Este jueves 6 de noviembre a las 8am ha dejado de existir nuestro amigo y correligionario Orlando Cantuarias Zepeda. Ha partido a senderos desconocidos para nosotros, los que aún no llegamos al final del camino en este mundo, a la edad de 85 años. Sin embargo, desde hace mas de un lustro se había ido parcialmente de la relación dinámica, ágil y lúcida con que caracterizó su vida, en efecto una cruel enfermedad que lesionó su cerebro afectando su motricidad y el habla, lo mantenía postrado en cama al cuidado de su infatigable y amada esposa, María Mercedes quien se constituyó en su soporte, velando con amor y devoción cada día y cada noche sus necesidades y angustias, con la esperanza que en algún momento recuperara el sentido de la comunicación oral y el contacto mas vivo de las emociones y los sentimientos. Ha fallecido rodeado de sus seres mas queridos, de su esposa, de su hijo, de su nieto quienes lo amaron y cuidaron infatigablemente, se va en el languidecer del ocaso o en el despertar de la madrugada, sin hablar ni despedirse, pero empapado de amor que quizás sea la manera más feliz de cerrar los ojos para siempre.
Conocí a Orlando en las postrimerias de la década de los años sesenta en el siglo pasado, en aquellos debates encendidos, divergentes y contradictorios que hacían raíz en la experiencia frustrada de luchas y proyectos por un Chile que desde la masificación de los movimientos sociales y políticos aspiraba a un País más justo, solidario y progresista. El radicalismo que había nacido a la vida política en la defensa de las libertades y por los derechos de los trabajadores, tuvo en hombres como Orlando la conducción que lo llevó a optar por el camino de la unidad y entendimiento de las fuerzas democráticas y progresistas del Chile de entonces. En tal condición fue honrado por el Presidente Allende para asumir el Ministerio de Minería y le cupo el honor y la distinción patriótica de suscribir la nacionalización del cobre, principal riqueza del País y factor determinante de la economía nacional.
Al escribir estas líneas, como chispazo de la memoria, recuerdo la tarea que el partido de toda su vida le encomendó para que asumiera una candidatura a Diputado por Concepción. Siendo yo en esa época un muchacho que recién se empinaba por los 20 años fui requerido por el para que lo acompañara en los inicios de esa campaña. Viajamos por tierra desde Santiago y recorrimos ciudades y campos llevando el mensaje del radicalismo. En el Chile polarizado y fracturado social y políticamente de aquellos años el radicalismo experimentó una de sus más severas derrotas, quizá como un preámbulo de la tragedia que poco tiempo después nos tocó vivir con el quiebre de la democracia y la aparición de la dictadura con toda su secuela de represión, dolor y sufrimiento.
Orlando enfrentó momentos muy difíciles después del 11 de septiembre de 1973, sin embargo decidió permanecer en Chile. Luego de haber estado detenido en campos de concentración, cuando recuperó su libertad lo primero que hizo fue tomar contacto con su Partido y en clandestinidad se colocó al
frente de su dirección. Asumió la Presidencia Nacional y desplegó, en condiciones altamente riesgosas, un trabajo de comunicación y organización que finalmente le costó la expulsión del País.Durante su exilio en México jamás dejó de estar a las ordenes del Partido y cumplió leal y eficientemente los cometidos que le asignaron, respetando y acatando las competencias que le correspondía ejercer a la Dirección del radicalismo en Chile.
Cuando regresó al País asumió con sencillez su condición de militante, no pidió privilegios ni reclamó distinciones por su trayectoria. Dijo, he vuelto a ponerme a las ordenes de mi Partido y aquí estoy para lo que se estime, por su Dirección, que puedo colaborar. Aún cuando tuvimos ocasiones de compartir en diferentes eventos internacionales, no fue sino a partir de los años 90 con el devenir de la democracia cuando se acrecentó nuestra amistad, nuestros vínculos humanos y políticos.
Volvió a ejercer la Presidencia del Partido allá por el año 2002 y fue en ese momento cuando junto con pedirme que lo acompañara en la Secretaría General, sostuvimos las más largas conversaciones acerca del radicalismo y del futuro del País. Solo diré que en lo fundamental siempre tuvimos pleno acuerdo. Lo esencial es que logramos asumir que los principios, valores e ideas políticas se deben confrontar con las realidades históricas y el contexto social, económico y cultural de cada País. Que lo importante es la capacidad de desplegar políticas públicas que den cuenta de las urgencias de los más necesitados, sobre la base del crecimiento y el desarrollo. En definitiva el deber de la política es promover más bienestar y elevar la calidad y condición de vida de la gente. En estas reflexiones quisimos inspirar el compromiso del partido en su rol de actor político en la sociedad chilena . No sería justo si callara que no estaba del todo feliz de la realidad partidaria, pero siempre con una mirada positiva, dispuesto a asumir su responsabilidad que en definitiva no es sino la de todos los que hemos tenido un papel más o menos relevante en los últimos decenios de su historia.
No quisiera emplear frases comúnes, menos en momentos como este, pero de verdad siento que se ha marchado un chileno y un radical de excepción, de aquellos que dejan huellas y marcan toda una época, protagonista de períodos diversos de la sociedad chilena, como diversa debiera ser la vida para que sea mas plena.
Sé que Orlando estará de acuerdo conmigo. Los honores y homenajes para quienes han servido más allá de sus propios intereses, que han sido por sobre todo servidores públicos que consagraron su vida a la política y a las causas mas nobles y justas de la humanidad, no se rinden cuando mueren, se deben brindar o reconocer cuando aún pueden escuchar. Cuando en momentos de aflicción, cuando comienzan a decrecer las energías o cuando la enfermedad acusa que se acerca el fin, entonces hay que tender la mano para agradecer lo que hicieron por el Bien Común, para llevar consuelo o
simplemente para que no estén solos.
Querido amigo no se si hice lo suficiente, que no solo estés de acuerdo con lo que acabo de decir, que hayas sentido que quise estar más contigo, que cuando te visité en tu morada de enfermo y estreché tu mano sentí tu respuesta con esa mirada atenta que fue más elocuente que el verbo y la retórica y que ahora que no estás te echaré de menos.
Ricardo Navarrete Betanzo
Embajador
Embajada de Chile en Colombia