A quienes les gusta ver la historia desde el punto de vista de la buena o mala suerte, pueden solazarse con la yeta de la familia de los Habsburgo: los hermanos de Francisco José, Maximiliano, emperador en México, fusilado por orden de Benito Juárez, Víctor, que vivía una vida disoluta. Además tenía una inclinación homosexual, por lo que fue encerrado por el emperador. Dicen las malas lenguas que no fue a causa de su opción sexual – en esa época muy perseguida, hasta con penas de cárcel -, y su mujer, Elizabeth, fue asesinada por una anarquista, lo mismo que su sobrino, en Sarajevo, por un nacionalista bosnio-serbio–, sino por manifestarse indiscreto al revelar a la emperatriz Elizabeth de Baviera, “Sissi”, las infidelidades del emperador, que no parece del todo verosímil, pues la emperatriz había decidido no tener más hijos y, en consecuencia, permitir a Francisco José mirar para otros lados, idea fatal que dejó al reino sin herederos al suicidarse Rodolfo, su único hijo varón – su mujer, Elizabeth, fue asesinada por un anarquista
El reino le cayó del cielo a Francisco Fernando, sobrino del emperador reinante, por no existir un heredero; el emperador lo consideraba un inútil, un palmazo y sólo bueno para militar y cazador – dicen las malas lenguas que tenía una amplia colección, como de cinco mil, cabezas de ciervo, además era poseedor de una inmensa fortuna. Las ideas políticas de Francisco Fernando se centraban en la intención de convertir el imperio austro-húngaro en una federación que respetara las diferentes lenguas y nacionalidades, incluyendo a los eslavos.
Francisco Fernando tuvo también su propia historia romántica: se enamoró de Sofía Chotek, quien a pesar de pertenecer a la nobleza, por su origen no podía aspirar a convertirse en emperatriz. Este heredero al trono insistió ante su tío para casarse con Sofía, con la consecuente negativa del emperador Francisco José, que sólo cedió por la mediación de León XIII, el zar Nicolás II y el Káiser Guillermo, boda que se llevó a cabo en 1900, y a la cual se negaron a asistir todos los miembros de la familia imperial; este matrimonio era morganático, es decir, ninguno de los hijos podía aspirar a la herencia de la corona, sumándose al impedimento de asistir a cualquier acto oficial junto a su marido, salvo aquellos de carácter militar.
Aquí viene a continuar el sino negativo para la familia real, esta vez para la pobre Sofía: a la única actividad a la cual pudo asistir con su marido fue, justamente, la de Sarajevo, a donde iban a presenciar “ejercicios militares” y a celebrar, de paso, sus catorce años de matrimonio. Ya es muy conocido el conjunto de desgracias ocurridas en las céntricas de Sarajevo, entre ellas, el error del chofer que los condujo directamente a los disparos de Gavrilo Princip. Sofía recibió una de las balas, que según el asesino, no iban dirigidas hacia ella, sino que al archiduque Francisco Fernando.
Las humillaciones hacia Sofía siguieron aún después de su muerte, en la tumba del castillo de Artstetten, en la baja Austria: el mausoleo de Francisco Fernando fue elevado en 25 centímetros sobre el de Sofía, para marcar ante la historia la diferencia de clases.
Durante la primera guerra mundial se fue disolviendo el ya decadente imperio austro-húngaro: su ejército fue diezmado en el Frente italiano, terminando con la batalla de Vittorio Veneto y con el Frente oriental. Al emperador Francisco José no le quedaba otro camino a seguir que reconocer la derrota, pues no se atrevía a romper con Alemania por temor a represalias. Tanta derrota y el pasar de los años, lo llevaron a la muerte, en 1916, a la edad de 86 años, luego de un reinado de 67 años, el más largo de las monarquías europeas. Su sucesor, Carlos I, asistió al desmembramiento del antiguo imperio, mediante el Tratado de Saint Germain-en-Laye, permitiendo la creación de una serie de naciones independientes Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia y otras más pequeñas.
Rafael Luis Gumucio Rivas
03/07/2014