estos campesinos del Atila del sur resultaron muy honestos; en cambio, después llegó Venustiano Carranza y se inventó el verbo “carrancear” (robar), llegamos al triste momento de La banda del automóvil gris, los soldados carrancistas carranceando las casas de los porfiristas, por cierto, seguramente carrancearon alguna casa de tu familia.

 

MC.- Sí, la casa de mi bisabuelo Joaquín Casasús. Gracias por esta charla Pedro. ¿Dónde podemos escribirte?

PP.- Gracias a ti querido Mario. Pueden encontrarme en Facebook, y en twitter: @pedropalou

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