Los estudiantes acuerdan reunirse con el ministro como en un gesto que parece dirigido a salvarle el culo, puesto en riesgo extremo por haber dicho que lo que dijo, no lo dijo.
Si la Nueva Mayoría anda a los tumbos entre querellas intestinas, acusaciones, traiciones, mutaciones, felaciones y cocimientos, el MINEDUC agrega su propia cuota mediante el despliegue de su titular que no deja pasar un día sin sumar una nueva tontera.
No es extraño que un personero del poder aparezca diciendo que no dijo lo que efectivamente dijo. Lo raro es que esa incontinencia verbal, fundada en el convencimiento más profundo que sus ideas son la suma de la inteligencia, sea por propia voluntad.
Hemos advertido que el ministro Eyzaguirre juega los descuentos. Llegará un momento en que las básculas del cálculo politiquero del Palacio demuestren que más vale pagar al contado el costo político de sacar al Ministro, que seguir haciéndolo en cuotas casi diarias.
Más de una cana le habrá salido a su amiga presidenta y se arrepentirá haberle creído que él sí podía con esos vociferantes estudiantes que no saben lo que dicen y no tienen el carrete profesional que puede mostrar su abultado currículo y su elevado CI.
Pero, como se ha visto tantas veces, decir, no es lo mismo que hacer.
También hemos dicho que transformaciones estructurales en el actual orden no son posibles. Y que las ofertas plasmadas en el mítico programa de Michelle Bachelet y en las dichos bamboleantes del Ministro, no son otra cosa que un juego pérfido para ganar tiempo y lograr los mejores acuerdos entre los mismos de siempre, de modo que el sistema educacional chileno quede, no igual sino peor.
Eyzaguirre ataca de nuevo. Esa vez asume como un logro sentar a los estudiantes universitarios a la mesa y sumarlos a su iniciativa de diálogo, esta vez con rasgos vinculantes, los que hasta hace poco, Eyzaguirre, ipse dixit, serían solo incidentes.
Pero el ministro comete el mismo error. Entiende que la aceptación de la CONFECH de sumarse a su iniciativa es una forma de rendición del movimiento estudiantil. O un paso previo para el efecto.
Bajo su lógica de patrón, entiende que todo el que está cerca de él, en realidad está bajo él y quien escuche su magnífico discurso, no puede sino salir convencido y obnubilado por su agudeza.
Esta es su última operación, va a terminar cuando los estudiantes denuncien la manipulación de la que serán inevitablemente objeto por parte del Ministro y luego, por ese hoyo negro llamado Congreso.
Es evidente que los estudiantes también necesitan ganar tiempo y por sobre todo, lograr una buena razón para volver a la calle. Desde el punto de vista del Ministro, una manera de bloquear esa opción es que les diga que sí a todo. Y que esas exigencias profundas, definitivas y radicales, exigidas por el movimiento estudiantil, sean redactas en el lenguaje aburrido de los proyectos de ley.
Es posible que las propuestas que agreguen los estudiantes al eventual proyecto de ley, sean consideradas y consten en el papel. Pero, doble contra sencillo, una vez que caigan en la gravedad de los honorables, todo quedará en nada.
Los cortafuegos constitucionales, los guardianes del Texto, los cruzados a cargo de la Fe, no demorarán mucho en decir que esos delirios no tienen ninguna posibilidad y que violan los preceptos más anidados de la Carta Fundamental. No pasarán.
Y entonces el Ministro Eyzaguirre podrá decir que él ya hizo lo suyo y que ahora corresponde que las instrucciones funcionen y que el Congreso es el lugar en el cual se expresa la ciudadanía, no sólo porque fue elegido por la gente, sino porque ahí serán escuchados todos los que tengan algo que decir.
Y ya se sabe lo que va a pasar a partir de entonces. Nada.
Y todo volverá a cero. Peor aún, a mucho más atrás.