Poco tiempo nos falta para que los canales de TV pública comiencen a corear al unísono el himno de los niños lisiados sobre cuyas vidas hemos oído, leído y sabido tanto en revistas de lindos colores. Historias llenas de amor, templanza e iniciativa empresarial. La tele no puede esperar, no es posible perder el resplandeciente tiempo de la Teletón en conversaciones y francachelas absurdas. ¡Todos juntos a prender la tele, como hermanos miembros de una iglesia! Tan bonita que se ve la Tonkita toda vestidita de un popelín más blanco que el mismo blanco, y el Martincito todo rubio, como hecho de oro, un Adonis, y Don Francisco, más bueno y cumplidor que San Sebastián. Si no fuera por Don Francisco, no habría Teletón y, en cambio, ¿qué habría?, se pregunta un televidente. Es viernes y el show está a punto de empezar. En la olla del comedero se cuecen las vienesas para preparar unos ricos completos. A la reina de la casa le gusta agasajar a los suyos con algo delicioso porque el panorama lo amerita. ¡Ojalá este año lleguen a la meta! Comenta la sabelotodo, al tiempo que bate la mayonesa a dos tenedores. Los niños no están porque los bribones le cortan la mayonesa y para la Teletón absolutamente todo debe estar perfecto. ¡Hala, vamos!
Algunos atrevidos detestan con todas sus fuerzas la bendita y santísima Teletón. Argumentan que es un show grotesco del que varios se cuelgan únicamente para obtener importantes beneficios. Siempre económicos. Sin ir más lejos, se atreven a citar a la mismísima Organización de Naciones Unidas, que según ellos ha criticado duramente el espectáculo televisado que solo “promueve estereotipos”: la Teletón cosificaría a niños y niñas y los entregaría al servicio de la maquinaria caritativa chilensis. Porque al parecer, si fulano o mengano no compra el salchichón adherido, el detergente adherido, el refrigerador adherido o los sostenes adheridos, en realidad lo que se está haciendo es condenar a un pequeño “discapacitado” a una infeliz infancia, sin ningún tipo de realización personal, sin emprendimiento y con metas bastante oscuras y limitadas. La Teletón busca metas claras y amplias, que ojalá ¡Dios mediante! ojalá se escriban con varios dígitos.
El show –que parte el día viernes de manera ininterrumpida hasta el sábado– está compuesto por un potpurrí de gente deprimente. Surge la figura mofletuda y cabezona de Don Francisco, descorre la cortina de humo en ese aire viciado de boîte teletonera y allí están: amontonados y rechinando con los dientes aparecen los dulces niñitos de la Teletón y son presentados en el orden de sus respectivas deformaciones. Normalmente van de menos mal a terrible: es de esperar que haya uno con cerebro y estómago compartiendo el mismo espacio del humor vítreo del ojo. Después de todo, ese será el afortunado que recaudará las más grandes ganancias. Se comienza con el que simboliza la discapacidad, es decir, el niño símbolo. Redoble de tambores. Es bueno para la cámara el mocoso, nació para ser rostro ¡Imaginen si tuviera brazos! ¡Y si tuviera dedos en los pies! Cuando ya se ha desgranado completamente su vida, que los papis narran en HD (polución nocturna incluida), aparece el enlace en directo con la Karen y con el Martín y con la Chechi, que en la vida real no son taaaan amiguis pero que no pueden escaquearse ante las responsabilidades corporativas. Una Reina debe mezclarse con la plebe por lo menos una vez al año. Desde las alturas la Soberana analiza lo que se extiende ante sus ojos y hace una mueca de desaprobación. ¿Es que acaso habrá algo más grotesco que un pantalón feo en una mujer fea? Los amiguis explican que la gente está super entusiasmada y que hasta se han vestido de forma muy pituca para salir en la tele, donde todos son buenos por naturaleza. Incluso esa mujer gorda de ahí, la de rostro grasiento y que la Chechi de vez en cuando roza con la mano derecha, explicando que ella lo compra todo en la multitienda adherida a la noble causa y que la Chechi engalana todavía más con su regia estampa.
Y mientras tanto.
Y mientras tanto, al otro lado del Mapocho, a leguas de distancia, un emisario prepara un despacho que no saldrá al aire. Se trata del Mamo que lanza maldiciones a la TV. Gracias al traidor ahora tiene que ver a Don Francisco desde la incomodidad de su bacinica plástica en Punta Peuco. Ahí está el viejo holgazán, completamente decrépito, meneándosela de cara a la Teletón. Ojalá hubiera cerveza o por lo menos un vino. Pero no, únicamente la ingratitud de Chile que nunca supo devolverle la mano al salvador. Y tampoco hay papel higiénico para sacarse las cacas, una sola patada en el popó no más y que se deje de quejar el auto declarado príncipe de la dictadura. Dulce abuelito. Ayayay, se soba el Mamo. Pero ahí nadie lo escucha. Mejor esa patada que el ajuste de cuentas carcelario, del que el Mamo ha oído más de alguna vez. Quizá a estas alturas hasta me vendría bien, piensa. Viejo cochino.
Y Andreíta Mechas Teñidas ¿Nos deleitará este año con una pichanga muy feminista junto a la alambrica Carolina Tohá? ¿O declarará su rebeldía contra los niños enfermos? ¿Y la Presidenta de las Repúblicas? ¿Y las ilustres Senadoras?
Por la pasarela ya desfilan las importantes empresas y corporaciones que gritan a voz en cuello la cantidad de la donación efectuada por los fieles clientes. Jugos en polvo, bebidas cancerosas, harina, televisores, lavadoras, ¡Refrigeradores! ¡Litros de bencina! ¡Aspiradoras! ¡Servilletas! Etcétera, etcétera. Se regalan los miles de millones a la nobilísima causa, que servirán para solucionar los problemas de salud de la menor cantidad de minusválidos en Chile. Que cacareen todo lo que quieran los de la Asociación esa, si la Bachelé se quita un peso de encima y así todos contentos. Ella ya está de mierda hasta el cuello, no quiere más mierda encima dice la experta en comunicaciones corporativas que milita en política desde que aprendió a sumar con el ábaco. Ella sí tiene manos y pies que emplea para medir y ponderar, sacar cuentas y seleccionar los chales de seda con los que la Presidenta va a impactar a la ciudadanía en la noche del amor. La mami se viste súper bien y saluda a todos, incluso a esa gente deslucida que destaca negativamente en las primeras filas y que dice cosas como toballa, dentrar, cirgüela y empréstamelo. Y la Teletón y sus dulces niñitos (que gracias a las limosnas, algún día quizá incluso lleguen a ser Gente) le hacen el trabajo más fácil. Por eso ella misma encabeza la fiesta y se mete a la rumba, y vamos girando sobre los tacones de Ferragamo al tiempo que uno le pone el ritmo y otro el timbal en la jarana de los enfermos que enriquecen a los de siempre en las decadentes horas del amor. A la chilena.
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