Tras lograr, en nueve años de gobierno, una estabilidad y un crecimiento económico inéditos, el presidente Evo Morales apuesta hoy, como principal oferta electoral, por un mayor desarrollo industrial que alcance a las potencias mundiales.
El primer paso, con inversiones estatales millonarias, ha sido iniciar la construcción de varias plantas para industrializar el gas natural y aventurarse en la industria petroquímica, tras el fracaso en la transformación del hierro y el litio, recursos que abundan en el país.
Bolivia ha buscado históricamente que su suministro mundial de riquezas naturales tenga un valor agregado y hoy Morales ve posible esa meta porque el Estado controla los sectores estratégicos de la economía gracias a su política de nacionalizaciones. Durante esta campaña electoral, en la que buscará un tercer mandato consecutivo hasta 2020, Morales ha sostenido que Bolivia comenzó a pasar de la economía de las materias primas a la industrial.
Este proceso está cerca de culminar en el sector de hidrocarburos gracias a las inversiones estatales en seis proyectos que, según el Ministerio de Economía, demandan una inversión de 6.516 millones de dólares para el período 2013-2022.
Desde que llegó al poder en 2006, Morales había reiterado cada año las promesas de instalar grandes industrias en Bolivia, que comenzaron ya a materializarse en este mandato.
Dos plantas de separación de líquidos del gas natural, una productora de amoniaco y urea, otra de propileno y polipropileno, y una más de etileno y polietileno son algunos de los proyectos petroquímicos con los que el gobernante quiere marcar un antes y un después en la historia económica de su país.
En sintonía con ese objetivo, estos días Bolivia está poniendo en marcha una gran planta de separación de líquidos del gas en la zona del Gran Chaco, construida por la española Técnicas Reunidas.
Esa planta costó 606 millones de dólares y es una de las inversiones más altas hechas en Bolivia en un proyecto para la industrialización, junto con la planta para producir amoniaco y urea que edifica la coreana Samsung por 862 millones de dólares.
El escaso número de ingenieros en Bolivia para estas obras ha obligado a contratar a empresas chinas, españolas, argentinas y coreanas, a las que Morales ha prometido más contratos si entregan sus proyectos antes de los plazos previstos.
Para solucionar ese déficit, el Gobierno también puso en marcha un plan de becas para formar a científicos en las mejores universidades del mundo y anunció la creación de una ciudadela científica, una demanda de sectores académicos para que la bonanza económica revierta en recursos humanos.
Además, el Estado ha comenzado a producir lingotes de plomo y ha renovado varios proyectos ferroviarios, de exportación de electricidad e incluso ha anunciado un inminente programa civil de energía nuclear.
La inversión para este último proyecto superará los 2.000 millones de dólares hasta 2025 con la construcción de dos plantas y la posible ayuda de Rusia, Irán, Francia y Argentina.
Todos los proyectos se financian en buena parte con fondos de la venta de gas a Brasil y Argentina, a precios diez veces más altos que los registrados antes de que Morales llegara al poder.
Con diez millones de habitantes, el aumento de la renta petrolera entre 2005 y 2014, de 300 millones anuales a los cerca de 6.000 millones de dólares esperados para diciembre, supuso una inyección de riqueza que también permitió a Bolivia reducir la pobreza extrema.
La importancia del gas es tal en la economía del país que en 2013 representó el 54 % (6.589 millones de dólares) de las exportaciones totales, situadas en 12.042 millones de dólares. Desde 2007, las ventas del energético han reportado a la nación ingresos por 30.700 millones de dólares, de los que 4.800 se pagaron a las privadas trasnacionales que operan en el sector.
Ese movimiento ha provocado un crecimiento promedio del 5 % en los últimos años y para este año se espera un 5,5 %, el segundo mejor dato previsto en Latinoamérica, después de Panamá (6,7 %), según la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL).
En cifras absolutas, la economía creció entre 2006 y este año de 8.000 a 32.000 millones de dólares, y llegará a 100.000 millones en 2020, según datos gubernamentales.
Morales insiste en su condición de izquierdista, anticapitalista, revolucionario y progresista, aunque algunos críticos ven en sus políticas económicas el corte liberal que él tanto crítica.
El Gobierno boliviano ha reconocido, por ejemplo, que hay tensiones entre su modelo de desarrollo e industrialización y sus principios de defensa de la Madre Tierra, pero ha expresado su confianza en que pueden ser solucionadas con “creatividad”.