Septiembre 24, 2024

El miedo al cambio

Históricamente, Chile ha sido un país conservador y dominado por “el peso de la noche” portaliana: basta observar las estatuas que decoran el Paseo de las Alamedas para comprobar la veracidad de la mentalidad conservadora de nuestro pueblo. Nuestros héroes nacionales eran, en mayoría, líderes autoritarios y dictatoriales, por ejemplo, la estatua del comerciante Diego Portales está mirando a La Moneda para controlar que los negocios marchen bien y que, en política, todo permanezca bajo el dominio de los “pelucones”; la Bernardo O´Higgins aparece en una posición heroica, montando su caballo y, fieramente, desafiando a sus enemigos, cuando no fue más que un dictador; más allá, frente a la Universidad de Chile, está la estatua de Andrés Bello – gran educador caraqueño, sostenía que la educación para los “rotos” debía limitarse a entregar los rudimentos básicos para la formación de una mano de obra y, así, condenarlos al eterno trabajo de peón . Chile siempre ha venerado a los personajes autoritarios y rechazado a los rebeldes.

 

 

La estatua de José Miguel Carrera se halla también en La Alameda, pero muy lejos del barrio cívico; en cuando a los rebeldes, los restos de Francisco Bilbao sólo fueron traídos a Chile hace muy poco tiempo y los de Santiago Arcos, el comunista utópico del siglo XIX, están en el anonimato – los chilenos terminan por reconocer a los rebeldes una vez muertos, como ocurre actualmente, con Miguel Enríquez y Salvador Allende -.

 

Tenemos que la derecha chilena es la más retrógrada del mundo y que espanta, incluso, a los fascistas seguidores de Jean Marie Le Pen; tenemos un senado de pelucones rancios y apernados en el poder y las prebendas; tenemos una clase empresarial abusiva y especuladora, que cuenta con no pocos delincuentes; tenemos una iglesia católica que, a contrapelo del Papa Francisco, ataca con saña el proyecto de reforma educacional y, además, defiende la segregación en los colegios de ricos, regentados por congregaciones católicas y para más vergüenza, protege a curas pedófilos, capellanes de los ricos y de milicos, en fin, tenemos las instituciones más reaccionarias del mundo.

 

Basta revisar la historia de la educación chilena para comprobar que la Ley de Instrucción de Educación Primaria, Obligatoria y Gratuita exigió decenios de lucha a fin de vencer la resistencia de los conservadores, que temían que los educadores laicos sacaran a Dios de las escuelas – las personas de más años aún recordarán la canción “A Dios queremos en nuestras leyes, en las escuelas y en el hogar…” o aquella más “caritativa” “qué bueno que murió Garibaldi” (PUM) -. Sólo en 1920, por un acuerdo entre liberales y conservadores, fue posible la aprobación de dicha ley, pero su aplicación fue muy lenta y la gratuidad permanentemente burlada por los latifundistas.

 

Un proyecto que aseguraba la educación permanente como el propuesto por Salvador Allende, la ENU, (Escuela Nacional Unificada), tuvo una resistencia tan feroz, por parte de la iglesia católica, las fuerzas armadas, la Democracia Cristiana y, por supuesto, los partidos de la derecha, que Allende se vio obligado a retirarlo.

 

El gobierno de Michelle Bachelet se ha atrevido a plantear una serie de reformas que tocan a fondo al Chile dominado por “el peso de la noche”, aquel que adora el inmovilismo, pues el cambio, para muchos es como si fuera la peste. Es posible que en la presentación de estos cambios he haya cometido muchos errores, pero hay que reconocer que, en el fondo, cada uno de ellos se está tocando a la esencia del Chile neoliberal heredado, y administrado magistralmente por la Concertación.

 

Como es lógico, en un gobierno que, prácticamente, no tiene oposición de derecha, quienes asumen el papel principal en el intento de detención de las reformas es la “quinta columna”, inserta en la Nueva Mayoría que, inteligentemente ha sabido aprovechar el miedo al cambio que caracteriza a muchos sectores de la sociedad chilena, especialmente las llamadas capas medias o “el Pantano”, como se llamaba al centro político, en el período de la Asamblea Nacional, en la Revolución Francesa. Como decía F.D. Roosevelt, “no hay que tenerle miedo al miedo”.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

24/11/2014             

 

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