Es chocante que la senadora Ena von baer, quien llegó al Senado como senadora designada por Santiago y, después, sólo logró ser electa trasladándose al sur y batiendo el record de aportaciones reservadas en su campaña millonaria, se permita ahora tildar de “traje a la medida” las reforma a la representación senatorial. Un poco de pudor.
También es cierto que el Senado debería desaparecer en la nueva Constitución, con un Parlamento unicameral que dé la debida representación a todas las fuerzas en disputa, sirviendo, a la vez, para desahuciar las críticas hipócritas por el aumento de representantes que formulan algunos parlamentarios, pero que la meta de una mejor representatividad hace imprescindible.
El Senado actual no cumple ninguna función útil, en la medida que sólo reproduce las funciones de la Cámara, aunque con una menor representatividad ciudadana, debido al cuoteo binominal, el que se hace más evidente en las circunscripciones más grandes. De esta forma, sólo se ralentiza y encarece el proceso legislativo y se lo aleja del sentir e influencia de los supuestos representados.
Como si ello no bastara, efectivamente, parece haber diputados (Germán Becker, Hugo Gutiérrez, Gabriel Silber, etc, etc) que ya están trabajando por su asiento en este desprestigiado Senado, en una actitud seudoaristocratizante o aspiracional, nada republicana y sumamente ridícula.
Con representantes como estos, la Asamblea Constituyente se torna cada vez más imprescindible. Cuando ella se produzca, habrá que agradecerle a todos nuestros actuales representantes, especialmente, a quienes más se opusieron a ella.