La lectura de los artículos de prensa de los últimos meses sobre la reforma educacional le dan al lector la impresión que las discusiones de este necesario proceso han adquirido las características del horror teatral de un Gran Guignol. Guignol en cuyas funciones diarias las marionetas ocultan bajo sus máscaras tragicómicas, y un proscenio que pretenden mal iluminar, los verdaderos y reales intereses detrás de los hilos que estimulan sus dislocados movimientos. Un teatro del horror como el Guignol constituye sin lugar a dudas la característica definitoria del actuar de los políticos de derecha que disimulan detrás de palabras rimbombantes como el patriotismo, la libertad de culto y el miedo a la potencial traición de la libertad individual, sus intereses económicos. Intereses que prosperan en relación inversa a la calidad de la educación y de los intereses educacionales y económicos de la gran mayoría de los estudiantes y de sus familias. Sin embargo a menudo el rol más importante en esta farsa, lo ocupan personajes secundarios y de escasa representatividad, los cuales se lanzan al estrado para ejecutar toda clase de malabarismos intelectuales que justifiquen el status quo, como ocurre con los pronunciamientos del Sr. rector Carlos Peña y del eterno candidato Sr. Andrés Velasco. Los cuales a pesar de su probable familiaridad con los sistemas educacionales en Estados Unidos y de Europa, en donde los límites y las definiciones de lo que es educación pública y privada son bien claros, aparecen confundidos y llegan incluso a dudar de que estos pudieran existir en Chile.
De esta manera, el debate educacional de alto nivel que debiera existir dada la relevancia del problema para la mayoría del país y su futuro como nación independiente, se convierte en disturbios superficiales de vecinos mal educados. En ellos el lenguaje soez y la diatriba personal son reemplazados en el caso del rector por citas aparentemente ilustradas de Kant y Hegel, que son nada más que una cortina para ocultar su horror al cambio de una situación que lo beneficia injustamente. El Sr. Velasco ha trabajado en, y ha sido premiado por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, y probablemente no por sus ideas democráticas en beneficio de las mayorías, ya que ambas instituciones son en parte responsables de la deteriorada situación educacional chilena. En su caso, como era de esperar, sus intervenciones acerca de educación se caracterizan por crípticos y vacuos pronunciamientos acerca de lo indeseable del populismo y de escuchar a las multitudes de la calle. Por si alguien tuviera dudas del conservadurismo de estas aparentemente neutrales y competentes posiciones, la prensa de derecha y la que también juega a tener un rol aparentemente independiente, amplifica sus insípidos pronunciamientos de una manera exagerada invistiéndolos de una profundidad filosófica y política que distan lejos de poseer. Medios internacionales que responden a los intereses económicos y políticos extranjeros que se benefician del empobrecimiento de la educación pública en Chile como el Wall Street Journal y El País de España, reproducen los planteamientos de la derecha y de estos otros personajes, avivando la cueca de la desinformación sobre los problemas reales de la educación en el país.
Ante este desolador paisaje intelectual es pedagógico apreciar cómo en épocas previas otros países han tenido que lidiar con similares situaciones y con personajes similares al rector Sr. Peña y el Sr Velasco y cómo ellos han sido ridiculizados sin inhibiciones y como corresponde. El genial maestro de la pintura mundial del Siglo XX, Diego Rivera, pintó en uno de sus monumentales frescos, titulado “El corrido de la Revolución Mexicana” en la Secretaria de Educación Pública de México, los años 1926 a 1929, un panel titulado “Los Sabios”. En este panel Rivera representa a Ezequiel A. Chávez uno de los rectores de la Universidad Nacional de México en la época de la dictadura de Porfirio Díaz, sentado sobre una pirámide de libros de A. Comte y otros, mientras le da espalda a la real cultura mexicana y a su problemática. José Vasconcelos, ministro de educación y originalmente un amigo del pintor, aparece sentado sobre el elefante blanco de sus fantásticos proyectos, dándole también la espalda a la realidad mexicana. Rivera en este panel capta además muy bien la espuria admiración que crean sectores sociales conservadores por pseudointelectuales, cuando estos como el rector y el candidato nombrado sirven a sus mezquinos intereses económicos. Este aspecto lo representa Rivera en su pintura con la caricatura de la recitadora argentina Berta Singerman y la del menguado poeta mexicano Juan J. Tablada, cuya mayor original contribución fue introducir el haiku a México. La irrelevancia de la actividad intelectual de estos divertidos personajes de salón, la ilustra Rivera con el trasfondo de su mural constituido por campesinos en armas que miran despectivamente y con sonrisas socarronas a este cenáculo de supuestos “sabios” que pretenden dirigir sus vidas.
Personajes similares al Sr. rector y el candidato aparecen también parodiados en un mural de J. Clemente Orozco llamado “La épica de la civilización Americana” que se encuentra en la biblioteca de una de las mejores y más tradicionales universidades privadas de EE.UU., Darmouth, en el estado de New Hampshire. En un panel de este mural titulado “Los dioses del mundo moderno” Orozco pinta una mordaz caricatura de la educación de la época, y señala al igual que Rivera, que esta le da la espalda a los problemas de esos tiempos. Cadáveres con vestimentas de profesores representan la inutilidad del conocimiento impartido por esta educación y el nacimiento de un mortinato de un esqueleto madre acostada sobre libros y rodeada de fetos embalsamados, amplifica el concepto de una educación agonizante y rígida que perpetua las condiciones existentes y que fracasa en crear nuevos conocimientos que correspondan a las necesidades de la época. Sin lugar a dudas este cuadro de Orozco también representa al nacimiento del presente sistema educacional chileno, nacido como un feto deforme y sin vida del esqueleto intelectualmente vacante de la dictadura chilena, y que tiene al asfixiante lucro que beneficia a los sostenedores de ella y no a la educación, como la primaria razón de su existencia. En esta trama los cadáveres con túnicas universitarias pudieran corresponder a aquellos académicos que alcanzaron exaltadas posiciones gracias a las deformaciones y permisividad del sistema educacional de la dictadura y que luchan denodadamente desde ellas por la conservación de sus inicuos privilegios económicos basados en la ordeña constante del Estado chileno. La sagacidad política que acompañara las dotes artísticas de Rivera y de Orozco respecto de los problemas de la educación en su época es a mi modo de ver heredada hoy día en Chile por la crítica estudiantil. Critica que se ha dado cuenta al igual que A. Einstein “que la educación le está impidiendo aprender”, y que como decía V. Parra para cambiar la situación … no le asustan las balas, Ni el ladrar de la jauría …, aunque esta última disfrace sus miopes y torpes intereses con ladridos supuestamente doctos.
Dedico el artículo a los diputados de la bancada estudiantil que aún permanecen incorruptibles.