Noviembre 25, 2024

Michelle Bachelet y el síndrome Frei Montalva

Después del triunfo de Eduardo Frei Montalva, en 1964, sólo la Presidenta actual ha logrado reducir a su más mínima expresión a la derecha política y, además, contar con contundentes mayorías parlamentarias, es decir, todo lo necesario para cumplir integralmente su propuesta a los ciudadanos y por el cual le dieron la mayoría en las últimas elecciones – presidencial y parlamentaria -.

En esta columna denomino el síndrome Frei Montalva a aquel gobierno que, en la mitad de su mandato – en la época duraba seis años – detuvo las ambiciosas y progresistas medidas que estaba implementando en los dos primeros años – las reformas agraria, educacional y de promoción popular – pretextando que debiera suspenderse temporalmente el cambio, para dar paso a la moderación. Este escenario de incumplimiento dio paso al surgimiento de las tendencias rebeldes y terceristas que, dentro de la Democracia Cristiana, en ese tiempo el partido único de gobierno, mostraban su disconformidad con la lenta aplicación de las medidas de la “revolución en libertad” – según el decir de algunos, “había más libertad que revolución”.

 

Nada más dañino en la historia que el reformismo que se traiciona a sí mismo – consideremos que en la época de Frei Montalva se llamaba “revolución” -. Los cambios a medias terminan por favorecer a sus rivales, sean de derecha o izquierda: así, en los años 60, hacia la izquierda, la Unidad Popular; actualmente, como se ve el panorama, aún no sabemos si resucitará a la versión concertacionista de la derecha o bien , se inclinará por la derecha misma.

 

Eduardo Frei Montalva fue un personaje notable en la política chilena: en el período falangista pertenecía al sector más progresista y abierto a los pactos, especialmente con el Partido Radical; en el congreso llamado “de los peluqueros” decidió apoyar a Gabriel González Videla, en ese tiempo, candidato del Partido Comunista – Neruda decía, en uno de sus poemas, “el pueblo lo llama Gabriel” -; ya, en la Democracia Cristiana formó su propio grupo de amigos personales – muchos de ellos terminaron como pinochetistas, como es el caso de Juan de Dios Carmona – que juntos terminaron por dominar al partido democratacristiano. La “revolución en libertad” prometía que todo debería cambiar, incluso, ofrecía una revolución cristiana para Chile y para los demás países de América Latina. Una vez en el gobierno se puso de manifiesto el carácter conservador del freísmo.

 

Nada mortificó más a Frei Montalva en su vida que la comparación con Alexander Kerensky – aquel dirigente ruso que abrió el paso a los bolcheviques -, creación del ultra reaccionario Plinio Correa de Oliveira, uno de los dirigentes del movimiento católico integrista llamado “Tradición, familia y propiedad” – movimiento al cual adhirió Jaime Guzmán Errázuriz -.

 

Una de las grandes habilidades de la derecha, en cualquier época, es saber envolver a dirigentes de la clase media integrándolos a sus círculos familiares y sociales – Club de la Unión, por ejemplo, – mediante el halago, que termina por convencerlos que siempre “han pertenecido a los caballeros de Chile” – algo así le ocurrió a Frei Montalva respecto del director de El Mercurio, que diariamente destinaba la página Editorial a alabar a Frei y, a la vez, denostar a sus rivales en la Democracia Cristiana – rebeldes y terceristas.

 

Aún no me atrevería a afirmar que el gobierno de Bachelet ha caído de lleno en el síndrome de Frei Montalva, pero los síntomas de esta grave enfermedad ya empiezan a asomar, por ejemplo, al transar la reforma tributaria, cuya paternidad se la atribuyen entre otros connotados personajes, el presidente de la Asociación de Bancos y no pocos dirigentes políticos de derecha, incluso, Juan Antonio Coloma – llegó tarde para la foto de rigor – y otros que se atribuyen la autoría de tan monstruoso engendro.

 

Una derecha tan feliz con la reforma tributaria no puede si no darme mala espina, cuando sabemos que podrían ser capaces de matar a su padre con tal de salvar su patrimonio.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

18/07/2014

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