Estupor e impotencia han sido los sentimientos que nos han invadido ante la carnicería organizada por el gobierno israelí en Gaza. Palestina se ha sentido sola y con razón, y no solo por el silencio y la pasividad cómplice de los gobiernos “musulmanes” (algunos, incluso prohibieron manifestaciones en apoyo a las víctimas), o una ONU desfallecida con un Secretario General a las ordenes de Estados Unidos, sino también por las escasas, esporádicas y descoordinadas protestas organizadas que hubo a nivel mundial, además de un “me gusta” y “comparto” del activismo internatuiyano de sofá. Este conjunto de factores, que ha animado al gobierno de Netanyahu a seguir exterminando a los gazatíes, significa también el fracaso de millones de personas que en todo el mundo luchamos de forma activa por un mundo justo, al no poder frenar un exterminio humano que sucede delante de nuestros ojos, situación descrita por el poeta persa Siyavosh Kasrai en uno de sus haikus:
Solo en mi concha
con una sola gota de lluvia,
tejía el sueño de ser una perla
sin darme cuenta de que, en silencio,
La ofensiva israelí está coordinada con la nueva ronda del ataque militar de Estados Unidos a Irak (ver: 23 observaciones sobre la nueva guerra líquida de EEUU), bajo el pretexto de ayudar a cerca de 100.000 iraquíes cristianos e izadíes –acusados de adoradores del demonio- perseguidos por el mismo grupo islamistas al que la OTAN arma en Siria. Mientras convierten esta región en un infierno de fuego y dolor, Washington y sus aliados europeos y árabes avanzan en su peligrosísimo plan de desmantelar la Federación Rusa, sin importarles sacrificar la vida de cientos ucranianos, provocar la huida de miles de sus casas y también desestabilizar las débiles economías europeas, como es el caso del daño a la agricultura española por las sanciones impuestas a Rusia.
Así, un intrépido Obama intenta abrir otro frente de guerra en el Cáucaso, en las fronteras ruso-iraníes con una nueva ronda de conflicto entre Azerbaiyán, socio de la OTAN e Israel, y Armenia, aliada de Moscú.
No hace mucho…
Que los iraquíes y los afganos sólo tenían que luchar por la democracia económica y política de sus países. Desde hace tres décadas, además, se han tenido que sortear toneladas de bombas y misiles que les han lanzado una treintena de países del mundo con total impunidad, sepultando a cerca de dos millones de personas, dejando mutilados a al menos 12 millones, forzando la huida de 15 millones de sus hogares y no se sabe a cuántos condujeron a las cárceles públicas y secretas de la CIA. Y todo bajo el pretexto de encontrar armas que no existían y matar al fantasma de un tal Bin Laden. Para conocer las secuelas que han dejado en los supervivientes, lean los trabajos realizados sobre los ataques terroristas en Occidente, con la diferencia de que en estas tierras devastadas no ha quedado en pie estructuras ni hay Estados que atiendan a las víctimas.
Que Libia, país que presumía de ostentar el mejor índice del desarrollo humano de África, y sus gentes dormían en paz, de repente, hace tres años, se despertó con el ruido de las bombas de la Alianza Atlántica y ¡las de Qatar! En pocas semanas mataron a unas 65.000 personas. La Libia de tres años después es un territorio sin Estado, sumida en un conflicto tan terrible, provocado por miles de mercenarios armados y fanáticos, que incluso los occidentales que les contrataron para derrocar al Coronel Gaddafi ahora no consiguen llevarse el petróleo del país. Necios y miopes quienes pensaban estar a salvo de la trampa que habían preparado para los libios. Ni la “Operación Nueva Normalidad” podrá reconducir los acontecimientos en su beneficio: el petróleo manchado de sangre trae maldición, por si aún no se habían dado cuenta.
Que la vida de los de sirios, que vivían bajo un régimen paternalista, se truncó hace tres años, en el medio del pulso entre el gobierno y los países extranjeros que perseguían 12 infames objetivos, en estas milenarias tierras. Cerca de 170.000 personas asesinadas y unas 8 millones (¡Buf!, estas frías cifras) han huido de sus casas con lo puesto, malviviendo en los campos de refugiados.
Que ningún ucraniano pensaba, hasta hace unos meses, que su vida podría parecerse a la de un iraquí. Pues, ahora, unos 730.000 han tenido que cruzar la frontera rusa para estar a salvo y otros se esconden de los neonazis y esquivan las balas del fuego cruzado de entre distintos grupos armados.
Que nadie piense que su sociedad estable y en paz está a salvo de la codicia de los mercaderes de la muerte.
Conflictos armados a la vista
Tailandia, Filipinas, Corea del Sur y Japón están creando un frente unido, bajo el paraguas de la doctrina Obama, para contener a China. La tensión entre dichos estados se militariza de forma vertiginosa. El gobierno derechista de Tokio se esconde bajo la amenaza nuclear de Corea del Norte y de China para cambiar el artículo 9 de la Constitución que le impide el uso de la fuerza para intervenir en conflictos internacionales. Toda una declaración de intenciones en medio del aniversario del bombardeo atómico de Estados Unidos sobre el país (realizado por el mero afán de probar en directo los efectos de la nueva arma y atemorizar a los soviéticos y europeos), en vez de exigirle una simple disculpa, pendiente desde hace 69 años, a su “aliado” por haber matado a nada menos que a 200.000 compatriotas.
China, que se enfrenta a la entrada del intruso occidental en su zona de influencia (¿Se imaginan buques de guerra chinos patrullando en las del Golfo de México?), y las provocaciones de los “islamistas” en la provincia musulmana Xinjiang, va a dedicar 96.000 millones de euros a los gastos militares (los de EEUU es de medio billón, un tercio del gasto global), un 12% más que en 2013.
En Asia Central, mientras continúan los ataques militares de la OTAN sobre Afganistán y Pakistán, las disputas entre Tayikistán y Uzbekistán amenazan a incendiarse.
En África, tras los ataques militares de varios países occidentales a Costa Marfil, Somalia, Sudan, Libia, Mali, la República Centroafricana, Nigeria -con supuestas intenciones altruistas en el rescate de las niñas secuestradas-, Argelia y Mauritania temen estar en la lista negra de las guerras a suceder.
Estamos ante las guerras de Cuarta Generación, aquellas que además de “sucias”, de bandera falsa, de encubiertas, usan el terrorismo de Estado y el de los grupos delegados (proxis), la alta tecnología capaz de evitar bajas propias y aumentar el daño a civiles enemigos. Sus promotores las hacen utilizando el timo de la “misión humanitaria”, mientras no les tiembla la mano a la hora recortar alimentos y medicina a sus propios ciudadanos, quitar el trabajo y el pan a millones de familias, convirtiéndoles en “daños colaterales” de la política del saneamiento de la economía capitalista.
Paremos la devastación planetaria
Desde el principio de la nueva ronda de la agresión israelí a Gaza, varios presidentes y millones de ciudadanos latinoamericanos se convirtieron en la vanguardia de la batalla contra la masacre. La iniciativa boliviana de La Red En Defensa de la Humanidad (REDH), dirigida por el presidente Evo Morales y apoyada por Eduardo Galeano, Silvio Rodríguez y Obispo Raúl Vera, entre otros muchos, ya funciona. Ha boicoteado el comercio con Israel y está trasladando a los heridos palestinos a sus países. A dicha iniciativa se une un proyecto más amplio: una PLATAFORMA GLOBAL CONTRA LAS GUERRAS (PGCG, plataformacontralasguerras.pv@gmail.com), que integraría a ciudadanos y asociaciones. Estaría dirigida por un Comité Internacional en Contra de la Guerra Global y Permanente (CICGG), cuya misión es advertir de las consecuencias humanitarias de las guerras sofisticadas que están en marcha y las que se están gestando e intentar evitarlas.
La conclusión de la mayoría de los conflictos de América Latina muestra que la paz es posible, desmontando la falacia de que “la guerra es la salida a las crisis profundas”, Libia e Irak son ejemplos. Las actuales guerras globales requieren una respuesta activa, moral y cívica y una movilización a nivel global. El gasto mundial con fines militares asciende a 3,3 millones de dólares por minuto, 198 millones de dólares por hora, a 4.800 millones diarios…..y mañana habrá una y otra guerra. Debemos reclutar a millones de personas bajo el lema de que la guerra no es que sea el último recurso, sino que no es un recurso.
*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line Publico.es