Habría que repetir lo que hemos dicho como una majadería insoportable: el sistema no se rinde. Se rinden sus operadores, hombres, mujeres de carne, hueso y necesidades económicas, se rinden algunos de sus enemigos, peor aún, se ubican en el lado opuesto de su discurso histórico, en donde brilla con mejores destellos el sol.
Pero el sistema, jamás.
Las movilizaciones del año 2011 dejaron un optimismo exacerbado en muchos que ya veían la hecatombe en el núcleo central del poder, y luego, el advenimiento de la democracia plena, así, casi por secretaría.
No se entendió que el sistema no se cae sólo, ni menos se suicida. Puede cambiar de caras, hacer adecuaciones, avisar reformas, comprometer mejoras , pero jamás va a tocar nada que afecte su centro de gravedad.
Anunciamos que lo que detonaba en 2011, con orígenes indesmentibles en el 2006, no era sino un acomodo del sistema en términos de cirugía intermedia. Que lo que se anunciaba con la potencia de las mentiras que intentan convencer, los trastabillones evidenciados en la derecha, los descuelgues de algunos de sus cuadros, y la redefinición de ese mapa terrorífico, no era sino una manera de evitar que la presión interna generara más daño. Fue una purga política, una válvula de escape, una explosión controlada, antes del reventón.
Del mismo modo, la reconfiguración visual de la Concertación mediante un anunciado corrimiento hacia el azul por parte del Partido Comunista, permitió catalizar un proceso de estabilización al interior de esa ala del bloque hegemónico.
Con fama de tener importante participación en el mundo social, su inclusión en el tándem gobernante fue a cambio de parar los movimientos sociales, condición indispensable para reiniciar el sistema, ahora con sus cimientos reforzados, y con menos riesgos de derrumbes.
Esta operación de salvataje del sistema tiene como ejes centrales las diferentes iniciativas que buscan maquillajes a las cuestiones esenciales en el modelo de dominación. Las anunciadas leyes educacionales, sin ir muy lejos, no han sido pensadas en el espíritu de la CONFECH, la ACES u otros actores. Al contrario, esos cuerpos legales buscan reforzar un modelo educacional que es el preciso y adecuado para esta cultura.
Resultaría una contradicción lógica que en el país se establezca un sistema educacional democrático, si la cultura que debe reproducir es todo lo contrario.
Cuando termine todo y se despeje el humo de estos simulacros, veremos que el sistema educacional chileno, seguirá cumpliendo con su deber de perpetuar un apartheid que ya está demasiado consolidado.
Luego, el plan de reforzamiento estructural del sistema impositivo, agrega cambios bajo el argumento de requerir esos capitales para financiar la reforma educacional. Ni cortos ni perezosos, los dueños de todo reaccionaron con una histeria sobreactuada, y lograron dejar las cosas en donde querían: en donde les beneficia aún más.
De las reformas al sistema político, en especial el sistema electoral binominal, lo que va a quedar es un número mayor de parlamentarios, con el correspondiente mayor cargo fiscal, lo que va obligar a que en vez de los ciento cincuenta y ocho parlamentarios, de ahora, suban a doscientos cinco las bocas que alimentar.
Pero lo de fondo, la Constitución y sus vergüenzas, nada; de la propiedad y usufructo de las riquezas naturales, nada; del sistema de pensiones que cogotea a los trabajadores cada día, nada; del sistema de salud hecho para morirse, nada; del sistema de ISAPRES que más parece un cartel de ladrones que hacen público el monto de sus asaltos, nada; de la segregación en que viven millones de chilenos en medio de la más brutal pobreza y su hija dilecta la delincuencia, nada; de respuestas efectivas a las históricas demandas de los profesores que se siguen muriendo sin haber encontrado el más mínimo intento por hacerles justicia, nada; de los mapuche, copadas su tierras por latifundistas ladrones y militares, nada.
Cuando termine esta pasada y aparezcan en lontananza las siguientes votaciones, ya todo será olvido. El mundo seguirá andando. Otras promesas vendrán a ocupar el sitio que dejarán las que ya fueron. Otras mentiras relevarán a las que ya se les ha acabado la pólvora que las impulsa y que generan esos fuegos fatuos tan caros para tantos incautos.
Y otros mentirosos se agregarán a los que ya han hecho una buena parte de su existencia al amparo tibio de las dietas fiscales, los sobresueldos, los viáticos y sueldos de grosores respetables.
Y por ahí cerca, con sus banderas en alto y en sus caras los rasgos propios del que no sabe para dónde va, los estudiantes hacen sus mejores empeños en reeditar marchas de gloria, las que aunque sacaran a millones a las calles, por sí solas no han resuelto ni van a resolver nada.
Mientras no entendamos que movilización es por sobre todo un estado de ánimo capaz de seducir a millones detrás de una consigna, las marchas seguirán siendo observadas con risas sardónicas desde los balcones del poder.
Fe de errata: donde dice la consigna Sin nosotros, ni cagando, debe decir: Con ellos, ni cagando.