Febrero 5, 2025

Programa y contingencia

La profundidad, impacto e irradiación de los contenidos programáticos del Gobierno de la Nueva Mayoría, auguraron siempre escenarios complejos y dinámicos que pondrían en tensión un conjunto de factores políticos, sociales, financieros y de idearios que conviven y conforman el escenario de la sociedad chilena.

La materialización del programa de la Nueva Mayoría, que es el eje sobre el que se desplaza la administración de la Presidenta Michelle Bachelet, implicó siempre el aterrizaje de proyectos de ley e iniciativas, decisiones sustantivas en materia de políticas públicas, armazones y consideraciones técnicas, resoluciones políticas de envergadura y el abrir debates donde, como se podía vaticinar, no sólo se expondrían argumentos en torno de la implementación programática, sino que provocarían polémicas de alta intensidad.

 

En palabras que algunos prefieren suplantar por eufemismos, lo que ocurre en torno del programa de la actual administración, es una polémica ideológica, una confrontación de idearios y de concepción-país, es el desarrollo de la denominada “batalla de las ideas”.

 

En este proceso, los momentos e instantes de la contingencia llegan a tener cierta preponderancia que pudiera opacar o desvirtuar el contenido principal de los objetivos y aspiraciones programáticas, donde el debate puntual, la acción mediática y situaciones políticas circunstanciales pueden distorsionar lo que realmente hay que discutir y en lo que realmente hay que avanzar.

 

El denominado “corazón” de las reformas, es decir, sus aspectos medulares y objetivos fundamentales -aquellos que precisamente le dan a estos cambios su carácter estructural en la medida que contribuyen a disminuir las desigualdades y a recuperar para las grandes mayorías muchos de sus derechos esenciales conculcados durante demasiadas décadas- debe estar al centro de todas estas discusiones. La sociedad no puede caer en la trampa de desviar el foco de la atención, de limitar el debate a aspectos de las reformas que no constituyen lo fundamental, de enfrascarse en debates artificiales promovidos por intereses, tan mezquinos como poderosos, que se sienten amenazados por el Programa de la Nueva Mayoría, prometido y respaldado por más del 60% de los votantes.

 

Lo que requiere el nivel de transformaciones de las que se está hablando, es el debate racional, maduro, propositivo y ajustado a las necesidades de la inmensa mayoría de la población. Eso ayuda a la implementación del programa. No son causales contingentes las que definen las cosas, sino una contingencia donde se argumenta, se dialoga, se acuerda, pero para avanzar en una ruta que fue respaldada por la mayoría del país.

 

En todo caso, hay que tener cuidado, porque eso no es lo mismo que, en el transcurso de las discusiones, revisiones, análisis, materializaciones y labor legislativa, se proceda a desnaturalizar el cuerpo del programa a través de modificaciones que lesionan la intencionalidad y objetivo supremo de las reformas y las iniciativas.

 

Así como situaciones contingentes no pueden tender una nebulosa sobre los objetivos estratégicos, tampoco el debate y posibles acuerdos pueden apuntar a de-construir lo medular y sustantivo de las reformas e iniciativas transformadoras.

En este contexto hay falsas disyuntivas, como pretender que no se ejerza una mayoría instalada por el soberano -el pueblo a través de los mecanismos electorales y de participación- o que los acuerdos deben apuntar a desvirtuar el contenido central de una reforma. Desde la mayoría se dialoga, se dinamiza, se ajusta, pero también se avanza; de lo contrario ¿qué sentido tiene esa mayoría y haber llamado a construirla? Al mismo tiempo, en la mirada programática no se debe perder de vista que hay un compromiso ante el país y hay que materializarlo. Hay un factor de lealtad que no es retórico, sino vital para el afianzamiento de confianzas ciudadanas con las políticas públicas.

 

De tal manera que, en medio de contingencias diversas y cambiantes, de debates y análisis intensos y decidores, lo que debe perseverar es el programa con sus profundos y fundamentales puntos de agenda en las reformas tributaria y educacional, nueva Constitución, derechos laborales y sociales, y avances en materia de vivienda, salud, medio ambiente, energía, cultura, equidad de género, derechos de pueblos originarios, entre otros.

 

A esta tarea estamos convocados todos. Debemos hacer claridad en cada ámbito de nuestra sociedad acerca del significado real de estas reformas para Chile y sus habitantes, espantando de paso los fantasmas que artificialmente se levantan para mantener aquellas desigualdades y falta de derechos que las grandes mayorías exigen superar.

 

César Bunster. Director ICAl 

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