El reciente viaje a Nueva York de la presidenta Michelle Bachelet nos ha devuelto a décadas pasadas: ha transparentado la verdadera composición de las políticas de la Nueva Mayoría. En tribunas internacionales los discursos, además de traducidos e interpretados, se simplifican y ordenan. En esas tribunas internacionales, ante la mirada atenta y censora de los representantes de las grandes potencias, los más pequeños o se empinan y alzan la voz o simplemente se someten y apocan.
Algunos optan por aquel primer camino, como Evo Morales, Nicolás Maduro o Cristina Fernández, pero otros pequeños terminan insignificantes bajo la sombra de los poderosos.
Michelle Bachelet revivió en Nueva York los tradicionales road shows de las décadas pasadas. Emuló a Ricardo Lagos o Frei Ruiz-Tagle en aquellos aviones repletos de empresarios girando por los foros mundiales para exhibir la “imagen país” o para, decididamente, “vender el país”. La versión Nueva Mayoría no ha sido tan masiva pero sí selectiva. Junto a la presidenta ha viajado la cúpula empresarial chilena, encabezada por Andrés Santa Cruz, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, más otros miembros de grandes corporaciones. Sí, aquel mismo Santa Cruz que pocos días antes había conducido la campaña de desinformación ciudadana para crear un clima de terror económico mediante la amplificación del ciclo recesivo que vive la economía mundial y chilena (ver PF 813). Santa Cruz y su camarilla ha conseguido no sólo que esta campaña, bien difundida por los medios del duopolio y la televisión afín, hiciera retroceder al gobierno en las encuestas de opinión, sino logró que tirara la toalla en buena parte de los artículos de las iniciales reformas.
Vale la pena recordar las palabras de Santa Cruz en las semanas previas a abordar el avión presidencial a Estados Unidos. Porque tras la cita en La Moneda con Michelle Bachelet, el 8 de septiembre, el representante empresarial dijo a la prensa que “las reformas causan inquietud en el sector privado y ciertas declaraciones que denostan al sector privado lesionan las confianzas, y han provocado mayor incertidumbre aún”. En la oportunidad, y con la misma soberbia, repitió e invocó varias veces la palabra “crecimiento” cual vocablo mágico. Hay que “privilegiar el crecimiento económico como uno de los mecanismos principales que permiten que a Chile le vaya bien”; porque “el crecimiento es uno de los principales ejes que le preocupan al gobierno y el sector privado es el motor del desarrollo”. Suma y sigue: aunque “falta avanzar en acciones concretas que ayuden a darle un real impulso al crecimiento” dijo, “nosotros estamos disponibles para colaborar con las agendas que fomentan el crecimiento, la productividad y el empleo”.
REGRESO DEL ESTILO CONCERTACION
El gobierno ha vuelto a acomodarse y la Nueva Mayoría a ocupar el espacio natural que ha dejado la Concertación. Tras un impulso de seis meses, regresa a la inercia de dos décadas. Las diversas intervenciones de Bachelet en Nueva York retomaron un estilo ya probado, el mismo que hace unas semanas reclamó como propio Ricardo Lagos. Tras un fuerte discurso progresista se expresan acciones inequívocas hacia el rol del sector privado. Las señales, que son la esencia en la política internacional, apuntan en esa dirección.
Bachelet ha logrado darle más y nuevas vueltas a este discurso, que toma los clásicos elementos de lo que se entiende como lo “políticamente correcto”, una combinación de libre mercado con pequeñas pero bien amplificadas dosis de protección social. Michelle Bachelet en todos los foros neoyorquinos junto con destacar el rol del sector privado, se ocupó de reforzar la relación público-privada y de nombrar la función del gobierno como articulador de una mayor justicia social. Lo hizo en el foro de la Fundación Ford, pero de manera especial durante la 10ª cita anual del Clinton Global Initiative, conferencia que compartió con el ex mandatario de Estados Unidos, Bill Clinton, que elogió la economía chilena como “la más fuerte en la región”.
Vale la pena citar esta nueva obra discursiva difundida urbi et orbe, la que debiera levantarse como base de las acciones de la Nueva Mayoría. “La desigualdad es en sí misma una condición que frena las perspectivas de nuestro desarrollo. Pero, además, combatir la desigualdad es una demanda ciudadana que se ha expresado con mucha fuerza en el Chile de los últimos años”, dijo Bachelet minutos después de haber exhibido a Chile sin temores como uno de los peores países en el ranking de inequidad mundial.
Michelle Bachelet habló, tal como lo hiciera Santa Cruz en Santiago, de crecimiento económico, el que sin embargo matizó con otros indicadores. “El desarrollo no se define sólo con altas cifras de PIB per cápita: es crecimiento sustentable, inclusión, cohesión social y gobernabilidad. Es sinónimo de diversidad, de transparencia. Es sinónimo de libertad, pero también de justicia social. Es sinónimo de cuidado al medioambiente y respeto a los derechos humanos. Es sinónimo de mercados que prosperan y funcionan gracias a la innovación productiva y no a la especulación”, agregaba solo un par de semanas después de la millonaria multa a Julio Ponce Lerou y sus secuaces de las empresas cascadas. Por tanto, para lograr este objetivo, recordó en aquel foro la necesidad de impulsar reformas en materia educacional, política y tributaria.
TERCERA VIA Y
FACTOR LAGOS
La relación entre Bachelet y Clinton pasa necesariamente por Ricardo Lagos Escobar. En julio pasado los dos ex mandatarios, junto a Tony Blair, Felipe González, Fernando Cardoso y Juan Manuel Santos (el único mandatario en funciones), relanzaron la Tercera Vía, aquella propuesta de los que se autodenominan progresistas en un mundo de neoliberales. La Tercera Vía, planteada en décadas pasadas como una alternativa teórica centrista a la dualidad capitalismo-socialismo, ha resultado en los hechos un tipo de libre mercado sin grandes diferencias con el propugnado por reconocidos y ortodoxos neoliberales. Ricardo Lagos, hoy un promotor de la Tercera Vía en foros internacionales, gobernó seis años para el deleite empresarial. Tras su gobierno los indicadores sobre distribución de la riqueza abrieron una brecha de magnitudes históricas.
Durante su viaje, la presidenta Bachelet mantuvo una dualidad que sólo se equilibra en el discurso. Porque sus intenciones, bien subrayadas en la palabra, no se articulan en los hechos. La justicia social, la inclusión, la libertad o el crecimiento sustentable no hallan un referente ni en la realidad económica chilena ni en el grupo de empresarios a los cuales el gobierno invita a invertir. Mientras la comitiva presidencial paseaba por la Gran Manzana, en Chile los tribunales sancionaban escándalos de abusos corporativos, como la citada estafa de Ponce Lerou, la colusión en la producción y comercialización de los tres grandes carteles productores de pollos; en tanto, en la investigación de las boletas falsas del grupo Penta aparecía, junto a nombres de conspicuos políticos de la UDI, el ex ministro de Hacienda de Bachelet, Andrés Velasco, un precandidato presidencial.
Gran parte de estos delitos son consecuencia del abuso de poder de las grandes corporaciones. El proceso de desregulación económica ha conducido a una concentración de los mercados y de la riqueza a niveles sin precedentes. El malestar actual de Chile tiene su raíz en el poder sin límites de los monopolios, presentes en prácticamente todas las áreas de la producción y los servicios.
INVITACION A
MAS MONOPOLIOS
Es una gran contradicción que Michelle Bachelet por un lado levante una pieza discursiva sobre la libertad, la democracia y la justicia social, mientras se reúne con empresarios representantes de grupos del poder económico cuyas prácticas son cercanas a los monopolios. Al observar los invitados a los foros empresariales, llama la atención la fuerte presencia de grupos económicos ya presentes en Chile como también el alto número de entidades financieras, varias de ellas de dudoso presente y peor pasado. Pero sin duda el denominador común de esos invitados es su posición dominante en los mercados. En prácticamente todos los casos se trata de empresas monopólicas o con afanes controladores de los mercados.
De la larga lista de empresas e inversionistas que circuló, llama la atención, a primera vista, la presencia de compañías que mantienen tensiones con diferentes ámbitos de acción de la sociedad chilena. De partida, destaca Barrick Gold, que en Chile tiene el polémico proyecto Pascua Lama; o AES Gener, empresa de energía estadounidense que durante el anterior gobierno de Bachelet logró instalar la termoeléctrica Campiche en una zona ambientalmente protegida. Más recientemente, está el caso de Microsoft, que con un enérgico y tal vez generoso lobby en la Cámara de Diputados eliminó de la noche a la mañana las intenciones de legislar por el uso del software libre.
Los monopolios y controladores abundan en esta lista. Podemos citar desde Endesa, presente en la generación y distribución de energía y socia en el polémico proyecto HidroAysén; Enel Italia, firma controladora de Endesa, o Walmart, que domina en el país el mercado de la comercialización de alimentos a través del supermercado Líder. Si Endesa tiene el 41 por ciento de participación en la generación, que se reparte con otras dos compañías, la estadounidense Walmart tiene más del 40 por ciento del mercado en la comercialización de alimentos y artículos de primera necesidad que comparte con escasas tres compañías.
Pero sin duda los grandes invitados fueron las firmas financieras, entre las que abundaban los gigantes. Del total de compañías presentes, más de la mitad eran bancos, firmas de inversión y compañías de seguros. The Bank of Tokyo-Mitsubishi, Citigroup, MetLife, The Goldman Sachs Group, J.P. Morgan, HSBC Securities, entre otros. Estos últimos tres con el lastre de haber sido parte de varios escándalos financieros. Goldman Sachs, que recibió más de diez mil millones de dólares de ayuda pública en 2008, fue acusado de estar en el centro del fraude de las hipotecas subprime y un par de años más tarde se le acusó de ser parte del origen de la crisis financiera griega, al haber ocultado cifras del déficit público. J.P. Morgan también fue acusado por prácticas delictivas en su gestión de bonos hipotecarios durante la crisis subprime de 2008 al no informar a los organismos controladores de sus prácticas. El HSBC Securities, filial del HSBC Bank, es una de las primeras empresas financieras del mundo. En 2012 un informe de 340 páginas del Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado de Estados Unidos reveló que durante años el HSBC había lavado dinero de los carteles mexicanos y de otras organizaciones criminales. El año pasado pagó una millonaria multa en la que reconoció estas operaciones delictuales.
La contradicción es evidente, no sólo entre la trayectoria y condición de estas grandes corporaciones y el discurso político que Bachelet ha levantado en estos foros. También de cara al futuro. Bachelet no puede resolver la concentración de los mercados y sus abusos con más poder para los monopolios.
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 814, 3 de octubre, 2014