Es interesante tener presente lo que dijo el Presidente de la Corte Suprema en la clausura de Enade hace algunos días, respecto de la manoseada “puerta giratoria”, que resulta no ser más que una crítica absurda ante la realidad de los hechos. Dijo Sergio Muñoz: “Hay que aclarar que la realidad es muy distinta de lo que se ha tratado de posicionar en la percepción de la opinión pública. Desde el año 2004 a junio de 2014, se han solicitado por el Ministerio Público 270.434 prisiones preventivas a nivel nacional. De todas ellas, una vez deducidos los recursos legales, se han mantenido las decisiones que niegan lo requerido por el Ministerio Público solo en 2.837 casos, que representa el 1% de los requerimientos efectuados a los tribunales. Esta es la puerta giratoria: el 1% de las decisiones. Cualquier sistema del mundo querría tener esos índices”.
Ahora bien, ese 1% de peticiones de prisión preventiva a que dió lugar solo incluye a personas modestas, pobres de solemnidad, ciudadanos de a pie, que se han visto envueltos en diversos ilícitos. Pero, a los grandes delincuentes, señores que usan cuello almidonado y corbatas de seda, aquellos que depredan a los demás y que estafan al Fisco, aquellos que se coluden para obtener utilidades astronómicas, solo en lo formal los fiscales piden prisión preventiva, y las más de las veces no lo hacen, llegando a burdos acuerdos reparatorios o la obligación de asistir a cursillos de ética o cosas así, de modo que la gran jauría de depredadores, léase Cascadas (Ponce Lerou), la Polar, Lan Chile (Piñera), LarrainVial y Cascadas (León Vial), Manuel Cruzat Infante (caso Falabella), etc, gozan de una inmerecida libertad, y para ellos sí que se trata de puerta giratoria, ya que sus ilícitos, que superan en miles de veces al delincuente que roba una gargantilla, sólo se les aplica multas con algo de temor y vergüenza por los tribunales, que son obsecuentes ante estos delincuentes y ante los abogados de estudios renombrados, que son muy pero muy influyentes (esto no es eufemismo, simplemente ellos saben que tecla tocar y a quién llegar para obtener los voto necesarios: estamos en Chile y eso es conocido).
Los empresarios saben hacer lo suyo, hacer dinero sin observar las víctimas y cadáveres que quedan en el camino; los tribunales por su parte, sujetos a una legislación acomodaticia, decimonónica, y aplicando dura lex sólo a los abandonados por la fortuna, a los famélicos habitantes de esta angosta faja de tierra, que son tasados por fiscales discriminadores como peligros para la seguridad de la sociedad o peligro para las víctimas, exclusivamente por vestir malos ropajes, hablar sin que se denote gran educación, o tener aspecto muy popular, precisamente en este país mestizo en que lo rubio “natural” se hace en peluquerías y con agua oxigenada; y los jueces, bien gracias, haciendo gala de una enfermiza vocación por administrar mala justicia, ya que programan audiencias y juicios con reloj en mano, como si se tratara de una posta atlética y el minutero fuera lo más importando,olvidando que la función es relevante y que, para dar a cada uno lo suyo se requiere escuchar, analizar, estudiar, dictar resoluciones, fallar, y ello no se logra con control horario ni con el incentivo de lograr metas para hacer brillar las estadísticas ni para obtener perversos bonos, como los fiscales del Ministerio Público, a quiénes, por un inexcusable vacío de la ley, no los fiscaliza nadie, siendo insuficiente su ley orgánica y el que se investiguen “administrativamente” los casos en que se ven envueltos.
Corolario I: la ley, cuando su aplicación es pareja, no es dura. Pero en Chile, con legisladores que desconocen una óptima técnica legislativa, y los cuales están más preocupados de sus carreras políticas y proyectarse cada vez a las ligas superiores, es difícil haya cambios sustantivos; del poder judicial, mejor ni hablar. Su anquilosamiento, desidia, mala gestión e imagen pública que los reprueba, es suficiente.
Corolario II: conozco al ministro Muñoz de cuando era juez del crimen en Santiago, eternamente acompañado de Gloria, su asistente licenciada en derecho. Ese ministro que conocí como juez, hoy es otra persona, muy distinta, muy difusa. Creo no estar equivocado que en sus actuaciones algo tiene que ver el ex ministro de Pinochet, Hernán Felipe Errázuriz, a quién se apunta como quién lo proyectó y consiguió los votos para el cargo, favores que en Chile no son baladíes ni se hace por altruismo y beneficiar a los mejores, sino que por algo más pedestre: tener a la mano a alguien que es útil, a alguien que inclina la balanza a favor. Mala cosa.