Ante las tímidas y confusas reformas de la Presidenta Bachelet han reaccionado con furia e indignación los viejos burgueses de la derecha y los nuevos de la Concertación, y no se sabe cuál de las dos castas es más fatua, pilla y sinvergüenza. Los antiguos líderes de la Concertación, que ahora están llegando a viejos gotosos, de lenguaje engolado y maneras sofisticadas de pavo real a la chilensis, no pueden creer que, al menos, Michelle Bachelle se empeñe en cumplir algunas de las reformas que prometió en la campaña electoral. La idea que tenían estos caballeros, ahora envejecidos, era que Bachelet ganara con promesas y ejerciera el poder con explicaciones, como fue la constante de los gobiernos de la Concertación.
Para los senescentes líderes de esta coalición de gobierno toda reforma, aunque toque como pétalo de una rosa a los dueños de este país, dicen que se pone en peligro la economía y, por consiguiente, la democracia de los acuerdos, sistema conveniente para enriquecerse muy rápidamente y, así, pasar de hombres y mujeres de clase media que viven apenas mes a mes, para terminar tomando té con los oligarcas de siempre. De esta manera, los Lagos, los Correa, los Estévez, y otros de una larga lista, podrán compartir las suculentas mesas con manjares, regadas de vino, con los Fontaine, los Larraín Vial, los Ponce Lerou … – algunos de ellos caídos en desgracia, pero la plutocracia no se atreve a expulsarlos de la Tribu de Judá -.
Uno de tantos ancianos burgueses, el ex Presidente de la república Ricardo Lagos, un prohombre que, en tiempos de dictadura, tuvo el valor de señalar al tirano Augusto Pinochet con el dedo de su mano derecha, y que gracias a este gesto corajudo se convirtió en el líder indiscutido del socialismo de entonces y un personaje que encarnó, como gran profesor, los valores republicanos, en un país que se había convertido en verdadero boliche de mala muerte.
Mucho gente creyó que Ricardo Lagos iba a ser el Presidente del progresismo y encabezar un gran gobierno que quebrara la rampas heredadas de Pinochet; incluso, algunos ingenuos creyeron que iba a ser un digno sucesor del Presidente Salvador Allende, pero fue, desafortunadamente, todo lo contrario: su gobierno fue mediocre y terminó sirviendo a los grandes empresarios que, hasta ahora, le rinden culto en los aburridos encuentros en la Casa Piedra o en ICARE. En una de estas actividades, Lagos mostró toda su frustración – y tal vez envidia – frente a la Presidenta que, al menos, tímidamente intenta cumplir su programa.
Nada más triste que el espectáculo de desesperación de los vejetes de la Concertación al constatar que, al menos, por primera vez, se busca, así sea en forma pusilánime, llevar a cabo algunas pequeñas reformas.
Hay que reconocer que estos envejecidos líderes del lobby concertacionista han tenido éxito en engañar a mucha gente que se cree de clase media, haciéndoles creer que las reformas propuestas por el gobierno, especialmente la tributaria y la educacional, ponen en peligro su status conseguido y su nueva forma de vida, aun cuando sea sobre la base de créditos de consumo. Nada más fácil que hacer creer a una clase media empobrecida que el éxito de los ricos redunda en su propio beneficio. Cuánto tonto ha creído que el crecimiento del 10%, en algunas épocas de auge, o los 20.000 dólares per cápita le corresponde, cuando apenas gana, como máximo, $300.000. Sin la complicidad de los pobres arribistas y desclasados, los lobistas de la Concertación no podrían subsistir en el tiempo.
Los Lagos, los Zalvívar y otros tantos corresponden perfectamente a la significativa letra de la canción del cantante belga, Jacques Brel: “los burgueses igual que los cerdos, entre más viejos, más tontos”.
Rafael Luis Gumucio Rivas
06/09/2014
*Canción de J. Brel