Diciembre 26, 2024

Un fantasma recorre la sociedad neoliberal chilena: el miedo político

Desde que estalló la “pax neoliberal” en el año 2011 producto de las movilizaciones de las y los ciudadanos descontentos con dicho orden social, impuesto a punta de metralla por la dictadura civico-militar (1975-1990) y vergonzosamente consensuado y aceptado por la Concertación (1990-2010), un espectro recorre la sociedad chilena, el miedo político.

            Perdón, digamos, en realidad que no es toda la sociedad chilena la que tiene miedo sino que son las elites de poder y en el poder y, por cierto, las infaltables y nefandos sectores de las capas medias, son los que profesan temor social y miedo político.

 

            Los sectores populares si tienen miedo, pero es de una naturaleza distinta del miedo que profesan histórica y sociológicamente los sectores antes mencionados. Estos tienen miedo histórico a perder sus privilegios y su condición social, económica y cultural. Y, por cierto, están dispuestos a todo. Como lo hicieron en el pasado, desde aquel otro infausto 11 de septiembre de 1541, cuando Doña Inés de Suarez, la mama Inés, decapitó a siete caciques para infundir miedo a los indios que defendían su libertad y su cultura ante la invasión española. Desde esa violencia fundadora asentada en el miedo, las élites de poder y en el poder han usado y abusado del miedo como instrumento de control y sometimiento de aquellos  que osan resistir el orden por ellos construido.

 

            La sociedad chilena ha sido fundada y concebida una y otra vez en un cópula incesante entre el miedo social y la violencia política que han engendrado diversos vástagos, o sea, regímenes políticos autoritarios a lo largo de su historia política. El recurso al autoritarismo y al dictador (al hombre fuerte) civil o militar ha sido una constante en Chile desde el régimen portaliano hasta la actualidad. Los diversos periodos de paz política y social que la sociedad chilena ha experimentado en su pasado reciente, por ejemplo, la paz neoliberal (1990-2011) han sido producto de la combinación del miedo político y del autoritarismo practicado por las elites de poder y en el poder.

 

            Por miedo político entiendo el temor de la ciudadanía a que su bienestar colectivo como individual resulte perjudicado -miedo al “terrorismo”, pánico ante el crimen organizado, terror a la crisis económica, ansiedad a la descomposición moral-, o bien la intimidación de hombres y mujeres por el gobierno o de parte de algunos grupos. Lo que hace políticos ambos tipos de temor, es que emanan ya sea del Estado o de la sociedad. El miedo político surge de los conflictos sociales actuantes en la sociedad con repercusión estatal. Por eso, el miedo político tiene amplias repercusiones: genera diversas formas de represión y de control, crea institucionalidad normativa (leyes), políticas públicas, y, sobre todo, violencia política y/o simbólica.

 

            La Concertación durante años gobernó en base a la idea política de que la sociedad chilena tenía miedo. Durante dos décadas la Concertación infundió de manera permanente el temor en la sociedad. Para tal efecto, construyó el discurso de que realizar cambios sociales, políticos y económicos en el orden construido por la dictadura era peligroso.

 

            Hoy la Concertación travestida en Nueva Mayoría propone realizar una serie de reformas políticas, económicas y educacionales. Reformas que en realidad son parciales y superficiales. Dado que no afectan estructuralmente a la forma de acumulación capitalista neoliberal. La elite de poder (los empresarios, los banqueros, los dueños de los medios de comunicación, los sostenedores de colegios particulares subvencionados, especialmente, aquellos que sostienen grandes conglomerados educacionales, los dueños de las universidades privadas, los controladores de las Isapres y de las AFP, los dueños de las grandes cadenas de farmacias, de las grandes tiendas, y un largo pero acotado, etcétera), decir, aquellos que controlan el capital mercantil, financiero, comunicacional y educacional, hoy tienen miedo. Tienen temor a que su bienestar sea afectado, aunque sea, en un milésima porción.

 

            Hace más de un año que han venido sosteniendo a través de sus distintos voceros y a través de la caja idiota “la televisión” y los periódicos de la cadena El Mercurio como de Copesa, que el famoso programa de la Presidente Michelle Bachelet es un peligro para la sociedad chilena, especialmente, para los sectores medios. La permanente letanía de que la reforma tributaria va afectar a la clase media, que la reforma educativa también, que la reforma política va colocar al país en el borde del abismo, que la desaceleración económica abre las puertas a la recesión económica, del desempleo, etcétera. Es este un discurso similar al de la Concertación levantado durante sus gobiernos, lo común es sostener que realizar cambios en la sociedad es peligroso.

 

            Sin embargo, el análisis detallado y concienzudo del paquete de reformas (reformitas) que intenta realizar la Nueva Mayoría, no debiera generar ese miedo. El mensaje político de la elite política y de los partidos del orden (Unión Demócrata Independiente  y Renovación Nacional como también la Democracia Cristiana bajo la conducción de Ignacio Walker Prieto) tiene un objetivo político especifico, engendrar miedo político en un sector social, altamente sensible a ello, las capas medias. Estas siempre han sido un sector social, psicológicamente, temeroso. Ellas han estado históricamente dispuestas a perder la libertad política, cuando se sienten amenazas por los cambios sociales, económicos o culturales. Siempre están dispuestas a invocar al poder autoritario, al Leviathan, para que les proteja sus vidas y, sobre todo, sus propiedades y patrimonios. Ello explica que el discurso de la derecha política y comunicacional cale profundamente entre los sectores medios aspiracionistas que hace tan solo un par de años atrás estaban protestando y exigiendo cambios radicales en el mercado de la educación. Hoy cuando se les dice que van a ser afectadas por las “reformitas” de la Nueva Mayoría huyen horrorizadas y se solidarizan con las elites de poder proporcionándoles a esos sectores el apoyo social que requieren para seguir infundiendo temor en la sociedad. A qué temen los sectores medios aspiracionistas de sólida cultura neoliberal: a la supuesta igualdad social y educativa que propone la “reformita educativa”. La clase media es neoliberal, justamente, porque el neoliberalismo le ofreció un tipo de ciudadanía radicalmente distinta a la que ofrecía el desarrollismo industrial o el estado social benefactor. Para qué decir, del socialismo allendista. La promesa neoliberal ha sido: nadie es igual. Todos somos socialmente distintos. El Estado no puede ofrecer la diferenciación que conduce a la necesaria distinción, solo el mercado la proporciona. Entonces, no se puede tocar el mercado, ni la competencia, ni la exclusividad, ni la distinción de unos ante los otros. Esto explica que un apoderado sostuviera que era necesario mantener el copago del colegio particular subvencionado donde asisten sus hijos, pues con él se evitaba que llegaran “niños con malas notas, desordenados, yo quiero lo mejor para mis hijos”. O sea, la gratuidad hace que convivan niños de distintas condiciones socioeconómicas y eso para muchos padres, no es bueno. Ellos tienen miedo social y que se transforma, por cierto, en miedo político. En consecuencia, actualmente, un miedo recorre a la clase media neoliberal, el miedo a ser iguales.    

 

            De manera que actos como el ocurrido el día lunes 8 de septiembre, el bombazo en la Estación Escuela Militar del Metro santiaguino no solo alarman a la ciudadanía sino, sobre todo, al gobierno, o sea, a la elite en el poder. Y, ese acto condenable, por cierto, debe ser leído como una acción política destinada a infundir miedo, o sea, terror, en la sociedad. Y, generar una reacción gubernamental que combine una acción punitiva y de mayor control sobre la comunidad. La polis será cercada y protegida.

 

            La elite en el poder, el gobierno de la Nueva Mayoría, comienza a asumir de que su gestión esté produciendo miedo social y político en la sociedad. La inmediata salida de la Presidenta hacia el lugar donde estalló la bomba, la visita a los heridos, sus palabras iniciales, la suspensión de la agenda gubernamental, la reunión citada públicamente para analizar el acontecimiento, sus palabras amenazadoras del día siguiente, son indicadores que la Presidenta y su gobierno tienen miedo. Tengamos presente que la Presidenta durante la semana pasada estuvo activamente comunicativa, fue entrevistada por el Canal Nacional, por diversos medios radiales, y dio una larga entrevista con la prensa escrita controlada por la derecha. ¿Qué explica esa explosividad comunicativa presidencial? Mi hipótesis, se relaciona con el discurso de Ricardo Lagos ante los empresarios, en ICARE; miedo a la palabra de Lagos. Palabra que infunde temor. Hasta Pinochet, le temió. Por lo tanto, no es cualquier palabra, ni dichos cualquiera. Ello explica la pronta reunión de la Presidenta con el jefe de los empresarios, horas antes del bombazo. Una conclusión posible de todo lo dicho hasta ahora,  podría ser que el gobierno esta aterrado.

 

            Ahora bien, si el gobierno esta aterrado, puede implicar la paralización de su capacidad gubernamental para promocionar los cambios planteados en su programa, o sea, el conjunto de “reformitas” queden en nada. Por tanto, el miedo infundido por la derecha política, económica, comunicacional y educacional habrá sido efectivo. Y los únicos que perderán serán los de siempre, o sea, las y los condenados por el neoliberalismo. Ese es el temor que hoy tienen los sectores populares. De manera que su miedo político es distinto del que tienen las élites de poder y en el poder como al de las clases medias. Sin lugar a dudas el espectro fantasmal del miedo recorre la sociedad neoliberal y aterra a sus actores.

 

Santiago Centro, 10 de septiembre 2014

JCGL/jcgl   

 

 

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