El enorme dominio de las fuerzas conservadoras y neoliberales en el mundo intelectual, mediático y político explica la percepción, ampliamente promovida durante los últimos treinta años, de que el capitalismo, a pesar de sus obvias deficiencias, es un sistema económico mejor que su alternativa, el socialismo. El colapso de la Unión Soviética, presentada como la máxima expresión del socialismo real, dio pie a que esta percepción se generalizara. Desde Francis Fukuyama al Papa Juan Pablo II, se presentó el capitalismo como el único sistema válido para permitir el desarrollo humano. Este Papa preguntaba en su encíclica Centesimus Annus “¿Debería el capitalismo ser el sistema económico preferido para construir la economía y la sociedad? ¿Es este el modelo que los países del Tercer Mundo deberían escoger en su camino hacia el progreso económico y social?… Si por capitalismo se entiende un sistema económico que reconoce el rol positivo que tienen el mundo de los negocios, el mercado, la propiedad privada de los medios de producción que permitan que se desarrolle la creatividad humana en el sector económico, entonces, la respuesta a esas preguntas es definitivamente afirmativa”.
Ante las múltiples afirmaciones de que el capitalismo es el mejor de los sistemas, las izquierdas han respondido, por regla general, de una manera defensiva (acentuada después de la desaparición de la Unión Soviética), subrayando que lo que existía en la URSS no era socialismo, observación que se ha extendido a muchos otros países, como Cuba, indicando que, en realidad, tales países no tenían ni tienen socialismo. Es interesante aclarar que estas declaraciones se hacen mientras un niño muere de hambre en el mundo capitalista cada diez segundos, con 3,1 millones de niños muertos cada año como consecuencia de la malnutrición.
Ahora bien, para poder analizar la superioridad de un sistema económico sobre otro hay que definir primero el significado de los términos capitalismo y socialismo.
Capitalismo es la producción privada de bienes y servicios para el beneficio y la ganancia de aquellos que poseen y controlan tales medios de producción.
Socialismo es el sistema de producción y distribución en el que los principales medios con los que se realiza la producción son públicos, con las instituciones estatales (sean centrales, regionales o locales) desempeñando un papel clave en la producción y distribución de aquellos bienes, siguiendo el principio de “a cada ciudadano según su necesidad, de cada ciudadano según su capacidad”.
Naturalmente que las sociedades actuales, dentro de su complejidad, tienen diferentes formas de propiedad. De ahí que, para evaluar la mayor o menor capacidad de resolver las necesidades humanas de un sistema capitalista versus un sistema socialista, se pueden comparar países con sistemas económicos capitalistas con otros con sistemas económicos socialistas; pero también pueden compararse países capitalistas que hayan tenido partidos gobernantes de sensibilidad socialista, con otros donde tales partidos y/o movimientos no hayan existido o su fuerza haya sido menor.
Y antes de comenzar estas comparaciones, valga subrayar que uno de los indicadores más importantes del bienestar en un país es su salud, que depende, no tanto de los servicios sanitarios existentes, como de determinantes económicas, sociales y políticas que lo configuran, entre las cuales la distribución de los recursos juega un papel clave.
Veamos ahora los datos, continente por continente, en un mundo en el que, como he indicado, un niño muere cada diez segundos debido a malnutrición en el mundo –predominantemente capitalista- donde no hay, a nivel mundial, ninguna escasez de alimentos. En realidad, en los países desarrollados los Estados pagan a los agricultores para que no produzcan más alimentos.
América
Cuba ha sido uno de los países más vilipendiados de América Latina, despertando una enorme hostilidad entre los establishments estadounidenses, latinoamericanos y europeos, hostilidad que se ha extendido a aquellos países que han intentado una transformación profunda de los sistemas de propiedad de aquel continente, conocido como uno de los más desiguales del mundo.
Sin embargo, si miramos los indicadores de salud, los indicadores de mortalidad en Cuba están entre los mejores de Latinoamérica. Ningún otro país en aquel continente ha visto una mejora tan grande de sus tasas de mortalidad (en cada uno de sus grupos etarios), siendo hoy el país con menor mortalidad en aquel continente.
Cuba tiene el nivel de malnutrición más bajo de América Latina, siendo el país que ha disminuido el nivel de malnutrición de una manera más notable desde 1960. Algo parecido ocurre en cuanto a su situación ambiental. El 75% de las viviendas están conectadas a la red de agua potable, uno de los porcentajes más altos de América Latina, siendo uno de los países con menos disentería. Tiene también el nivel de educación más alto de América Latina.
En base a esta experiencia, parecería que la propuesta de Juan Pablo II estaría equivocada. Si el resto de América Latina tuviera la mortalidad infantil de Cuba, se salvarían dos millones de niños al año. Ni qué decir tiene que el sistema político, carente de democracia representativa, no lo hace atrayente para personas con sensibilidad democrática. Pero la evaluación de Cuba tiene que hacerse con países de semejante desarrollo cuando tuvo lugar la revolución cubana. Y es ahí donde la capacidad de resolución de problemas básicos de los seres humanos del sistema socialista (con sus muchas limitaciones) es claramente superior a la del sistema capitalista.
Y es también justo subrayar que, en la mayoría de países de Latinoamérica que han sido gobernados por partidos socialistas, se han conseguido mejoras más sustanciales para las clases populares (como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Uruguay o Nicaragua, entre otros), que en aquellos gobernados por partidos de sensibilidad liberal y conservadora.
Asia
Una comparación entre los indicadores de salud de China (durante muchos años con un régimen socialista) y la India (economía capitalista) muestra también la superioridad del sistema socialista. En 1942, los indicadores de China eran mucho peores que los de la India y en los años 1990, la mortalidad infantil era mucho mejor que en la India. Algo parecido ocurre en cuanto a la mortalidad de niños de 1 a 4 años. En los años 1990, la altura promedio era ya mayor en China que en la India y es interesante subrayar que estas mejoras se debieron más a la redistribución de los recursos que al crecimiento del PIB.
Sin embargo, tales indicadores se han deteriorado en China a raíz de las reformas liberales introducidas por el gobierno comunista en los últimos 30 años. Los grandes descensos en la mejora de la mortalidad se han producido a partir de la introducción del capitalismo en China en los años 1980. Una evolución semejante ha tenido lugar en los niveles de educación y nutrición infantil, pero con una mejora más notable que la que ha tenido lugar en la India (incluso con niveles de riqueza económica semejantes).
Es interesante que, incluso dentro de la India, aquellos Estados gobernados por partidos con un compromiso socialista, como Kerala, han tenido (desde 1957) una evolución de los indicadores de salud, educación, nutrición y vivienda mejor que el promedio de la India. La mejora ha sido particularmente acentuada entre las mujeres.
Otra experiencia interesante ha sido en los países asiáticos pertenecientes a la Unión Soviética. La comparación de los indicadores de salud de esas repúblicas (Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán) muestra que evolucionaron más rápidamente que los de los países comparables y limítrofes en Asia.
En África, la experiencia socialista no ha existido o no ha sido notable.
Europa
En Europa, las Repúblicas Soviéticas no tuvieron indicadores mejores que los de los países con economías capitalistas. En 1975, la URSS tenía una esperanza de vida de 70,4 años, solo 8 meses más corta que la de EEUU. Ahora bien, era más larga que la de Finlandia y Portugal, y solo ligeramente inferior a la del Reino Unido, Japón, o la República Federal de Alemania. Esta comparación actual olvida, sin embargo, que históricamente la evolución en la Unión Soviética comenzó desde unos niveles mucho más bajos.
En realidad, en los primeros treinta años (1917-1947), su evolución, no solo social, sino también económica, fue un gran éxito, como lo demuestra que fuera capaz de derrotar a Alemania en la II Guerra Mundial. Incluso Winston Churchill reconoció que la que derrotó a la Alemania Nazi fue la Unión Soviética. El sistema socialista de producción mostró claramente su superioridad. Fue la evolución posterior la que disminuyó el gran potencial de aquella revolución, como escribí en mi libro Social Security and Medicine in the USSR, cuya distribución fue prohibida en la Unión Soviética.
Hay pocas dudas, pues, de que, en el contexto del mundo subdesarrollado, donde todavía hoy vive la mayoría de la humanidad, el socialismo es un sistema económico mejor que el capitalismo.
Los países desarrollados se han mantenido dentro de la esfera de las economías capitalistas y ninguno la ha abandonado. Pero esta situación no puede presentarse como un indicador de la supremacía del sistema capitalista. En realidad, los países donde han gobernado por más tiempo partidos políticos comprometidos con el socialismo (partidos socialdemócratas aliados a partidos comunistas o progresistas) tienen mejores indicadores de salud y bienestar que aquellos gobernados por partidos conservadores y liberales.
El establecimiento del Estado del Bienestar es una conquista de la socialdemocracia europea. Y tal conquista se desarrolló como un avance hacia el socialismo. En el país donde esta estrategia avanzó más, Suecia, los avances del Estado del Bienestar, en lugar de coaptar a la clase trabajadora al sistema capitalista (como algunas voces izquierdosas sostienen), sirvieron para empoderarla, exigiendo cambios en la propiedad del sistema productivo a través de las reformas Meidner. Estas reformas consistían en que los trabajadores adquirían, con la plusvalía generada, acciones en las empresas, alcanzando así a tener la propiedad de la entidad anónima. La enorme resistencia del empresariado impidió el cambio.
El gran cambio de la socialdemocracia fue el rechazo y abandono de sus estrategias políticas, eliminando, desde Blair y Schröder antes, a Renzi y Valls ahora, cualquier atisbo de compromiso con el socialismo, habiendo desaparecido cualquier intención de alcanzar este sistema. Pero su existencia ha sido responsable de que Suecia y Noruega sean los países con mayor calidad de vida (diluida recientemente en Suecia por las reformas pro-capitalistas de las derechas), resultado de ser los únicos países que desde 1945 han sido gobernados más años por partidos pro socialistas que por partidos pro capitalistas.
En base a esta experiencia, es difícil estar de acuerdo con el Papa Juan Pablo II. En realidad, la fuerza de los hechos parece haber cambiado la postura del Vaticano cuando, bajo el Papa Francisco, este ha reconocido recientemente que el capitalismo no es el mejor sistema, admitiendo, a su vez, que las fuerzas socialistas, con sus distintas sensibilidades, han hecho más para mejorar el bienestar de las poblaciones que las fuerzas pro capitalistas.